Intercambio desigual, etc

Hoy en día se habla del boom del precio de las materias primas en los últimos años, como causa del fenómeno de las economías emergentes (especialmente los BRICS), y de la actual caída de esos mismos precios como la explicación de una recaída de esas mismas economías. En esto juega cierto rol la teoría del ‘intercambio desigual’ del dependentismo, que mide la producción del valor por el precio. Creemos que tomar el precio por la producción de valor es equivocado, ya que una de las características de la relación centro-periferia es, precisamente, la capacidad de los centros industriales del globo de vender a precios unitarios muchos más bajos (gracias a una mayor productividad), y extrayendo así más valor.

“Los capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar una cuota más alta de ganancia, en primer lugar porque aquí se compite con mercancías que otros países producen con menos facilidades, lo que permite al país más adelantado vender sus mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores. Cuando el trabajo del país más adelantado se valoriza aquí como un trabajo de peso específico superior, se eleva la cuota de ganancia, ya que el trabajo no pagado como un trabajo cualitativamente superior se vende como tal. Y la misma proporción puede establecerse con respecto al país al que se exportan unas mercancías y del que se importan otras: puede ocurrir, en efecto, que este país entregue más trabajo materializado en especie del que recibe y que, sin embargo, obtenga las mercancías más baratas de lo que él puede producirlas. Exactamente lo mismo que le ocurre al fabricante que pone en explotación un nuevo invento antes de que se generalice, pudiendo de este modo vender más barato que sus competidores y, sin embargo, vender por encima del valor individual de su mercancía, es decir, valorizar como trabajo sobrante la mayor productividad específica del trabajo empleado por él.” (Marx, K. El capital. Tomo III) –subrayados nuestros-.

Esto quiere decir que precio y valor no pueden identificarse, y que lo que hay que medir es otros factores, como la ganancia o el crecimiento. Es una lectura ricardiana que no puede explicar ciertos fenómenos, como la ya mencionada apropiación de valor a través de precios más bajos, o la existencia de precios altos en contextos recesivos, etc. Por otro lado (retomando la crítica de Brenner a la teoría de los ‘sistemas-mundo’) el ‘intercambio desigual’ tiene otro problema (relacionado con el anterior), y es el traslado de la producción de valor desde la órbita de la producción económica propiamente dicha, a la órbita del intercambio comercial. Así como antes se hablaba del boom de las economías emergentes gracias a un alza de precios, y ahora se habla de su recesión por una caída, nunca se tomó en cuenta la productividad real de los países periféricos y centrales. Por ejemplo: si se analiza la tasa de crecimiento del PIB, las economías emergentes tienen una tasa de crecimiento mucho mayor a la de un país como los EEUU, aún hoy. Otro ejemplo: el porcentaje del PIB de los EEUU que se queda en EEUU es mucho menor que en los países emergentes, donde el porcentaje de su PIB que sale de sus países es mucho menor, y lo mismo con los inflows respectivos del exterior. Otro ejemplo más: los precios de las materias primas caen, pero también caen los precios de los artículos industriales (especialmente con la fuerte deflación europea y estadounidense). Y por último: desde el 2013 por primera vez en la historia el PIB de los países emergentes es superior al de las economías avanzadas, y los pronósticos son que la tendencia va a continuar.

Otra forma de comprobar que el fenómeno de los BRICS no es un fenómeno simplemente de los precios de las materias primas, es el hecho de que ya antes han habido aumentos (o caídas) de precios de materias primas por períodos prolongados, pero nunca habían producido un giro tan fuerte entre "países emergentes" y "metrópolis". En esto puede ser clave la internacionalización de la división del trabajo: el capital necesita de zonas emergentes o neocoloniales para expandir su capital, y hasta la era del capitalismo monopolista, en efecto la forma hegemónica (aunque no sin excepciones) de expansión hacia las zonas emergentes se dio a través de la producción de materias primas o agrícolas (Costa Rica es un ejemplo). Por esto Mandel habla del paso de una fase intensiva a una fase extensiva de la producción de valor. Pero en el capitalismo tardío la forma de expansión cambia, a través de la multinacional y de la internacionalización de la división del trabajo, por lo que el capital no simplemente se expande a lo largo y ancho del globo, sino que busca zonas de mayor explotación de valor (explotación de trabajo, menos costos de producción, etc). Y precisamente, la aparición de la multinacional y de la internacionalización de los procesos de trabajo ha provocado una industrialización de zonas emergentes, con una paralela desindustrialización de las metrópolis (lo cual se confirma también con los últimos datos acerca del trabajo que señala Husson). Se da una mezcla de características extensivas e intensivas. Tal vez (solo tal vez) esta sea el área hacia donde se pueda investigar porqué se da un reposicionamiento en la producción de valor en el mercado mundial.

El análisis de Lipietz[1] sobre fordismo y posfordismo y sobre las nuevas formas de la división internacional del trabajo (con sus precauciones) puede servir para entender algunos de estos procesos: en efecto Lipietz habla de un proceso de industrialización en los países emergentes basado en términos intensivos (buscando zonas de mayor explotación del trabajo). Divide los procesos en esos países como 'taylorismo primitivo' (más atrasados) y 'fordismo periférico' (los países netamente emergentes, para Lipietz), y se da una mezcla algo compleja entre estas zonas y las metrópolis: de acuerdo a la nueva división internacional del trabajo (desde el punto de vista de la multinacional), el trabajo organizacional, administrativo y directivo de los procesos de trabajo se localiza en las metrópolis, el trabajo calificado en las zonas de fordismo periférico, y el trabajo no-calificado en las zonas de taylorismo primitivo. En el esquema de Lipietz, por lo menos implícitamente, se estarían cumpliendo las tesis del desarrollismo, en el que los países fordistas periféricos estarían saliendo del taylorismo primitivo y avanzando hacia el fordismo clásico, etc. Es decir: el fordismo llegaría a ser generalizado (de ahí que Lipietz hable de fordismo global) en algún punto de este proceso.

Una de las mejores críticas proviene de un artículo de Alice Amsden en el New Left Review[2]: Lipietz estaría obviando que el proceso de industrialización de países emergentes como Brasil, México o el este asiático, no se daban en el mismo modo que en las metrópolis: no solo 1) se daba a través de la participación de las multinacionales centrales (haciendo que parte del valor fluyera hacia afuera de esos países, en el mismo modo que la dependencia clásica, por lo menos en términos de valor -no en términos de la división internacional del trabajo, como ya lo había señalado Mandel-), y 2) los países emergentes no desarrollaban un mercado interno, sino que se industrializaban para la exportación (es decir, que no contaban con un problema de demanda agregada, sino con una dependencia de la competitividad en el mercado mundial, de la demanda internacional por sus productos). Esto significa que aunque había una nueva división internacional del trabajo (la tercerización, la aparición de la multinacional) se mantenía una relación de dependencia que impedía un desarrollo idéntico al de los países centrales.

En efecto, vemos que la crítica tuvo parcialmente la razón: los países bajo el régimen de lo que Lipietz llama ‘taylorismo primitivo’ no han alcanzado nunca ni siquiera el nivel del fordismo periférico de los países emergentes: tanto unos como otros, dependen de una industrialización no con base en la construcción de un mercado interno (el avance de la acumulación originaria, la salida del modo de producción simple, el paso de la subsunción formal a la real, la salida de regímenes parceleros, etc), sino que se basa en la co-producción en conjunto con las multinacionales centrales para mercados internacionales. Amsden no niega que haya industrialización en el este asiático o en Brasil o México (por lo demás, el propio Lipietz recalca que sus definiciones son parciales), pero a través de estos aspectos formales, se mantienen las mismas relaciones de dependencia.

Lo que ni Lipietz ni Amsden pudieron prever es que se daría un desarrollo completamente distinto en el período posterior hasta la actualidad: la internacionalización de la división del trabajo a través de la multinacional, no provocaría ni una generalización del fordismo a lo largo  y ancho del globo, ni el sostenimiento de una situación más clásica de dependencia, sino una desindustrialización paralela en las metrópolis. Así, los países emergentes realmente aún no desarrollan su mercado interno al punto de poder tener procesos de acumulación del mismo tipo que las metrópolis (hay una dependencia), pero al mismo tiempo, la acumulación de valor empieza a fluir de manera mayoritaria en dirección de los países emergentes y no de las metrópolis (rompiendo con la dependencia). El desarrollismo, en cierta manera, planteaba un proceso paralelo sin cambios en la dependencia clásica (incluida la dependencia del marxismo clásico u ortodoxo): lo que vemos hoy es que las distintas regiones se desarrollan a ritmos desiguales y combinados distintos. La mezcla de aspectos intensivos y extensivos significa una movilidad (no solo espacial) de distintos procesos de acumulación. Es necesario un análisis mucho más a fondo[3]: desde el efecto de las políticas estatales en las distintas regiones hasta las formas específicas en que se han industrializado o no (de manera parcial) los países emergentes, para poder determinar el alcance de todas estas afirmaciones.

Con este breve desarrollo podemos concluir que el ciclo recesivo de los países emergentes, no es exclusivo de ellos, sino de toda la economía global; y que la simple subida o caída de precios de las materias primas se tiene que relacionar con su producción de valor, ya no al nivel del intercambio comercial mundial, sino al nivel del valor que genera para cada país. Los países BRICS se han beneficiado en sobremanera con los altos precios de las materias primas en la pasada década, no decimos que no, pero está lejos de ser el único determinante. Tampoco negamos que es probable que los países BRICS sufran un retraso en sus procesos de continuar la recesión de la economía mundial en general. No estamos augurando que los BRICS se convertirán en las nuevas potencias y que colonizarán a las metrópolis o algo por el estilo, pero sí es posible que se den una serie de cambios en la estructura internacional tal y como se la planteaban los esquemas clásicos (ya el solo hecho de que China sea potencia, aun si no pasa ningún otro cambio, es signo de esa contradicción irreparable con lo clásico). Así, básicamente dejó de existir no solo el ‘intercambio desigual’ ricardiano, sino que dejó de existir la supeditación marxista de la periferia con respecto al centro, y este nuevo escenario está muy lejos de haberse acabado con el simple señalamiento de una caída de precios. Al contrario: con los breves puntos que tocamos anteriormente, esta reversión de los patrones clásicos y de los esquemas obsoletos, se mantiene.


[1] Lipietz, A. The post-fordist world. Labour relations, international hierarchy and global ecology. (1995)
[2] Amsden, A. Third world industrialization: ‘Global Fordism’, or a new model? (1990) 

[3] Solo para dar un ejemplo: el boom de post guerra era además una continuación de la ola de expansión desde el capitalismo de libre competencia al capitalismo monopolista: como lo demuestra Mandel en su Teoría económica marxista, la formación de los grandes “oligopolios”/monopolios permitida por el propio desarrollo industrial y por la segunda revolución industrial del siglo XIX, implicaron un aumento de la fuerza laboral correlativo con el aumento de la composición orgánica (los mismos medios técnicos del petróleo y la electricidad permitieron una producción industrial cualitativamente diferente, en la que era posible concentrar una mayor cantidad de trabajadores, aumentar el output y reducir el precio unitario, etc: en general, es la contradicción entre el carácter socializado de la producción y la apropiación privada del capitalista). La situación del ‘post-fordismo’ posterior a la tercera revolución industrial es diametralmente opuesta: el aumento de la composición orgánica del capital ha implicado una reducción de la fuerza laboral. Mientras que el capital monopolista se construye sobre una época de auge (justo antes de la gran depresión y las guerras mundiales que ayudarán a depreciar el capital constante nuevamente y dar paso al boom de post guerra), el capitalismo tardío o neo-capitalista se construye sobre el período de inicio de la larga caída de la tasa de ganancia que vivimos hasta el día de hoy. Esto quiere decir que éste post-fordismo está atravesado por la circunstancia histórica del reposicionamiento de la burguesía frente a la caída de la tasa de ganancia: lo que se ha venido a llamar la época del capitalismo ‘neoliberal’.

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