Conclusiones apolíticas

"Todas estas aseveraciones son correctas solamente en esta abstracción para la relación desde el punto de partida del presente. Entrarán en escena relaciones adicionales que las modificarán significativamente. (…) Es necesario desarrollar con exactitud el concepto de capital, puesto que se trata del concepto fundamental de la economía moderna, así como el capital mismo del que su concepto es la imagen reflejada, abstracta, constituye el basamento de la sociedad burguesa. La formulación precisa de las presuposiciones básicas de la relación debe sacar a relucir todas las contradicciones de la producción burguesa así como del límite hacia donde se dirige al sobrepasar sus propios límites." - Karl Marx, Grundrisse

La intención del ensayo original es discutir la evolución del capitalismo sin sesgos ideológicos. Es decir, utilizar a Marx como punto de partida para una discusión lo más científica posible, desde todas las corrientes dispuestas a hacerlo. Tomamos a Marx como el logro más avanzado de comprensión del capitalismo (asumiendo que existen muchas teorías ‘nuevas’ o heterodoxas que son, básicamente, reciclajes de teorías pre-marxistas –ricardianas, smithianas, malthuseanas, etc-), y al mismo tiempo, buscamos actualizar lo que sea necesario actualizar a la situación que vivimos hoy.

a) - La teoría del valor de Marx es superflua si no se comprende la teoría de la transformación del valor en precios (que no ha resuelto ninguna otra corriente de economía política), y el tema es increíblemente simple: Ricardo no puede explicar por qué productores capitalistas distintos que venden mercancías al mismo precio, obtienen ganancias (o plusvalías) diferentes, incluso asumiendo un precio del trabajo (salario) constante, etc. Esto separa el valor del precio (y de cualquier otra magnitud cuantitativa que mida el tiempo de trabajo) sin caer en el dualismo (el precio expresa una magnitud del valor que puede ser equiparada a otras formas de expresar el valor -bonos, por ejemplo-). Por eso la discusión de la teoría del valor no es filosófica ni es hegelianismo: es economía política.

b) - El capitalismo ya no es el mismo de Marx. Y creer que el capitalismo (como modo de producción) es eterno y existirá por siempre, es una utopía capitalista tan utópica como cualquier ultra-izquierdismo. Casi podríamos decir que la obsolescencia del sistema capitalista y la obsolescencia del marxismo ortodoxo son proporcionales entre sí.

c) - Marx admite (en ciertos textos y cartas) la imposibilidad de eliminar la forma del valor (el trabajo social es distinto del trabajo abstracto, así como el trabajo no es fuerza de trabajo: los primeros existen en cualquier economía, los segundos solo en la capitalista, etc), pero no saca como conclusión la irreductibilidad del aspecto particular y privado de la producción (el eterno problema agrícola, por ejemplo), ya no solo al nivel jurídico (relaciones de propiedad), sino al nivel de las relaciones de producción y reproducción.

d) - Las relaciones de distribución (dejadas de lado por Marx) ponen el dedo en la llaga de la socialización: tanto en el ámbito del trabajo manual (la industria y la pequeña burguesía) como en el ámbito del trabajo intelectual (los medios de producción ideológica). El que sean formas de socialización y formas de ruptura con la ley del valor marxista no es casual: implican la posibilidad de un modo de producción post-capitalista formado sobre otro tipo de organización económica, social y cultural en general. Todas las teorías de las etapas de la modernidad (desde Jameson hasta Negri & Hardt) basadas en las revoluciones científico-técnicas (la era de la información) o en la organización del trabajo (post-fordismo), en la internacionalización de la división del trabajo (la globalización), o en la cultura (el posmodernismo), dejan de lado el aspecto de la ley del valor y su contradicción interna (que no es lo mismo que su inconsistencia: es una contradicción que confirma y refuta la ley del valor). El aumento en la composición orgánica, que produce un aumento en el ejército de reserva, y a su vez produce un aumento en el sector servicios en oposición al industrial o agrícola, en conjunción con las revoluciones científico-técnicas (como una forma entre otras de desarrollo de fuerzas productivas), la oscilación entre socialización y monopolio, y el fraccionamiento de la división del trabajo (manual e intelectual), etc, todos tienen que verse como variablesde una totalidad compleja, ninguna como el eje, el núcleo, la base o el polo fundamental.

e) - En Crítica del programa de Gotha, la realidad de una competencia post-capitalista es implícita y explícitamente admitida: “A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo. Pero unos individuos son superiores, física e intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duración o intensidad; de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un trabajador como los demás; pero reconoce, tácitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes individuales, y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso dado, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás. Prosigamos: un obrero está casado y otro no; uno tiene más hijos que otro, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, uno obtiene de hecho más que otro, uno es más rico que otro, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual.

f) - Esto implica, en términos económicos, una forma de competencia(separación entre productores independientes), y contradice completamente tanto las críticas del marxismo como una ideología de la homogeneidad social, como las apologías del marxismo como si fuera una utopía de igualdad: Marx no plantea ninguna distribución igualitaria de la riqueza, sino al contrario: plantea que la riqueza se retribuya de acuerdo al trabajo. Y lo que nos interesa de esta retribución (más allá de las futurologías inútiles) es que implica una competencia o una fragmentación de la economía en la que se mantiene la forma como expresión del valor, como lo dice el propio Marx en el mismo texto: “Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancías, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, porque bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercancías equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.

g) - Ahora, la diferencia es que Marx separa socialismo y comunismo: lo descrito hasta ahora pertenecería a la etapa socialista y de transición hacia el comunismo, mientras que en el comunismo la forma del valor sería completamente eliminada: “En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente. La expresión "el fruto del trabajo", ya hoy recusable por su ambigüedad, pierde así todo sentido.

h) - Ésta etapa (el comunismo) sería la que sometemos a crítica, no desde un punto de vista político, sino económico: las magnitudes cuantitativas y las relaciones sociales cualitativas (tanto formales como de contenido) no pueden ser eliminadas. Sostenemos, entonces, que cualquier modo de producción post-capitalista surgirá de la forma capitalista (o más exactamente: de la forma del valor), y mantendrá su forma al nivel de la reproducción o distribución, sea como en el socialismo de Marx o en cualquier otra forma de modo de producción que sustituya al capitalismo.

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