Marx contra Marx: tentativas de actualizar El capital al mundo de hoy
por Esteban Mora
Se socializan los medios de producción del trabajo intelectual (Raymond Williams), pero no los medios de producción de bienes de consumo (estos siguen siendo de una minoría burguesa). La internet tiene más de un 90% de inserción en algunos países, lo que quiere decir que va a todas las clases, y que es la primera vez que todoslos sectores socio-económicos producen trabajo intelectual. Los medios de producción intelectual de la segunda revolución industrial (la radio o la TV), y los de la tercera revolución industrial (con la internacionalización de los procesos y ramas de trabajo análoga a los de la economía) representan el aumento creciente, el acercamiento progresivo, la acumulación insistente (el exceso hiperreal) de la producción intelectual. Vivimos en otro capitalismo.
Usamos el término ‘trabajo intelectual’ para diferenciarlo del trabajo manual, tal y como en La ideología alemana de Marx y Engels. Parecerá viejo, pero hay quienes todavía citan La república de Platón. Tal vez sea bueno recordar que, durante la escritura de La ideología alemana, la esposa de Marx no podía dormir: se despertaba en las noches y escuchaba a Marx y Engels reír a carcajadas.
De la sociedad ‘victoriana’ a la sociedad del exceso: en términos intelectuales, antes el objeto era escondido, prohibido, inaccesible; hoy el objeto se expone, se muestra, excesivo, obsceno; antes había un exceso frente a un silencio, un monólogo, un autor y una audiencia, cada uno en su lugar, un verdadero espectáculo; hoy todos creamos nuestro propio espectáculo, desde todos los puntos, hablando al mismo tiempo, una Babel.
En todo caso: decimos ‘trabajo intelectual’ también en el sentido de producción ideológica, y eso nos lleva a diferenciar 3 definiciones distintas (y no sin contradicciones) de lo ideológico presentes tanto en el ya mencionado escrito de Marx y Engels, como en El capital: a) la ideología como cualquier forma de consciencia de la condiciones de vida; b) ideología como la diferencia entre el trabajo manual e intelectual; c) ideología como el discurso apenas aparente, superficial (en lugar de esencial) con respecto a las condiciones de vida. Preferimos excluir (por razones de método) la tercera definición, y definir el trabajo intelectual como toda rama o proceso de trabajo encargado de la producción de una consciencia acerca de las condiciones de vida.
La satelización o la internet son al trabajo intelectual lo que la multinacional y la tercerización son al trabajo manual; si la internacionalización de los procesos y ramas de trabajo intelectual es análoga a los de la economía, es porque también son económicos; no porque ‘una es reflejo de la otra’, sino porque forman parte de la misma división internacional del trabajo.[1]
Según Durkheim, hay una autoridad moral (una especie de imperativo categórico) distinta de la autoridad material y física, de carácter psíquico y valorativo, que se legitima con base en lo que nosotros llamamos ideología, o en otros términos, que se apoya en un trabajo intelectual. Nosotros podemos conjugar lo material/físico con eso psíquico e intelectual que menciona Durkheim, y decir: la modernidad y sus crisis de legitimidad (sea la ‘posmodernidad’ o sea cualquier otra ruptura) se dan por una continua socialización de esos procesos de trabajo encargados de producir esas justificaciones intelectuales (ya no solo imperativos morales, sino epistemológicos y estéticos), creando que en lugar de una sola ‘moral sin oposición’ (palabras de Durkheim), la sociedad se fundamente en la yuxtaposición de los imperativos; el creciente avance de ésta socialización hace del productor directo productor intelectual, y por lo tanto, capaz de contestar las legitimaciones morales, epistémicas y estéticas de la modernidad misma.
Es incluso dudoso (siguiendo la crítica de Simmel a Durkheim) que haya existido una sola moral sin oposición para empezar: creemos que había una oposición latente, desde el punto de vista de la producción intelectual, y que el proceso de fraccionamiento del trabajo la va haciendo manifiesta (siendo esto una metáfora: en realidad la producción ideológica que llamamos ‘latente’ es manifiesta, solo que a un nivel radicalmente distinto, al nivel de un productor directo desprendido de medios de producción ideológica; el lector siempre ha estado ahí, incluso como autor –oral, por ejemplo, lo que sería algo así como la ‘artesanía’ de la producción ideológica- pero en términos de la producción intelectual industrial la oralidad es casi un silencio. Es solo después del proceso gradual de socialización de esos medios de producción ideológica –el fraccionamiento del trabajo- que éste consumidor pasivo adquiere las condiciones de posibilidad para su propia producción de materiales intelectuales o ideológicos); lo que antes aparecía como el ejercicio de un solo imperativo, se resquebraja en una multiplicidad de imperativos, sin que se ponga en cuestión el sistema social, como lo dice el propio Durkheim: no es que el lazo social se resquebraje, sino que se modifica; no es que no haya hegemonías dominantes y opresivas, sino que ésta multiplicidad de imperativos opera al modo de una gradación social.
El hecho de que la oposición existiera desde siempre, solo que en modo latente, explica también ésta conformidad del sistema con la multiplicidad traída a colación por la dispersión o la socialización del trabajo intelectual: la sociedad habría sido desde siempre múltiple (como lo señalan los estudios sobre la opinión pública o la cultura; el mismo Durkheim habla de contradicciones al imperativo de la autoridad moral, las cuales habrían sido escondidas debajo de la casuística), solo que la sociedad había sido múltiple en un grado distinto, subterráneo, latente: la ‘posmodernidad’ o cualquier otra ruptura que ha vivido la modernidad (incluso, ¿por qué no?: más allá y en contra de la ‘posmodernidad’) ha sido la develación creciente, progresiva y gradual de esa multiplicidad que se mantenía sumergida: el fraccionamiento y socialización de los medios de producción ideológica.
Socialización no es lo mismo que democratización. Del mismo modo que el auge de la pequeña empresa supone una socialización de medios de producción, la socialización del trabajo intelectual no implica la inexistencia de la inequidad; el trabajo intelectual se ha vuelto humanista, pero en grados: el computador en el hogar o en el aparato portátil es algo así como una mezcla entre artesanía e industria (tal vez esa sea su radicalidad), pero las formas industriales de trabajo intelectual (la prensa, la TV, etc) se mantienen intactas; del mismo modo que la pequeña empresa no cuestiona el monopolio, etc. De ahí que la nueva economía de la internet coexista con las grandes corporaciones de la internet, o que el fraccionamiento de los procesos de trabajo coexista con su centralización monopólica (Luxemburgo).
Las transformaciones en la división del trabajo intelectual y manual puede que sean el ámbito menos estudiado por Marx (él deja de lado completamente este ámbito en sus Teorías de plusvalía), y al mismo tiempo, el que más ha transformadoformalmente el capitalismo (aunque esto no significa que sean cambios superficiales). Como plantea García: el crecimiento del sector servicios está directamente relacionado con el crecimiento en la composición orgánica del capital, y ésta, con la ley de la caída de la tasa de ganancia (tal y como la restituye Grossman). La teoría del valor marxista sigue intacta, pero no es una necesidad en oposición a una contingencia, etc, sino una necesidad opuesta a otras necesidades (o una ley opuesta a otras leyes): una contradeterminación (o una causalidad o determinación recíproca, que es como le llama Engels). Recordemos que la ley de caída de la tasa de ganancia es tendencial, y que existen contra-tendencias tan absolutas como la tendencia mayoritaria: es necesario rescatar el análisis dialéctico-hegeliano en el sentido de Backhaus y Reichelt: la expresión formal no es igual a una ‘expresión contingente’, sino que es una apariencia esencial o una apariencia (para usar términos fenomenológicos-bergsonianos) con una duración; la apariencia es ya el inicio del desarrollo del proceso. Las implicaciones económicas son anti-neoclásicas y anti-marginalistas, evidentemente, pero además ponen los ámbitos de la división del trabajo(manual e intelectual, o de cualquier tipo) o, qué se yo, desde las coyunturas histórico-políticas hasta la competencia inter-capitalista, al nivel de lo necesario. No es que la competencia inter-capitalista no sea anárquica y contingente, no: es que si usted postula una necesidad en oposición a una contingencia, usted hace de la contingencia una necesidad y viceversa. Del mismo modo Engels decía que la ley de Boyle (en Anti-Dühring) se cumplía solo parcialmente en la sustancia material: es la dialéctica de lo absoluto y lo relativo. Y las implicaciones no son solo para la economía, sino para las ciencias. No es que la economía neo-clásica o marginalista esté del todo equivocada: es que es fetichista; no es que la oferta y la demanda no existan y no sirvan para nada, no: se trata de que apenas son la superficie (la forma) de una sustancia indirecta (Isaak Rubin), etc. De ahí que desde Schumpeter, pasando por Polanyi y llegando hasta Keynes, siendo liberales, todos compartan la crítica a la economía liberal neo-clásica. Por eso es imposible encontrar empíricamente una caída absoluta de la tasa de ganancia: es simplemente tendencial, fluctuante, etc. Y por eso el señalamiento del carácter esencial de las relaciones económicas o incluso políticas o culturales que tienen efectos sobre la economía de bienes de consumo, es tal vez el ámbito por donde se abre una posible adaptación de El capital al siglo XXI.
Si la socialización del trabajo intelectual es formal con respecto a la teoría del valor, pero lo formal es necesario en cuanto a la presentación del desarrollo del proceso de las relaciones de producción, ¿dónde se sitúa? Quiere decir que la división del trabajo está atravesada por las relaciones de producción y reproducción. Recordemos que cuando cuestionan a Engels su determinismo económico, él dice: 'pero siempre hablamos de producción y reproducción.' (Carta a Schmitt). No es casual. La reproducción (o más exactamente: la circulación o distribución -distinta de la distribución de medios de producción, como lo dice en Teorías de plusvalía-) es precisamente el ámbito que Marx desdeña como siendo demasiado superfluo (en Teorías de plusvalía: “La producción no es separable del acto de producir, como vemos en todos los artistas ejecutores, oradores, actores, profesores, médicos, curas, etc. [...] Otro tanto ocurre con las empresas teatrales, centros de diversiones, etc. […] [Pero] todas las manifestaciones de la producción capitalista en este campo son algo tan insignificante, comparado con la totalidad de la producción, que podemos hacer totalmente caso omiso de ellas”). Gran error. Anthony Giddens diría que Marx nunca estudió los efectos superestructurales, pero que fue, irónicamente, el autor que más los produjo.
La circulación no es lo mismo que el intercambio de mercancías entre vendedor y consumidor: es un ámbito económico de la sociedad compuesto a su vez por procesos de trabajo. La existencia concreta del trabajo social es el trabajo concreto, que es falso que sea simplemente particular: en la Contribución, Marx habla de un trabajo concreto general (algo que será dejado de lado en el El capital), y al mismo tiempo desigual (en Crítica del programa de Gotha). Mientras que el trabajo abstracto trata de equivalencias, el trabajo concreto se basa en desigualdades irreductibles (impidiendo algo así como una sociedad utópica igualitaria, por ejemplo). La evolución ya no solo de las formas, sino del trabajomismo al nivel de su sustancia, implica un desarrollo desigual y combinado (Novack). Las mutaciones de la circulación no son mutaciones aparentes en oposición a mutaciones esenciales: son mutaciones fundamentales para entender el valor: si la mayor composición orgánica del capital hace que caiga la tasa de ganancia, y al mismo tiempo, hace que aumente el trabajo en labores de circulación (servicios, trabajo intelectual, comercio, etc); si el desarrollo de las fuerzas productivas hace que aumente el capital constante en relación con el variable, y esto a su vez provoca un aumento en el ejército de reserva que provoca un aumento del sector servicios en oposición al industrial (que es la realidad que vivimos hoy), eso quiere decir que ambas mutaciones son procesos recíprocos: el neocapitalismo del siglo XXI es la era donde se comprueba empíricamente (Kliman) la caída de la tasa de ganancia, y al mismo tiempo, una reorganización completa de la división del trabajo capitalista (incluido el trabajo intelectual).
Ni Eco ni Bourdieu: del lado del consumo cultural, por supuesto que existen grados clasistas en las posibilidades amplias (burguesas o pequeño burguesas) o reducidas (proletarias o lumpen) del poder de compra; pero desde el punto de vista de la producción toda producción intelectual era burguesa o pequeño-burguesa… hasta hoy: por primera vez en la historia de la humanidad, industria (moderna) y artesanía (primitiva) se encuentran mezcladas en una sola forma de producción. Contrario a todo positivismo: la artesanía de la Edad de Piedra no se ha ido, del mismo modo que la industria moderna resultó ser una explosión de dinamita histórica sin precedentes, y llegó ahora a combinarse con ésta. Marx y Engels trazan una evolución de la industria: primero artesanía (una persona produce cada producto entero por separado), segundo manufactura (cada persona en conjunto elabora una parte de un mismo producto) y por último industria (cada persona en conjunto elabora una parte de un mismo producto con ayuda de máquinas). Hoy por hoy podemos hablar de una nueva ruptura histórica en esa evolución: la tecnología cibernética permite a cada persona en conjunto producir parte de un mismo producto (como en la industria) o un producto entero por sí misma (como en la artesanía). No se elimina la brecha (el trabajo intelectual de carácter industrial todavía es monopolio de la burguesía o la pequeña burguesía), pero sí se abre un espacio más allá de las clases. Más aún: es una transformación que, a diferencia de aquellas, inicia en lo ‘superestructural’ (mejor dicho: en los procesos de trabajo económicos del sector servicios) y pasan luego a lo industrial y comercial (la impresión en 3D, etc). Del mismo modo, históricamente, existen versiones conflictivas acerca de la aparición de la industria fabril (dependiendo de la definición): Marx habla de la imprenta de Gutenberg como un logro artesanal (a pesar de que opera como una manufactura), mientras que McLuhan señala que la imprenta de Gutenberg es la primera en producir productos en serie (antes de toda economía fabril). Esto habla del carácter desigual y combinado de distintas características económicas, y de que la aparición de modificaciones en el sector servicios o en el trabajo intelectual (como la imprenta), pueden tener consecuencias o efectos sobre la economía que produce bienes de consumo (o el sector industrial, comercial, etc).
Raymond Williams decía que teníamos que tratar los medios de comunicación como medios de producción. Y es cierto: no solo la ‘superestructura’ se compone de procesos de trabajo económicos, sino que tiene sus medios de producción industriales, pequeño burgueses, etc. La TV o la gran prensa son procesos que no pueden ser desarrollados por otros más que por burgueses (con sus procesos de apropiación de plusvalía y/o ganancia), y de ahí hacia abajo existe toda una gradación de procesos de trabajo industriales, semi-industriales y artesanales. Por primera vez en la historia el proletario o el lumpen tienen una forma de producción, de la mano de esa insólita e inédita mezcla de artesanado e industria que mencionamos antes.
Así, cada transformación en los valores éticos de la sociedad es el reverso de una transformación en la posibilidad social de transformar los valores. A medida que se socializa la producción intelectual (y asumiendo con Durkheim que la moral descansa sobre lo ideológico), el desarrollo del capitalismo (y de todo modo de producción) crea las condiciones para su propia contestación ético-política. Las distintas pérdidas o transformaciones de valores (desde la Reforma Protestante hasta la ‘posmodernidad’) por las que lloran los conservadurismos (sean de izquierda o derecha, diremos hoy) son formas en que la sociedad que se ve a sí misma frente a frente con la posibilidad de producir ideología; son una socialización de este poder.
La razón por la que el aumento en la composición orgánica del capital (y su subsecuente caída de la tasa de ganancia) esté relacionado con el aumento del sector servicios, habla de la relación recíproca entre la ley del valor marxista y la abolición de dicha ley: es decir, la abolición del modo de producción capitalista. La socialización de la división del trabajo intelectual, el paso del capitalismo monopolista al capitalismo tardío (o neocapitalismo), la transformación de la industria en mezcla de artesanía e industria, todos tienen que abarcarse en una perspectiva global que incluya tanto la forma como el contenido de la ley del valor. Esto es ya salirse de la ley del valor marxista decimonónica: recordaremos con Grossman que Marx hace una serie de abstracciones formales para aislar su objeto (no para eliminarlo, como lo pretenden los althussereanos) en donde solo existen la clase capitalista y la clase obrera, y después el tomo II y III de El capital van ampliando poco a poco esa abstracción hasta incluir el resto de sectores (sin perder nunca el objeto, muy como en la lectura de Godelier sobre marxismo y estructuralismo, etc). Ahora, como lo vimos en la cita de Teorías de plusvalía, estos sectores nunca llegaron a incluir la totalidad de los servicios; es decir: Marx nunca tomó en cuenta la evolución de la totalidad del trabajo concreto general (la sustancia del trabajo social, y el contenido del trabajo abstracto en cuanto sustancia del valor), el cual, en sus propias palabras, desestima como “insignificante”. Para nosotros esta evolución del trabajo es importante porque habla de la posibilidad de articular una nueva medida (cuantitativa) y una nueva forma (cualitativa) social del valor: es decir, una forma basada en el intercambio mercantil, o basada en el tiempo socialmente necesario. No vamos a entrar en el tema de una planificación socialista (que sería lo netamente marxista), sino que al contrario vamos a poner en duda el que esta realidad de la situación histórica del capital, implique automáticamente al socialismo de Marx. Creemos que este olvido de Marx sobre la totalidad de la evolución del trabajo concreto social abre el debate en cualquier dirección (en la medida que sea un debate científico), especialmente teniendo en cuenta (con Battleheim y Cliff) que las economías planificadas consideradas hasta ahora como ‘socialistas’ (Unión Soviética, China, Cuba, Vietnam, etc) han sido economías que no han abolido (ni siquiera en el sector público estatal) el intercambio mercantil o el valor de cambio (en oposición a los postulados del propio Marx en Crítica del programa de Gotha acerca de una economía basada en bonos por tiempo de trabajo –que ya no sería dinero o equivalente universal- y que, por lo demás, es todavía reivindicada por Hilferding); o en otras palabras: que el intercambio o el valor de cambio no se da solamente entre vendedores y consumidores, sino entre procesos y ramas de trabajo de distintos sectores socio-económicos, aun cuando sean todos públicos, y que esto no es resuelto por la medida de acuerdo al trabajo en oposición a la medida monetaria (como lo plantea Marx), sino que tiene que ver con la planificación.
Socializar el trabajo intelectual es socializar un poder. ¿De qué? No es algo meramente ‘superestructural’ en oposición a una ‘base’ económica, sino que es tan económico como lo económico es poder: “El Capital es, pues, el poder de Gobierno sobre el trabajo y sus productos. El capitalista posee este poder no merced a sus propiedades personales o humanas, sino en tanto en cuanto es propietario del capital. El poder adquisitivo de su capital, que nada puede contradecir, es su poder. Veremos más tarde, primero, cómo el capitalista por medio del capital ejerce su poder de gobierno sobre el trabajo, y después el poder de gobierno del capital sobre el capitalista mismo.” (Manuscritos económico filosóficos de 1844). Si el proceso histórico pone en duda la ley del valor de Marx, es precisamente por su propio desarrollo (por el desarrollo propio de la ley): la contradicción de las fuerzas productivas (que va mucho más allá que simplemente la técnica, e incluye al trabajo mismo) y las relaciones de producción y reproducción. Esa es la conjugación recíproca del aumento de la composición orgánica teniendo como consecuencia el aumento del trabajo intelectual en la sociedad. Como lo dice Grossman, no se trata de buscar la contradicción fundamental, se trata de analizar la contradicción a través de todas sus variables en forma global: a) el aumento de la composición orgánica del capital; b) el aumento del ejército de reserva con relación al trabajador industrial; c) el aumento de los servicios; d) la evolución de la industria en tecnología cibernética y digital; etc. Todas son variables históricas del proceso (ya no lógicas, que es de lo que se ocupó Marx). En la creación del capitalismo monopolista Hilferding o Bujarín hablan tanto de las regulaciones estatales proteccionistas que permitieron el desarrollo de ese capitalismo monopólico, como en la creación del capitalismo tardío o post-fordista Mandel o Harvey hoy nos hablan de la desregulación estatal como determinaciónde su creación. Más aún, como lo dice Gramsci: si la necesidad histórica es social, tiene que ser una necesidad construida por nosotros mismos en relación con la naturaleza (y con nosotros mismos como naturaleza); la necesidad histórica o las relaciones de producción las realizamos nosotros, es una manifestación no simplemente de economía, sino de poder humano (la ‘naturaleza humanizada’ de los Manuscritos de 1844), y porque la economía misma no es un objeto mecánico, sino social (en Formaciones económicas precapitalistas).
Si el capital es el poder de mando sobre la economía, la socialización creciente del poder de producir ideología es la agudización más fuerte de las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción y reproducción: es el ámbito precisamente dejado de lado por Marx el que en términos históricos vendría a reivindicar, al mismo tiempo, su teoría del valor. Recordemos que otro de los elementos que agudizaba las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción y reproducción es el desarrollo de la industria fabril: la gran industria socializaprecisamente las posibilidades de la producción económica bajo un régimen social comunista, etc. Cuando Bernstein reta este postulado marxista señalando que lo que crece es la pequeña producción pequeño-burguesa (la llamada ‘clase media’) y no el gran empresariado fabril, Luxemburgo le contesta que esa es precisamente una forma de socialización. Ahora vemos que es en el sector desdeñado por Marx donde se produce otra socialización que abre las puertas a una reorganización colectiva de la economía: la socialización del trabajo intelectual.
Y si hablamos del problema de la planificación, es por la misma razón por la que se regresa al ámbito formal de esa teoría del valor: la centralización de las economías planificadas no eliminó nunca el valor de cambio como forma particular de expresión o forma del valor, lo cual tiene dos consecuencias disímiles (y difíciles de asimilar para el marxismo): 1) se problematiza el problema del poder post-capitalista, y 2) se reivindica la crítica neo-clásica o marginalista (o smithiana) al marxismo. No por nada la socialización de la división del trabajo intelectual está ligado a la abolición de la ley del valor marxista: lo que se socializa es el poder de organización de la economía. Y si aun la centralización autoritaria y burocrática es incapaz de eliminar la forma del valor de cambio, creemos que una forma democrática de modo de producción post-capitalista abre el debate acerca de la imposibilidad de abolir el valor de cambio, o en su defecto (en una economía basada en la medición del tiempo de trabajo), la imposibilidad de abolir la forma cambiaria como expresión del valor. Esto equivale a decir (siguiendo a Polanyi, por ejemplo) que en una economía primitiva, existía una forma del valor, aunque no fuera el valor de cambio (como expresión del trabajo abstracto, que es la forma particularmente capitalista), o incluso aunque no hubiera un equivalente universal (dinero). Si el problema de la economía planificada está en la autonomía del productor directo para decidir sobre su propia producción (lo que llamaríamos el problema del control y la administración obreras de la producción), entonces la forma del valor (aun si hablamos de bonos y no de dinero) implica una competencia: si las economías planificadas mantenían el valor de cambio capitalista aun a lo interno de sectores completamente estatizados y sometidos a la planificación, es porque las relaciones sociales de producción (el trabajo socialmente necesario) no anula la relación (igualmente social) entre productores individuales, se exprese a través del valor de cambio capitalista, o a través de la medida del tiempo de trabajo. O en otros términos: si el trabajo abstracto existe porque existe una producción privada, el trabajo socialmente igualado (como forma del valor) existe no porque se destruya el carácter particular de la producción, sino al revés: porque se mantiene. Si el valor de cambio capitalista expresa de forma anárquica la medida del valor (el trabajo socialmente necesario), el valor socialmente igualado en una economía post-capitalista seguiría siendo una forma de expresión cambiaria del valor (aun si no hubiera dinero).
Y al decir la palabra ‘competencia’ se abre la discusión en todas direcciones: los espectros de la crítica derechista (Rothbard) aparecen al mismo tiempo que aparecen los espectros de la crítica anarquista (Tucker). No queremos convertir este texto en una polémica política: queremos mantenernos lo más apegados que podamos a la discusión científica, que es la adaptación de la teoría del valor marxista a la situación histórica actual. Ya vimos que la teoría del valor marxista existe aun hoy en el siglo XXI, pero también vimos que hay una contradicción creciente que habla del carácter contingente de la necesidad histórica de la ley (tal y como lo dice Engels en Dialéctica de la naturaleza), y de la necesidad de las contingencias casuales que van transformando y aboliendo la ley frente a nuestros ojos. El comunismo de Marx habla de una abolición completa de la forma del valor en el comunismo posterior al socialismo: nosotros podemos decir hoy, no: es imposible eliminar la forma del valor. En la relación que existe entre sustancia, forma y magnitud (éste último siendo, por lo demás, una relación matemática y física, etc) la medición de la producción por el tiempo de trabajo, ya no solo del trabajador, sino de todos los procesos, ramas y sectores de la economía parece irreducible. Aún la experiencia revolucionaria que más lejos ha llegado en cuanto a la abolición del valor (nos referimos a la Revolución Española y su abolición incluso del dinero en las comunidades libertarias de la CGT y la FAI) la forma del valor (el intercambio comercial, la medida de la magnitud del valor, etc) no desaparecen. El descubrimiento de Marx es al mismo tiempo su propio error (político), y su propia falta en cuanto al análisis económico del capitalismo (si es que no fuera suficiente lo que ya hizo). Marx admite la existencia de la forma del valor en todo modo de producción, pero no admite que esto sea expresión de la división particular y privada (aunque sea el nivel de la posesión) de la producción. Lo primero que dirá la gente es: ¿por qué el trabajo intelectual es de repente tan importante para estos temas económicos? Nosotros diremos: no es el trabajo intelectual en sí mismo, sino el trabajo intelectual como parte de la división del trabajo general de toda la sociedad entendida como el trabajo concreto social o general (o la sustancia del valor); es la conjunción de todas las variables (ya expuestas) del proceso histórico de desarrollo del capitalismo hasta ahora; es la actualización a nuestra realidad actual de lo que está sucediéndole al capital. Tal vez quede más claro si se relaciona con otro tema: el carácter cíclico o no del desarrollo del capitalismo.
Otra de las razones por las que se reivindica el carácter necesario y esencial de la forma o la apariencia del valor (en el sentido lógico hegeliano), es dentro de las teorías de los ciclos de Kondratieff, o la teoría de las ondas cortas y largas de Mandel, etc. Si estas teorías cíclicas fueran ciertas, la sustancia del valor (el trabajo concreto socialmente general) debería ser permanente, y la forma del valor (el intercambio) meramente contingente. Esta es una de las críticas que hacen no solo los teóricos de la forma-valor alemanes, sino también los propios rusos (como Rubin), y por supuesto, el mismo Engels. Lo que prueban, en cambio, los economistas marxistas de hoy como Kliman o Brenner es que empíricamente no existe ciclo alguno: o existen los ciclos mandelistas-kondratieffanos, o existe la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, pero no pueden existir ambos. De acuerdo a los ciclos, deberíamos vivir una recuperación entre los años 90 y la primera década del siglo XXI, pero en cambio lo que vemos en los datos empíricos es una caída sostenida de la tasa de ganancia desde el inicio de la primera gran recesión de post-Guerra (la recesión de 1974-75) hasta el día de hoy, sin recuperaciones significativas (ninguna llega a los niveles del Boom de post-Guerra).
Eso quiere decir que el Boom o los distintos auges y caídas en la tasa de ganancia del siglo XIX tuvieron que haberse dado por razones históricas en el proceso de acumulación, y no porque la sustancia del valor implique una indiferencia o un continuo permanente y absoluto que es inamovible, etc (algo ampliamente criticado por Engels). Si bien hay un aspecto lógico (nosotros preferiríamos decir: sincrónico) e histórico en el análisis de El capital, en ningún momento eso significa la ausencia de objeto real, y por lo tanto, no niega jamás la existencia histórica del objeto de la lógica de Marx. El análisis lógico de Marx se sostiene aun hoy, pero se ve continuamente asediado por la contradicción a la ley del valor: la contradicción entre el desarrollo de fuerzas productivas y las relaciones de producción y reproducción, que es como podríamos resumir (pero solo formalmente) todas las variables lógicas e históricas que hemos expuesto hasta aquí: la contradicción entre fuerzas y relaciones productivas es precisamente la contradicción entre la persistencia de El capital y su (deseable) desaparición: la instauración de un modo de producción post-capitalista. Si una economía de bonos (para usar el ejemplo de Crítica del programa de Gotha) sigue siendo una economía con una forma del valor (aunque no sea el valor de cambio capitalista), eso quiere que la contingencia del intercambio mercantil (incluso neo-clásico o marginalista) no se elimina (ya que es una contingencia necesaria); la muerte del fetichismo no es la muerte del intercambio mercantil: no existiría fetichismo en la medida en que los medios de producción serían sociales (no solo jurídicamente –propiedad-, sino de facto –posesión-), pero al mismo tiempo, sociales no puede significar repetir las economías planificadas, que ni aun con toda su planificación, eliminaron tampoco nunca esa expresión del valor.
De hecho, se reivindica todavía más el carácter desigual y combinado del proceso histórico: los ciclos de negocios, las ondas cortas y largas, el paso de la libre competencia al monopolismo y después al capitalismo tardío, contrapuesto con las variables ya antes expuestas (aumento de composición orgánica, caída tendencial de la tasa de ganancia, aumento de ejército de reserva, aumento sectorial de los servicios con relación a la industria, socialización del trabajo intelectual, mezcla de industria y artesanía, etc), e incluso otros más como la dialéctica entre monopolio y socialización que desarrolla Rosa Luxemburgo, los flujos y relaciones entre sector financiero e industrial que elabora (algo esquemáticamente) Arrighi, o los distintos desarrollos ideológicos, políticos y culturales, vistos en su totalidad compleja (y en una totalidad, que como vimos, excede a la vislumbrada por Marx), evidencian el carácter no-cíclico, transitorio e histórico del capitalismo. Marx tiene el gran mérito de haber rescatado una lógica histórica que se mantiene aun hoy, pero no es el centro ni la base de un edificio o sistema teórico: es el reverso de una apariencia histórica igualmente esencial, tan esencial que se trata de la posibilidad misma de poner en duda la teoría del valor capitalista a través de un cambio de modo de producción.
Referencias:
Arrighi, G. - The long twentieth century.
Backhaus, H. G. - Dialéctica de la forma valor.
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Bettleheim, C. - The transition to socialist economy.
Bourdieu, P. - La distinción.
Brenner, R. - Turbulencia en la economía global.
Bujarín, N. - Imperialism and world economy.
Cliff, T. - State capitalism in Russia.
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Durkheim, E. - Sociology and philosophy.
Eco, U. - Apocalípticos e integrados.
Engels, F. - Dialéctica de la naturaleza.
- Anti-Dühring.
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García, G.I. - Formación de la clase media en Costa Rica. Economía, sociabilidades y discursos políticos (1890-1950).
Giddens, A. - De la estructura de clases de la sociedad avanzada.
Gramsci, A. - Cuadernos de la cárcel.
Grossman, H. - The law of accumulation and breakdown of the capitalist system.
Harvey, D. - The condition of postmodernity: an enquiry into the origins of cultural change.
- A companion to Marx's Capital.
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Hilferding, R. - Finance capital.
Katz, C. - Una interpretación contemporánea de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
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Keynes, J.M. - The general theory of employment, interest and money.
Kliman, A. - The failure of capitalist production.
- Reclaiming Marx’s Capital.
Luxemburgo, R. - Obras escogidas.
Mandel, E. - Late capitalism.
- Teoría económica marxista.
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Marx, K. - El capital.
- Teorías de plusvalía.
- Grundrisse.
- Contribución a la crítica de la economía política.
Mattick, P. - Marx and Keynes. The limits of the mixed economy.
Polanyi, K. - The livelihood of man.
Reichelt, H. - Sobre a estrutura logica do conceito de capital em Karl Marx.
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Rubin, I.I. - Ensayos sobre la teoría marxista del valor.
Schumpeter, J. - Capitalism, socialism and democracy.
Simmel, G. - Sociology. Inquiries into the construction of social forms.
Williams, R. - Culture and materialism.
[1] Engels: “Con el Derecho, ocurre algo parecido: al plantearse la necesidad de una nueva división del trabajo que crean los juristas profesionales, se abre otro campo independiente más, que, pese a su vínculo general de dependencia de la producción y del comercio, posee una cierta reactibilidad sobre estas esferas. (…) Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún más alto en el aire: la religión, la filosofía, etc, éstas tienen un fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la historia se encuentra y acepta. (…) Los hombres que se cuidan de esto pertenecen, a su vez, a órbitas especiales de la división del trabajo y creen laborar en un campo independiente. Y en cuanto forman un grupo independiente dentro de la división social del trabajo, sus producciones, sin exceptuar sus errores, influyen de rechazo sobre todo el desarrollo social, incluso el económico. Pero, a pesar de todo, también ellos se hallan bajo la influencia dominante del desarrollo económico.”