Era de la información, trabajo inmaterial, sociedad post-industrial, etc

Hablar de un nuevo trabajo inmaterial (Negri & Hardt, Virno, Berardi, etc) es tan exagerado como hablar de una sociedad de la información (Castells, Mattelart, Van Dijk, etc). Todas estas tesis tienen como antecedentes la sociedad post-industrial de Touraine y Bell (y otros más desconocidos, como Drucker), pasando por los desarrollos de Tuffler y Negroponte, etc. Estas expresiones podrían resumirse como el impacto que ha tenido la tercera revolución industrial en la economía y en la sociedad en general. Es el intento de distintos ideólogos por entender las transformaciones del capitalismo tardío, o el neocapitalismo (Mandel). Si hablamos del cierre de la brecha entre el trabajo intelectual y manual a través de dicha y otras revoluciones neo-capitalistas, tal vez sea importante recalcar que no hablamos de una era informática o de un trabajo inmaterial; ni siquiera hablamos de una superioridad de los servicios por encima del capital industrial, agrícola o comercial. A lo que nos referimos nosotros es a una evolución del trabajo social concreto en general como sustancia del trabajo, y del trabajo abstracto (que no tiene nada que ver con inmaterial: es fisiológico) como sustancia del valor.

Todas las posiciones citadas entran en análisis esquemáticos (dividir la modernidad en etapas: recordemos que si Lenin habla del imperialismo como etapa, afirma que no tiene fecha de inicio ni de final, lo que quiere decir que no es exactamente una periodización), lo cual es una discusión más metodológica que podemos dejar por ahora de lado, pero nos interesa que se contradicen en el hecho de hablar de una persistencia del capital industrial aun durante la ‘era de la información’: es decir, la era de la información (o la sociedad post-industrial) no borra del todo el capital industrial. La diferencia es que incluso el capital industrial se volvería informacional (el trabajo calificado o semi-calificado, o incluso el no-calificado, según Poulantzas), y que los servicios tomarían la batuta en la producción del valor, etc. Nosotros también enfatizamos la evolución de la forma-valor, o la evolución formal en general del capitalismo, pero no desconectada de su contenido. Si los servicios crecen lo hacen por el aumento de la composición orgánica, que es un proceso industrial, y si el trabajo intelectual se socializa, no lo hace por ser inmaterial, sino al contrario: porque lo que se socializa es la capacidad concreta (corporal, si se quiere) de producir ideología (todo como parte de la evolución del trabajo abstracto y concreto social).

Por eso para nosotros hablar de una eliminación de la industria nos parece completamente miope: la revolución cibernética no es la eliminación de la industria, es la inaudita e insólita socialización de la producción intelectual industrial (al mismo tiempo que con características artesanales) a lo largo y ancho de toda la sociedad. No es la inmaterialidad del trabajo, sino al contrario: la forma en que toma cuerpo la producción ideológica o intelectual misma (con la tecnología portátil y la internet) desde todos los lugares, en todos los momentos, y para casi cualquier cosa. Incluso el estatuto “inmaterial” de la tecnología digital es dudoso científica y filosóficamente (desde el materialismo dialéctico hasta la lingüística de Hjelmslev, pasando por la teoría de la información o la física, etc), ya que es transmisible a través de cableado y equipo tan material como cualquier otro, pasando por la composición misma de los microchips (trabajando desde con silicón hasta con electricidad), y porque las formas virtuales mismas están hechas de fotones, que son partículas (materiales) de luz (aunque tampoco decimos que sean solo y exclusivamente materiales). Como vemos, la diferencia en los enfoques tiene consecuencias enormes: mientras la tecnología portátil nos abre la posibilidad de realizar un acto desde todo lugar, y lo hace a través de una red de magnitudes industriales, estas teorías vienen a hablar de exactamente lo contrario a lo que vivimos.

Para nosotros los servicios o el trabajo intelectual en general no tienen una particularidad intrínseca (su supuesta “inmaterialidad”) que haría brotar como un manantial todas las transformaciones que vivimos en la actualidad. Son parte del aumento de la composición orgánica del capital, que produce un ejército de reserva que trabaja cada vez más en sectores distintos del industrial, que provoca una mayor caída de la tasa de ganancia, lo que obliga (de la mano de las revoluciones científico-técnicas) a una salida del fordismo y hacia una flexibilización no solo del trabajo, sino de todos los procesos de la economía (un punto en el que Van Dijk es mucho mejor que Castells), y que fracciona la división social del trabajo (incluido el trabajo intelectual), internacionalizándolo y socializándolo a lo largo y ancho de la sociedad. Es más un proceso de devenir moderno, y menos el corte limpio de una nueva etapa sin ninguna conexión histórica. Tal vez sea menos llamativo o rimbombante que anunciar una nueva era, pero creemos que es un poco más cercano a nuestras experiencias de vida.

De ahí que sean muy pocas las cosas de las que habla Imperio que estén realmente sucediendo frente a nuestros ojos (más allá de la internacionalización del trabajo), o del mismo modo son muy pocos los casos de una especie de subversión tecnológica como las que habla Castells (más allá de la socialización del trabajo intelectual). En todo caso, no deja de ser cierto que son aspectos formales que representan toda una revolución en el capital, precisamente por las revoluciones que implican ya no solo formalmente, sino en la evolución del trabajo abstracto y concreto social en general; así como la oferta y la demanda, son el ámbito inmediatamente aparente (pero esencial), que muestra una evolución en el valor. En esto, reiteramos, es mucho mejor Van Dijk que Castells: él retrata cómo son todos los procesos económicos los que se ven alterados por la revolución cibernética y digital. Es decir, no es solo en la producción de bienes de consumo (Mandel), ni tampoco solo en la realización (Harvey), sino que todos los procesos se ven acortados, flexibilizados y acelerados (como en una gran forma de plusvalía relativa: precisamente, el aumento en la composición orgánica del capital) al punto de que todos los procesos de la economía se ven economizados. Esto, y no otra cosa, es la evolución del valor: del trabajo abstracto y concreto sociales.

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