Colonialismo y periferia: Latinoamérica, África y Medio Oriente

La idea de este texto es estudiar algunos puntos generales (especialmente conceptuales) que puedan ayudar a comprender la situación de los países colonizados y periféricos del globo. Por lo demás, necesitan de una investigación mucho más grande y detallada, y puede ser reformulada en cualquier forma a la luz de los datos concretos. Aunque la teoría decolonial actual no lo reconozca, creemos que la teoría marxista es la más incisiva para partir de un análisis de las relaciones coloniales; y al mismo tiempo, como lo señalábamos en textos anteriores, teorías como la del imperialismo están desactualizadas. No solo esto: además de su inactualidad, creemos que la teoría del imperialismo es incompleta, que se centra mucho más en las relaciones internas de los países metropolitanos (y en esto coincidimos con la crítica decolonial), que en las características de los países colonizados y periféricos. La diferencia que tenemos con el movimiento decolonial, es que para nosotros la teoría marxista es (todavía -e incluyendo a la teoría del imperialismo-) la mejor teoría de la cual partir para hacer un análisis del colonialismo. Lo que pasa es que es necesario no solo actualizarlas, sino dejar de lado el temor de reemplazarlas por completo (en caso de ser necesario), aunque se parta desde sus análisis.

Éste texto solo podría realmente reemplazar del todo a la teoría del imperialismo, estudiando los flujos de valorización internacionales y las formas que cobran en los países metropolitanos y coloniales en su conjunto; unos primeros intentos (verdaderos borradores) apenas de actualización (y no de reemplazo) están aquí o aquí. Lo que pasa es que la teoría imperialista busca estudiar una coyuntura específica en la evolución del capitalismo (la aparición del capitalismo monopolista), y no solamente el colonialismo o tan siquiera el paso de modos de producción pre-capitalistas periféricos al capitalismo, etc. Esto, precisamente, habla a gritos precisamente de su carácter incompleto (y ya no solo desactualizado) para entender nuestras regiones colonizadas y periféricas. Y al mismo tiempo, es necesario partir del marxismo porque es la primera y única teoría que establece un desarrollo de los países colonizados y periféricos (en las Formaciones económicas precapitalistas de Marx, es decir, en sus Grundrisse), y la que logra una teoría de la explotación colonial incluso superior a desarrollos posteriores (superior, incluso, a los desarrollos –ricardianos, para decirlo directamente- de los propios decoloniales y estudiosos de los sistemas-mundo, y antes de ellos, los propios dependentistas, que hipócritamente, critican hoy el marxismo como ‘eurocéntrico’, cuando todas sus teorías provienen de Paul Baran, quien concretamente parte de la teoría imperialista y de los desarrollos hechos por Marx). Es decir: Marx es criticado por ser ‘eurocéntrico’ cuando es más bien el primer europeo en establecer los cimientos de una teoría del desarrollo de los países colonizados y periféricos, y encima de eso, su teoría económica explica la explotación colonial mucho mejor (siendo europeo) que los desarrollos de los propios teóricos provenientes de las colonias del llamado Tercer Mundo (desde el dependentismo hasta la teoría de sistemas-mundo).

Preámbulo:

1-      Creemos que para entender el desarrollo del colonialismo y los países periféricos, es necesario estudiar el modo de producción asiático y las formas de capitalismo que surgen a partir de él. Eso nos obliga a hablar aunque sea muy generalmente sobre el polémico modo de producción asiático (algo ya iniciado aquí). Desechado no solo por el stalinismo, sino por el propio Engels (en su Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado), creo que lo mejor es referirse a los trabajos realizados por la antropología económica marxista (especialmente por Godelier). El modo de producción asiático es un concepto particularmente económico, no globalmente cultural ni político. Cuando Marx habla de la ‘inmutabilidad’ de los países bajo el modo de producción asiático, no se refiere a que esos países no hayan sufrido ningún cambio (que como sabemos, fueron frecuentes y tumultuosos, tanto en Latinoamérica como en Asia, etc), sino a que no presentan cambios generales en su modo de producción estrictamente económico (aquí adelantaremos, dicho sea de paso, una posible explicación para eso). Más aún: la existencia del modo de producción asiático (en sus Formaciones económicas precapitalistas) muestran que Marx nunca propuso un esquema único general de evolución histórica para toda la humanidad, sino que es tal vez el primer teórico y científico en proponer un desarrollo multipolar (en ese mismo sentido, y solo como acotación, esfalso que la teoría del imperialismo hable de un centro o hegemón –el imperialismo estadounidense, por ejemplo- que explique todas las problemáticas coloniales; al contrario: desde Hilferding, pasando por Bujarín y llegando al propio Lenin, todos hablan del imperialismo como multipolaridad –lean los textos originales, no encontrarán otra cosa-, y son más bien Stalin y Mao quienes insertan el discurso del ‘imperialismo norteamericano’, por lo que desde la crítica decolonial hasta la crítica de Imperio de Negri & Hardt, etc, debería dirigirse más hacia el stalinismo o el maoísmo, y no hacia la teoría imperialista o las de Marx). Esto, por lo demás, también desmiente las críticas de Marx tanto como ‘positivista’ o como ‘eurocéntrico’ (algo mucho más debatible sobre Engels).

2-      Por otro lado, las críticas de Perry Anderson o Samir Amin son sumamente débiles: Anderson tiene principalmente dos críticas: 1) que había una propiedad privada, por ejemplo, en China o India antiguas, y 2) que el Estado chino no era despótico, sino que tenía algo así como una burocracia intelectual, etc. En el caso de Samir Amin, éste critica especialmente 1) la abstracción generalizadora de proponer un modo de producción asiático para regiones tan dispares como Latinoamérica, África y Asia, y también 2) el hecho de que los modos de producción de esas regiones (que él califica como tributarias) no son ni comunales-primitivas del todo, ni están sujetas solo al Estado (donde agrega el calificativo de esclavismo -¿?- algo que ni el propio Marx hace…), sino que existe una tercera clase con propiedad que recibe rentas y tributos (razón por la que elige el modo de producción tributario). Las respuestas a Anderson son sencillas: en China se desarrolla el concepto de ‘propiedad privada’ (y aparece en las fuentes con ese nombre), pero en la práctica real no era propiedad privada absolutamente enajenable en el sentido moderno capitalista (estaba sujeta a toda una serie de restricciones efectuadas por el Estado, tal y como lo plantea Marx), por lo que ésta crítica es hacer pasar la crítica historiográfica (la aparición del término) por una crítica histórica (la relación concreta). El mismo Anderson menciona que esa propiedad privada que él trae a colación como supuestamente destruyendo la existencia del modo de producción asiático, no era individual, sino familiar, y ésta es precisamente la característica señalada por Marx para diferenciarla de la propiedad privada moderna o europeo-feudal: la existencia de una propiedad comunal o basada en la familia extendida, la relación entre los derechos de usufructo (como posesión) y la propiedad propiamente dicha. Ahora, la existencia de una burocracia intelectual en China no habla en contra de su carácter despótico en lo más mínimo: como veremos más adelante, Marx establece el carácter despótico porque existe una relación incluso más directa de dominio por parte del Estado en las regiones latinoamericanas (precolombinas), africanas y asiáticas, que en el feudo europeo (aún en la época del absolutismo). Esto lo señalan incluso autores no-marxistas como Issawi o Beinin, pero es completamente pasado por alto por Anderson. En el caso de Amin, las respuestas son igualmente sencillas: Amin critica la abstracción generalizadora del modo de producción asiático en las sociedades periféricas, solo para proponer una abstracción todavía más generalizadora: el modo de producción tributario que incluiría hasta el feudalismo europeo. Creemos que Amin hace perder toda la especificidad de las diferencias entre feudalismo y los modos de producción de las regiones periféricas, precisamente por su alto nivel de generalidad (mucho mayor que la de Marx, o que la de los marxistas que él supuestamente critica). Por último: cuando dice que el campesino pre-colombino, africano o asiático no están sometidos del todo a formas comunales-primitivas ni al Estado, sino a una forma intermedia, sin saberlo está haciendo exactamente la misma definición del modo de producción asiático que da Marx en sus Formaciones económicas precapitalistas. Por lo demás, es difícil entender a qué se refiere cuando dice que hay una sujeción estatal esclavista, algo que no menciona ni Marx ni tampoco Godelier y demás antropólogos estudiosos del modo asiático.

3-      El modo de producción asiático es tan variado y mixto como cualquier modo de producción en su forma concreta. Creemos que es útil la noción de Balibar de formaciones socio-económicas y modos de producción (aunque sin caer en otras de las formulaciones althussereanas[1]): todo modo de producción es la mezcla de distintas formaciones socio-económicas, donde alguna de esas formaciones es la dominante. Esto es importante para entender el paso del modo de producción asiático hacia el capitalismo en la Latinoamérica pre-colombina, en África o en el Medio Oriente, que como sabemos, está directamente relacionado con sus formas de colonización. No vamos a analizar el pre-capitalismo anterior a la colonia, y no vamos a analizar las especificidades internas a cada una de las regiones (la diferencia entre Centroamérica y Suramérica, o la diferencia entre el Maghreb y la región subsahariana, o entre la región persa y árabe, etc), sino que vamos a hacer puntos muy generales que creemos sean característicos de toda la región discutida. En todo caso, hay que tener en claro que esas diferencias sí existen, y que son abismales, más allá de las generalidades que compartan y que vamos a señalar aquí.

4-      Ahora, esto va a parecer engorroso, e incluso escolástico, pero va a ser muy importante para señalar muchos aspectos de la economía latinoamericana, africana y asiática (especialmente en el ámbito agrícola), por lo que es inevitable entrar en su discusión lo más detallada posible. Aquí tal vez sea necesario decir que tenemos que hablar de una conjugación de todas las variables que desarrolla Marx en sus teorías del paso del pre-capitalismo al capitalismo; es decir, que no podemos centrarnos simplemente en la acumulación originaria, o en la aparición de renta en dinero, sino que hay que conjugar todas las variables, que para nosotros, son las siguientes: 1) la acumulación originaria, 2) la teoría de la renta (en trabajo, en especie o en dinero), 3) el concepto del modo de producción mercantil simple, 4) el concepto del régimen parcelero, 5) y la teoría de la subsunción formal y real del trabajo en el capital. Todas tienen que equilibrarse como variables relacionadas entre sí, y ninguna como un eje o centro de explicación. Para dar un ejemplo: Brenner señala (en su crítica a propósito de Dobb) el que la renta en dinero (mezclada con renta en especie) del absolutismo europeo no es capitalismo, en la medida de que sigue existiendo un régimen de tributo feudal. Y sería una especie de subsunción formal del capital, una forma de producción mercantil simple, y forma parte de una acumulación originaria dentro de la desaparición del régimen parcelado del feudalismo clásico. Ahora, si en lugar de un régimen feudal se diera la liberalización mercantil de la economía (la enajenación absoluta de la propiedad privada individual, la existencia de trabajadores ‘libres’ de vender su fuerza de trabajo, la comercialización generalizada, la desaparición total de la renta en especie por la renta en dinero, etc), entonces esa misma relación que Brenner señala (la existencia de renta en dinero) se convertiría en una relación capitalista, ya no feudal. Por eso no hay que confundir la existencia de relaciones salariales o monetarias en el medioevo o la antigüedad, con la aparición del capitalismo; son su germen, pero no representan la existencia de un modo de producción capitalista.


Aplicación:


5-      La colonia latinoamericana es radicalmente distinta de la colonia en África o en Medio Oriente: podemos empezar por decir que mientras en Latinoamérica la institucionalidad comunal es sustituida completamente por una institucionalidad colonial ligada a sus respectivas coronas, en África y el Medio Oriente la colonización se da implantando relaciones capitalistas dentro de la relación tradicional existente. Es decir: en África y en Medio Oriente no se da la creación de instituciones como el cabildo o el virreinato tal y como se da en Latinoamérica, con sus relaciones recíprocas como centros locales o regionales, etc, en un aparato institucional burocráticamente complejo o indirecto, sino que se usa el poder del Estado colonial tal y como existe en sus relaciones directas con los distintos grupos de poder político y económico. Ésta diferencia es crucial, básicamente porque: la centralización política del Medio Oriente y África provoca (dialécticamente) su fragmentación recíproca en el plano económico, y porque la descentralización política en la colonia latinoamericana (la formación de toda una institucionalidad colonial a lo largo y ancho de los territorios ocupados, en lugar de simplemente un mando inmediato desde el Estado central) produce recíprocamente su centralización económica (la centralización de la acumulación). En Latinoamérica los líderes regionales son sustituidos por colonos como representantes del Estado colonial, mientras que en África y el Medio Oriente el Estado colonial se apoya directamente en los líderes de villas o terratenientes locales, mientras que los colonos son propietarios de tierras, etc. Ahora, los grados de fragmentación económica y centralización política son abismales entre todas estas regiones: la capacidad de centralización política en África era mucho menor que la que existía en el Medio Oriente, o en el sur o el centro de África mucho menor que en el Maghreb, etc. Precisamente estos grados mayores y menores de centralización política son los que explican los distintos abordajes por parte de los colonos, y sus posibilidades de instaurar modelos más complejos o simplemente basarse en los modelos de sociedad existentes en el momento de su ocupación. Necesitamos tener en cuenta estos grados más adelante, cuando hablemos del desarrollo específicamente capitalista en los países periféricos.

6-      Y esto va a afectar la tipología de formas de tenencia de la tierra, la cual es muy distinta, y además, evidencia precisamente la diferencia señalada por Marx (en su Formaciones económicas precapitalistas) para establecer el modo de producción asiático: como recordaremos, el modo de producción asiático se diferencia del feudalismo en que mientras en el feudalismo el señor feudal es dueño de la tierra, y solo en cuanto dueño de la tierra, se convierte en señor de los campesinos (convertidos en vasallos) que viven en ella, en el modo de producción asiático es el Estado el que como representante de la comunidad, se vuelve tasador (rentista) de la tierra donde vive la comunidad. Esto produce una diferencia económica enorme (obviada, claramente, por Anderson o Amin, y en general por la mayoría de los economistas fuera de la antropología económica marxista): todas las distintas tipologías de tenencia de la tierra y de propiedad (incluso privada) en el Medio Oriente y África, están mediadas por el Estado en tanto representante de la comunidad, y en Latinoamérica también, en el caso de la encomienda (que como recordaremos, es la propiedad del colono no sobre la tierra, sino sobre los pueblos indígenas mismos, y solo a través de estos, de la tierra donde viven). En el modo de producción asiático, no se puede oponer la propiedad comunal a la propiedad del Estado, e incluso a la propiedad privada pre-capitalista, ya que son la misma cosa: el Estado es dueño de toda la propiedad, pero existe una propiedad comunal en tanto derecho de usufructo, con una alienación parcial (siempre regulada por el Estado), y cuando existe propiedad individual (el terrateniente árabe o africano, etc) es en tanto tierra tasada por el Estado (otorgada directamente por el Estado). Como lo señalan incluso historiadores no-marxistas, a diferencia del feudalismo europeo, el terrateniente del Medio Oriente o África recibe rentas de regiones dispersas o fragmentadas dentro del territorio del Estado: en lugar de estar asentado en un territorio (como el señor feudal europeo, como propietario de la tierra), es propietario del derecho a cobrar una renta al campesino (razón por la que siempre media el Estado); en lugar de existir un mecanismo de derechos y deberes recíprocos entre señores feudales y distintas autoridades estatales, recibe directamente del Estado su derecho a cobrar esa renta. En Latinoamérica se desarrollará mucho más la pequeña y mediana propiedad privada de la tierra en un sentido capitalista (no feudal ni precapitalista, como se podría concluir desde algunas formulaciones de Torres Rivas o Medina Echavarría, etc), con mecanismos económicos como el arrendamiento, la aparcería o directamente la proletarización a través del jornal, etc (y sus distintos grados y diferencias de clase en el campo: como el arrendamiento por períodos en oposición al arrendamiento puro, o el rentismo del pequeño-mediano campesino alternado con su propia sujeción al pago de una renta, etc). En cambio, en África y Medio Oriente el terrateniente obtiene renta de la tierra por mediación de su poder sobre la comunidad (ya sea como jefe de la villa comunal o como representante instalado por el Estado en cuanto último terrateniente y propietario de la tierra): se da el arrendamiento, pero en mucho menor escala que en Latinoamérica, y se extraen rentas en dinero a través de la fragmentación comunal (basada especialmente en la familia extendida) de la posesión. Eso quiere decir que la diferencia señalada por Marx entre la propiedad de la tierra y la representación de la comunidad, explica la diferencia entre una centralización política que se fragmenta económicamente (en África y Medio Oriente), y una descentralización política que se centraliza económicamente (en Latinoamérica). Esto tendrá implicaciones muy importantes para el desarrollo del capitalismo (y para la política) moderna de esas regiones.

7-      Esto permite que en Latinoamérica se de una oposición como la que existe entre las encomiendas y las mercedes reales, en oposición a la simple tributación y cobro de rentas en África y el Medio Oriente. Esto va a permitir una mayor subsunción real del capital en Latinoamérica, en oposición a la subsunción meramente formal, y por lo tanto, el grado de penetración de relaciones específicamente capitalistas (lo cual va a explicar los grados de desarrollo que presentan todas estas regiones entre sí hoy en día). Mientras que en Latinoamérica las encomiendas irán desapareciendo como último vestigio de relaciones comunales primitivas del modo de producción asiático (sometidas, claro, al poder y la extracción de valor coloniales), en el Medio Oriente y especialmente en África persistirá la ley consuetudinaria de la comunidad con mezclas de subsunción formal y real capitalistas. En todas estas regiones la acumulación originaria o primitiva será terriblemente débil, por lo que habrá una gran existencia de un pequeño o mediano campesinado, con fluctuaciones históricas muy diversas: por ejemplo, el Pan-Arabismo nacionalista realizará una reforma agraria que fragmentará mucho más la tenencia de la tierra en comparación a períodos anteriores o posteriores, mientras que en Centroamérica la desaparición del pequeño y mediano campesino será más gradual, etc. En Latinoamérica el régimen parcelero será todavía más común en las regiones donde los hacendados no hayan logrado desarrollar un latifundio extensivo de corte clásico más agudo, mientras que en África y Oriente Medio el terrateniente (heredando esto de la relación de propiedad del modo de producción asiático) se convertirá en rentista de la tierra y no en simple tributario, pero sin hacer desaparecer la posesión comunal basada en el parentesco; un grado intermedio de subsunción real del capital, pero con una productividad mucho menor debido a la fragmentación comunal del suelo. En general, tanto en Latinoamérica como en África y Medio Oriente, la productividad agrícola será mucho menor precisamente por este grado intermedio entre la subsunción formal y la real (entre la extracción de plusvalías absolutas y relativas): no es subsunción formal porque ya hay relaciones plenamente capitalistas, pero no son relaciones plenamente capitalistas en un sentido desarrollado porque no hay acumulación originaria en el sentido clásico (y por lo tanto, las demás variables: no hay renta en dinero en sentido clásico, ni salida total del régimen mercantil simple, no hay salida total del parcelamiento, etc). Eso no quiere decir que entonces las regiones discutidas aquí (Latinoamérica, África y Medio Oriente) sean ‘pre-capitalistas’, y esto es lo que el esquematismo del marxismo ortodoxo nunca entendió: así como Brenner discute una renta en dinero feudal, como un grado de avance hacia el capitalismo en el feudo europeo, así existe un grado de subsunción formal que sirve de atrasopara el capitalismo latinoamericano, africano y asiático. El terrateniente africano o de Medio Oriente no modifica los medios de producción de su propiedad, y otorga un derecho de usufructo (informal o por medio del arrendamiento) a la posesión comunal-primitiva del campesino (volviendo toda la productividad más atrasada, y un grado más atrasada en África que en Oriente Medio, debido a las mismas razones); el terrateniente latinoamericano logra crear el latifundio extenso (mucho menos en Centroamérica que en México o Suramérica), pero la mayoría de la productividad sigue siendo del pequeño y mediano campesino (volviendo la producción más atrasada que la de países desarrollados, pero mayor que la de África y Oriente Medio).

8-      Asimismo, el comercio latinoamericano será realizado a partir de centros locales y centrales coordinados por el Estado colonial (como los cabildos, y de estos a los virreinatos, etc), mientras que en África y Medio Oriente serán los terratenientes mismos los que directamente se encarguen del comercio, funcionando entonces como tributadores del Estado, terratenientes y comerciantes todo al mismo tiempo. Volvemos a nuestro primer punto: la centralización política que fragmenta económicamente, y la descentralización política que centraliza la acumulación económica; en Latinoamérica el poder político es más mediado o indirecto (a través de distintas formas de burocracia estatal colonial), y esto hace que se concentre el comercio en estos centros, mientras que en África y Medio Oriente el poder político es tan inmediato y directo (por parte del Estado colonial directamente sobre los líderes de villas o terratenientes designados por él mismo como Estado) que la acumulación comercial se disgrega entre los distintos encargados del comercio (los propios terratenientes y recolectores de tributos). Esto tiene importancia para entender el grado de acumulación capitalista que se logrará en estas regiones, y por lo tanto, el grado de penetración del modo de producción capitalista mismo (con consecuencias políticas que señalaremos más adelante): el paso de una subsunción formal a una real, de la mano de la débil aparición de la acumulación originaria o primitiva, y de la mano de las distintas formas de aparición de la renta en dinero, de salida del modo de producción mercantil simple, etc (es decir, de todas las variables tal y como lo mencionábamos en el preámbulo) explican que no exista un grado de acumulación lo suficiente (ni desde el artesanado/manufactura o del capital comercial) para el paso de un capital capitalista atrasado a uno propiamente industrial, lo cual explicará el carácter progresivo de ciertas fracciones de las burguesías anti-coloniales de estas regiones, y el carácter reaccionarios de otras, pero no en un sentido unilateral, sino dentro de distintas composiciones económico-políticas. Y todo esto se desprenderá del carácter del capital comercial, no solo por la configuración interna de ese capital (centralizado aquí, descentralizado acá), sino por la supeditación colonial misma, que impide el desarrollo de un mercado interno, y que vuelve a estas regiones básicamente en importadores y exportadores de todo lo que producen y consumen.

9-      Marx explica muy bien este estancamiento en su análisis de la subsunción formal en el Capítulo VI (inédito), y precisamente donde habla de la posibilidad de existencia de relaciones de explotación salariales o comerciales, pero que no son todavía capitalistas: “La forma limitada que impide a su peculio funcionar como capital se manifiesta además en que de hecho se ha fijado un máximo para el volumen que puede alcanzar el valor de su capital. (…) A excepción de sus trabajos para los comerciantes, trabajaba por encargo, con vistas al valor de uso inmediato, y conforme a ello también estaba reglamentado el número de los maestros. No se enfrentaba como mero comerciante a sus trabajadores. Menos aun puede el comerciante transformar su dinero en capital productivo; sólo puede “encomendar” las mercancías, no producirlas por sí mismo. No el valor de cambio en cuanto tal, ni el enriquecimiento en cuanto tal, sino una existencia conforme a su posición social, se presenta aquí como el objetivo y el resultado de la explotación de trabajo ajeno. Lo decisivo es aquí el instrumento. En muchas ramas del trabajo (por ejemplo en la sastrería), los clientes mismos proporcionan la materia primera al maestro. Es ley aquí limitar la producción ajustándola al total del consumo previamente existente; no se la regula, pues, por los límites del capital mismo. En la relación capitalista desaparecen esas limitaciones juntos a las ataduras político-sociales dentro de las cuales aún se mueve el capital y donde, por consiguiente, todavía no aparece como capital.” Aquí existe entonces una relación salarial, una especie de subsunción formal o un modo de producción simple, y que además de no ser capitalista, está impedido de desarrollar la industria aun con relaciones comerciales. Creo que esta situación caracteriza al comercio y la producción agrícola (además de la manufacturera) en las regiones coloniales: entran dentro del capitalismo en la medida que todo entra (progresivamente) dentro del ámbito de la comercialización, pero tienen un límite en cuanto a la producción de valor que les impide pasar del comercio y de la agricultura, a la industria capitalista moderna. Asimismo, existe el trabajo realizado por Takahashi, precisamente en la discusión de la transición del feudalismo al capitalismo (solo que centrado en los países metropolitanos), donde se discute exactamente el capítulo XX del tomo III de El capital: existirían dos formas de abordar la mercantilización de la economía, 1) una desde el pequeño-propietario que busca pasar al capital comercial, y 2) desde el capital comercial que busca apropiarse de la producción industrial existente. Estas dos vías (según la tesis de Takahashi) marcarían precisamente la diferencia entre las revoluciones burguesas ‘por abajo’ (Inglaterra y Francia, etc), y aquellas que se dan ‘por arriba’ (Alemania, Japón, etc). Nótese, por ahora (ya que esto implica un trabajo de investigación que se sale completamente de éste texto), que indican exactamente la misma diferencia que estamos señalando nosotros alrededor del capital comercial: terratenientes agrícolas que se encargan de su propia comercialización (producen para el mercado) a través de centros comerciales, y terratenientes agrícolas que son ellos los ‘centros’ comerciales mismos, y por lo tanto, no solo impiden que la artesanía y manufactura local (ligada, en este caso, a la comunidad primitiva) produzca para el mercado en general, sino que se apropian de una mayor parte de la ganancia comercial que iría a parar a los centros del capital comercial autónomo propiamente dicho.

10-   Gracias a la elaboración de Takahashi, podemos ser todavía más específicos: no se trata de que en África o en Medio Oriente no existan ‘centros’ comerciales (las ciudades, por ejemplo), sino de que ese capital comercial nunca pasa a apropiarse directamente de la producción agrícola o manufacturera: el terrateniente-comerciante es más un intermediario entre los productores directos y los centros comerciales que el dueño propiamente dicho del proceso productivo mismo; es un comerciante que tiene poder sobre la producción agrícola o la  manufactura (y en este caso, siendo todavía más exactos: un tasador de impuestos/terrateniente en donde el impuesto y la renta son indiscernibles), y no un industrialista que produce para el comercio. En Latinoamérica, en cambio, el terrateniente produce para el mercado comercial en general, y el capital comercial centralizado y autónomo es el intermediario en su proceso de valorización, no el terrateniente. Esto nos ayuda a ser más exactos acerca de por qué hablamos de grados divergentes de transición entre la subsunción formal y la real: en Latinoamérica el terrateniente es propietario directo de la tierra (renta absoluta y plusvalías relativas propias de la subsunción real), pero predomina la pequeña y mediana parcela agrícola (comercializando excedentes tal y como en la subsunción formal), mientras que en África y Medio Oriente el terrateniente recibe su renta pero sin transformar el proceso productivo comunal (una renta absoluta sin plusvalías relativas), y se encarga también de comercializar excedentes (tal y como en la subsunción formal).

11-   Ese último punto nos ayuda a ser más claros: sabemos que existen distintos regímenes de tenencia de la tierra (privada, estatal, incultivada, comunal, etc), y que existen distintos regímenes a lo interno de cada uno de estos tipos de tierra (el latifundio industrializado, el latifundio fragmentado, las villas en tierras del estado a través de representantes –convirtiéndolos virtualmente en latifundistas pero por vía estatal-, las tierras comunales también tasadas por representantes, etc), con sus respectivas dinámicas (grandes estados industrialiados, otros fragmentados por productores organizados alrededor de clanes, o por el simple parcelamiento de aparcería, donde los usufructuarios tienen una especie de grado intermedio de propiedad de alienación parcial y herencia que fragmenta la tierra), sus respectivas formas de extraer el cobro de impuestos/rentas (individuales o comunales, por arriendo –renta fija- o aparecería, etc), y con sus flujos de valor (el impuesto y la renta son virtualmente inseparables, por lo que el representante estatal que es al mismo tiempo jefe de una villa, es también un virtual latifundista tanto por vía estatal como primitiva), etc. Toda esta complejidad no puede ser reducida. Pero no podemos todavía sacar conclusiones más generales sin conocer por ejemplo las proporciones estadísticas de cada uno de estos regímenes. Lo que sí podemos afirmar, por ejemplo, es que la simplificación de los flujos de valor (el que los jefes de villa y terratenientes sean al mismo tiempo recolectores de impuestos, al mismo tiempo, se encarguen de la comercialización), implica una proliferación de puntos de concentración del valor (una caída del margen comercial entre el comerciante y el productor directo campesino), lo que hace que más cantidad de valor se quede en intermediarios (en África apenas el 40% de los impuestos llega hasta el Estado), y que el campesino sea más explotado (recibe menos valor). Implica además que en oposición a Latinoamérica, en África y Medio Oriente se sigue intercambiando producto en concepto de renta (tanto al terrateniente –quien lo comercia- o al estado –a través de ese terrateniente que paga después el impuesto basado en esa apropiación-), lo que implica una supervivencia de la renta en especie (lo que lo pone detrás de la subsunción formal), y al mismo tiempo, es subsunción formal (y por lo tanto, un grado del modo de producción mercantil simple) porque es comercialización de excedentes. Como vemos, categorías como la renta en especie y en dinero, y la subsunción formal y real, se entremezclan y forman grados mixtos o transicionales entre sí, que explican formas desiguales y combinadas de desarrollo. Ya podemos ser más claros a partir del punto anterior: como vimos, a pesar de haber un radio de latifundio-minifundio relativamente similar en todas estas zonas, existe una gran diferencia entre la capacidad de obtener plusvalías relativas en Oriente Medio y África, y habría que establecer si se debe al hecho no solo de no modificar el proceso productivo técnico-social (como lo diría tal vez una posición más ortodoxa), sino que hay que plantearse la posibilidad de que se deba a ese hecho de mezcla entre comercialización, renta e impuesto: es decir, la incapacidad de articular un sector comercial con mayor concentración y centralización de la acumulación, lo que pondría en un plano más general los intereses del campesinado de Oriente Medio y África. Esto, en todo caso, es adelantar una vía posible de investigación, y tiene que ser más cuidadosamente estudiada.

12-   Sería muy interesante analizar todas las variaciones (arrendamiento puro o en períodos, el pequeño o mediano campesino que paga una renta en dinero pero al mismo tiempo cobra una renta –en arriendo o aparcería- a un campesino sin tierra, la evolución de la relación entre la tierra de pastoreo y la tierra arable como relación inversa entre la parcelación y la gran propiedad latifundista, etc), ya que sí afectan la evolución de la agricultura y por lo tanto, la penetración del capitalismo, y en especial, los distintos intereses políticos a la hora de defender unas u otras formas de acumulación (todo lo cual se sale del objetivo más inmediato de este texto). La persistencia de las formas comunales (en África y Oriente Medio) o de la pequeña y mediana propiedad (en Latinoamérica) se puede explicar precisamente por el poder de resistencia del campesino. Pero no es necesariamente una resistencia ‘atrasada’ en oposición a la ‘avanzada’ acumulación originaria; por ejemplo: cuando las cifras de los distintos programas agrarios africanos demuestran que la productividad agrícola de las tierras basadas en la propiedad comunal es mayor a la productividad de las tierras basadas en la propiedad individual, esto sucede por una razón sencilla: las formas de propiedad comunal son mucho más cercanas (en su primitividad) a las formas de producción agrícola de gran escala (modernas), precisamente porque la tierra está menos fragmentada, porque existe una mayor inversión de trabajo humano, porque existe una división del trabajo más compleja, etc. Esta posibilidad en Latinoamérica es menor por la extensión de la propiedad individual (las mercedes reales) en oposición a la desaparición continua de la encomienda comunal. Por eso en África o Medio Oriente los ‘modernizadores’ (a través del intento de formalizar la propiedad individual) más bien atrasan la productividad agrícola, y en Latinoamérica es la resistencia campesina por la posesión de sus tierras (gradualmente decreciente) la que atrasa (en términos productivos, valga recordarlo) la inserción de formas agrícolas en gran escala con mayor productividad. El carácter arcaico de ciertas formaciones es más progresivo en términos de acumulación que otras formas más supuestamente adelantadas: por eso en cierto sentido los jefes tribales o de villas africanos o de Oriente Medio se puede decir que están defendiendo formas de acumulación superiores (algo que les da apoyo por parte de las comunidades locales –aun si están siendo sometidas a su explotación o su mando autocrático-), mientras que en Latinoamérica los intentos de instalar formas más extensivas de producción agrícola son los que mejoran la acumulación (en detrimento de la condición campesina). En general estamos hablando de una forma intermedia entre la subsunción formal (la plusvalía absoluta: la comercialización del plusproducto agrícola), y la subsunción real (la plusvalía relativa: la renta en dinero clásica basada en el latifundio y los métodos de producción agrícola a gran escala). No es subsunción meramente formal, en la medida de que estamos hablando de formas de producción en la que el medio de producción (la tierra) pertenece al terrateniente y no al campesino, pero no es subsunción real porque esta desposesión del campesino en favor de la propiedad del terrateniente, no se traduce en una organización latifundista pura de la producción, sino en el parcelamiento de su propios medios de producción (su tierra) a través del derecho de usufructo o posesión del campesino o la familia extendida campesina, etc (en forma de aparcería, arriendo –renta fija-, etc).

13-   Por ejemplo: en Latinoamérica serán los hacendados de las grandes mercedes reales convertidas en latifundios extensivos, los que presionen por una mayor inserción del comercio capitalista en la economía colonial,  y por lo tanto, una mayor liberalización económica y política (el independentismo liberal latinoamericano). En cambio, en África y en Medio Oriente, los hacendados estarán menos preocupados por una acumulación centralizada a través de una liberalización económica y política (por impulsar la democracia republicana en Medio Oriente o África), porque su acumulación comercial particular es lo suficientemente fuerte (para sus propios intereses –reproducción simple-), y lucharán entonces por formas reaccionarias (los líderes tribales o terratenientes que buscan monarquías islámicas en África y Medio Oriente). Por eso en Latinoamérica los sectores desligados de la producción (los rentistas improductivos) serán los sectores más conservadores y reaccionarios, mientras que en el Medio Oriente y África será todo lo contrario: serán los sectores ligados al rentismo estatal (los militares o los intelectuales, trabajadores públicos, etc) quienes impulsarán el desarrollo de relaciones netamente capitalistas (los movimientos nacionalistas africanos y asiáticos). Esto explica el avance democrático-republicano en Latinoamérica, y el atraso de la democracia en África y Medio Oriente: mientras que el sector directamente interesado en la acumulación en Latinoamérica es, precisamente por eso, el más interesado en la liberalización económica (y por lo tanto, en la existencia de libertades democráticas que permitan la comercialización generalizada, etc), el sector directamente interesado en la acumulación  y valorización en África y Medio Oriente realiza su acumulación precisamente a costa de que no existan esas libertades democráticas; mientras que el comercio latinoamericano está más relacionado con el poder político colonial centralizado, y el hacendado necesita de esta mediación para su propia acumulación, en África y el Medio Oriente el comercio lo realiza el terrateniente mismo, por lo que no tiene necesidad alguna de mediadores. Esto explica también la dependencia del Estado (el ‘paternalismo’) en Latinoamérica, y el clientelismo y la informalidad consuetudinaria que reina en Medio Oriente y África. Son dos caminos distintos para el mismo problema de impulsos y estancamientos en los procesos de valorización y acumulación.

14-   Por  eso esto no quiere decir que los hacendados latinoamericanos sean pro-desarrollo y los terratenientes asiáticos o africanos sean ‘atrasados precapitalistas’: los líderes de villas o terratenientes de Medio Oriente y África detienen la aparición de la democracia precisamente por hacer avanzar la subsunción real del trabajo en el capital. Es decir: ellos tienen directamente el mismo interés que el gran hacendado independentista en su lucha por la liberalización de la economía, solo que por su configuración económica y política específica y particular, tiene una dirección política radicalmente distinta. Esto lo demuestra la política agrícola del nacionalismo Pan-Árabe o los sectores progresivos en África, los cuales se han esforzado por reformas agrarias donde se parcela la tierra (frenando la subsunción real y una agricultura más avanzada), mientras que los líderes tribales y terratenientes son los que impulsan el latifundio. Los sectores progresistas creen que es la propiedad privada individual la que produce el capitalismo por sí mismo, en oposición a las formas comunales (lo cual es desmentido por las cifras de los mismos programas agrarios africanos y del Medio Oriente), mientras que los líderes tribales mantienen el derecho consuetudinario primitivo al mismo tiempo que acumulan ya no tributos, sino renta de la tierra. Aquí solo es posible aplicar la teoría del desarrollo desigual y combinado (de Trotsky) tal y como se desprende de los análisis antropológicos-económicos de Marx: recordemos que el régimen asiático para Marx es reformulado en su Carta a Vera Zasulich de 1881, donde habla de la posibilidad de una revolución en Rusia precisamente por el carácter avanzado de la propiedad primitivo-comunal: en una inversión que solo puede entenderse de manera dialéctica, la mezcla de esta propiedad primitiva con el desarrollo industrial incipiente en la Rusia zarista, permitiría la colectivización de la tierra, etc (esto será reiterado en el prólogo a la edición rusa del Manifiesto Comunista). Esto es lo que retomará Trotsky para su teoría de la revolución permanente: un desarrollo desigual y combinado entre aspectos atrasados y avanzados. Lo mismo vemos en el caso del colonialismo y los países periféricos: lo que impulsa la acumulación capitalista en Latinoamérica es la liberalización democrática, mientras que en África y Medio Oriente lo hace la autocracia; en ambos casos: es un problema capitalista (tal y como lo señalan una y otra vez los teóricos e intelectuales asiáticos y africanos, en oposición al discurso occidental del ‘atraso’, del ‘medioevo’ y de la ‘religión’).

15-   Así, el capital comercial se vuelve la clave para comprender los posicionamientos de los distintos sectores: las burguesías de todas estas regiones se supeditan a este funcionamiento precisamente porque es a partir de él que generan su acumulación. Así el hacendado latinoamericano, en la medida que está sometido a un proceso de acumulación donde la comercialización de su propio producto depende del capital comercial (desarrollado por sectores ligados al mercado internacional, o incluso directamente por capitales extranjeros). Los terratenientes latinoamericanos pasan a defender una acumulación avanzada (una subsunción real del capital agrario) a través del Estado, o mejor aún: a través de un capital comercial altamente centralizado a través de la institucionalidad (lo que implica su supeditación al capital comercial); los terratenientes africanos y de Oriente Medio pasan a defender una acumulación avanzada también, con una supeditación al capital comercial también (solo que el capital comercial son ellos mismos), en completo distanciamiento de cualquier institucionalidad formal. En ambos casos, el capital comercial se vuelve la clave en la medida que es el capital comercial el ligado a los mercados internacionales, y por lo tanto, sometido a la división internacional del trabajo que somete a los países colonizados a comprar la manufactura desarrollada, y vender sus materias primas y productos agrícolas (todo en beneficio, precisamente, de ese capital comercial –al que se suma, por supuesto, el bancario: el capital dinero-). Como lo explica la cita de Marx que reproducimos antes: en lugar de existir un capital-dinero que opere simplemente por el valor de cambio, irrespectivamente de su uso, y pueda simplemente valorizarse por su propia valorización en cualquier medio (la forma netamente capitalista y desarrollada), el capital-dinero se mantiene atado a sus valores de uso específicos (agrícolas, comerciales, etc) sin convertirse en capital-industrial, y mucho menos sin un sector financiero autóctono plenamente desarrollado (recordando la diferencia entre la banca y la finanza propiamente dicha, tal y como la establece Hilferding). O en otros términos: los sectores burgueses no son todos progresivos en oposición a un feudalismo (como lo planteaba en cierta forma la teoría imperialista y el propio Marx), sino que dependen de su no-relación con el capital comercial, o mejor aún: de la composición específica del capital comercial: en Latinoamérica serán los sectores pequeño-burgueses con aspiración a convertirse en burgueses, en África y Medio Oriente los rentistas del Estado con la misma aspiración; en Latinoamérica la transferencia de valor desde los sectores exportadores hacia los manufactureros/industriales se da a través de un capital comercial autónomo y ligado a una institucionalidad político-estatal, mientras que en África y Medio Oriente la transferencia de valor desde la exportación hacia las manufacturas/industrias solo lo puede realizar el Estado de manera directa (en la medida que el comercio está vinculado directamente al modelo exportador). Así hay un sector comercial y burgués manufacturero/industrial interesado directamente en la industrialización y la creación de un mercado interno en Latinoamérica, mientras que la división entre el sector comercial y manufacturero/industrial en África y Medio Oriente hace que todos los intentos de liberalización económica y política que permitan el desarrollo de la industrialización y el mercado interno pasen por una supeditación del sector manufacturero/industrial a los rentistas estatales (militares, etc) como única posibilidad de romper con el modelo exportador. Por eso los gobiernos post-coloniales africanos y de Medio Oriente estarán tan interesados en la industrialización, así como la pequeña-burguesía reformista y populista en Latinoamérica: se vuelven estos la vanguardia (a lo interno de la burguesía, no en la sociedad en general) interesada en la creación de un mercado interno e industria autóctonos (con ellos mismos a la cabeza, claro); los hacendados agrícolas latinoamericanos pasarán de ser demócratas independentistas a defender simplemente el status quo que mantiene sus procesos de valorización y acumulación (aun si esto implica retroceder en la democracia: las dictaduras), frenando toda posibilidad de desarrollo de un mercado interno y una industria regional, y los hacendados africanos o de Oriente Medio pasarán a impedir el desarrollo de cualquier tipo de democracia, en la medida de que son ellos mismos quienes controlan todo el proceso de valorización y acumulación (fragmentando la posibilidad misma de existencia de Estados republicanos en África y en Medio Oriente).

16-   En el Medio Oriente y África, el Estado (los rentistas) necesitan recaudar impuestos para cumplir con sus deudas crediticias, etc, lo que los opone a los comerciantes (extranjeros o autóctonos), y en especial a los terratenientes-comerciantes, etc. En Latinoamérica se da exactamente lo mismo (el endeudamiento crónico y la dependencia de la tributación comercial), pero no es simplemente el sector rentista, sino el pequeño-burgués manufacturero (con aspiración industrial) o comercial el que tome la batuta de la industrialización y el mercado interno. El redoblamiento africano y asiático se da porque el sector comercial fragmentado entre los terratenientes, muy diferente al sector comercial autónomo latinoamericano, hace que el patrón de acumulación necesite del rentista como fuerza política. Esto se debe no solo a una colonización tardía de Asia y África simplemente, sino precisamente a esta diferencia en la composición del capital comercial heredada por los distintos modos de colonización con respecto al modo de producción asiático autóctono. Pero esto no se tiene que confundir con niveles de industrialización y/o comercialización exclusivamente, sino con sus patrones de acumulación y su distribución entre sectores y actores políticos: la industria extractiva del Medio Oriente (e.j.: el petróleo) es incomparable con la de Latinoamérica en términos de valorización y acumulación, pero su control por parte del Estado, por ejemplo, es impensable en la mayoría de la historia de Latinoamérica. En Oriente Medio y África hay centros de concentración para el capital-comercial, y están tan ligados a capitales extranjeros tanto como en Latinoamérica: ¿cuál es entonces la diferencia? Que los capitales comerciales autóctonos están fragmentados entre los terratenientes (razón por la cual los capitales extranjeros comercian directamente con ellos), y que en Latinoamérica el capital-comercial es relativamente más autónomo con respecto al capital agrícola (aunque siempre dentro de un modelo predominantemente agro-exportador). El Estado tiene un lugar entonces particular: en Latinoamérica se convierte en medio para la expansión de la valorización y la acumulación de un sector autónomo distinto del Estado, y en África y Oriente Medio se convierte en medio para la valorización y la acumulación mismas de un sector directamente ligado al rentismo, lo cual explicaría en mucho mayor medida la gran diferencia entre los intentos de industrialización en todas estas regiones: mientras que en Latinoamérica muchos de estos intentos son detenidos por la oligarquía terrateniente (por vía de dictaduras), en Oriente Medio y África es el autoritarismo estatal mismo el que mantiene la nacionalización (decreciente) de la industria aún hasta nuestros días; en Latinoamérica el autoritarismo hace su entrada para detener los intentos de industrialización y creación de mercado interno, y en Oriente Medio y África es el autoritarismo lo que lo posibilita. Hay que recordar que el germen del capitalismo es el capital mercantil (comercial) y usurario (capital a interés). Estamos hablando de formas diversas en las que distintos capitales-dinero buscan entrar en procesos completamente indiferentes de valores de uso y de autovalorización pura y simple, y los modelos agro-exportadores del colonialismo producen una distribución desigual de ese capital-dinero a lo interno de las sociedades: son los sectores menos directamente involucrados en la acumulación de ese capital-dinero (los perdedores de la competencia, los supeditados a los modelos agro-exportadores) los que buscarán hacer ‘progresar’ la inserción del capitalismo con el fin de pasar a un proceso de autovalorización (mejorar su propia acumulación en oposición a los sectores hegemónicos que tienen como fin exactamente lo mismo).

17-   Los movimientos independentistas de Medio Oriente o África (en un primer momento) trabajan en conjunto con los capitales comerciales coloniales (en una forma de neo-colonialismo), en vista de su alejamiento del capital comercial autóctono centrado alrededor del terrateniente agrícola, y en Latinoamérica los intentos de industrialización cuentan con el apoyo de fracciones del capital comercial pequeño-burgués urbanos, y serán las fracciones comerciales ligadas al modelo agro-exportador las que se opongan a cualquier intento de transformar dicho modelo. Tanto la posición del Estado (basado en aranceles y endeudamiento), como la existencia de un modelo agro-exportador, como el control extranjero sobre la industria fabril, están todos presentes en todas estas regiones. Es la organización del capital comercial (heredada desde las formas de colonización e inserción del capitalismo en sus modos pre-capitalistas) lo que crea una ruptura en cuanto al posicionamiento político de los distintos sectores (burgueses). El hecho de que en África y Medio Oriente no sea el capital comercial autóctono el directamente interesado en la industrialización y la salida del modelo agro-exportador, produce la necesidad (para el capital comercial extranjero) de la aparición del rentista-estatal como vanguardia del desarrollo del capital industrial africano y de Oriente Medio; y el hecho de que en Latinoamérica exista un capital comercial autóctono directamente interesado en el desarrollo del capital industrial latinoamericano, el que lo opondrá al capital comercial extranjero que monopoliza el modelo agro-exportador.


18-   Eso quiere decir que los sectores ‘progresivos’ en África y Medio Oriente son por lo general rentistas, y en Latinoamérica lo son sectores directamente involucrados en la producción de valor. Los sectores rentistas en realidad están interesados en la valorización capitalista (movimientos nacionalistas pro-industrialización, etc) precisamente porque la valorización africana o de Oriente Medio está mediada directamente por el Estado (de ahí que la única diferencia entre la industrialización del Imperio Otomano o de Egipto en el siglo XIX y la de los movimientos Pan-árabes en Medio Oriente y el Maghreb africano se expliquen por esta intrincada –pero directa- supeditación de la acumulación a los patrones asiáticos de producción de valor, de cobro de rentas y cobro de tributos: lo que políticamente es directo, se vuelve económicamente fragmentado y plagado de entrecruzamientos en los patrones de acumulación, que impiden la instauración de regímenes formales de derecho, etc). En los distintos estancamientos tradicionalistas (predominantemente terratenientes), e intentos de industrialización, sustitución de importaciones y creación de mercados internos (por parte de manufacturas, comerciantes o rentistas burgueses o pequeño-burgueses), el problema no es un pesimismo o una supeditación a la situación colonial: es más bien la competencia capitalista por obtener mayores formas de valorización y acumulación particular lo que crea las pugnas inter-burguesas, las fricciones entre distintas facciones, y sus distintos proyectos político-económicos. En Latinoamérica se da un relevo desde el hacendado hasta el burgués comercial  y manufacturero-industrial en la medida de que son estos últimos los que pasan a estar directamente interesados (por sus procesos de valorización y acumulación) en la inserción de procesos industriales modernos y el paso de modelos agro-exportadores a la creación de mercados internos. En uno y otro lugar, son sectores opuestos a la hegemonía terrateniente (no por progresismo, sino por competencia capitalista), solo que con consecuencias políticas muy distintas: la defensa de la democracia en oposición al autoritarismo en Latinoamérica, y la lucha contra la fragmentación autocrática y por la instauración (atrasada) de la democracia en África y Oriente Medio. Ahora, aquí entra el fracaso de los intentos de industrialización y creación de mercado interno en Latinoamérica, África y Medio Oriente, como parte del fracaso de los modelos de ‘Bienestar’ en general en el mundo (que aunque no podemos tratar aquí, se deben en sí mismos al aumento de la composición orgánica del capital y la caída de la tasa de ganancia), y sus distintas respuestas en cada uno de sus contextos: en Latinoamérica ese fracaso lleva al auge del neoliberalismo: la burguesía comercial y lumpen-burguesa opta por la liberalización económica como vía para entrar a esa subsunción real del trabajo en el capital (independientemente de que sea a través de la democracia o la dictadura, o independientemente de la existencia de un sector público fuerte). Se puede decir que el auge ‘progresivo’ que tuvo la burguesía independentista en oposición a la colonia se pierde una vez que logra en efecto la liberalización económica que le da hegemonía política y económica, mas no la subsunción netamente real (y por lo tanto, la posibilidad de desarrollar una industria y un mercado internos propios), lo que en un segundo momento significa el cambio de batuta por el interés de insertar relaciones netamente capitalistas desde el terrateniente hacendado hasta el burgués manufacturero-industrial y fracciones comerciales interesadas en expandir su comercio desde el modelo agro-exportador hacia el propiamente industrial (el industrialismo  y la sustitución de importaciones del siglo XX). Un tercer momento sería la derrota misma del intento de esos sectores comerciales y pequeño-burgueses (o manufactureros) en su proyecto de industrializar y crear mercados internos netamente capitalistas en Latinoamérica. En África y Medio Oriente se da el mismo fracaso, pero con una configuración radicalmente distinta: los movimientos nacionalistas post-coloniales e independentistas son derrotados y optan por la misma liberalización económica que forma parte de la ideología neoliberal occidental, solo que por la configuración del capital comercial, y sus distintas relaciones con el agro y la manufactura, etc, hace que el Estado pase del clientelismo (el Estado usado básicamente para proteger los intereses de los terratenientes y jefes de villas para obtener apoyo político por parte del estatista), a una privatización y comercialización directa de los capitales internacionales con el terrateniente o jefe de villa (la caída de los fondos de ayuda internacional mediadas por los Estados africanos o de Medio Oriente, y  el paso a la comercialización directa con el terrateniente y jefe comunal rentista y comerciante). En ambos casos, la burguesía se deshace (como parte de su propio proceso de degeneración económica) de sus intereses políticos progresivos (que lo oponían a la colonización, por ejemplo, y en busca del independentismo, etc), no porque se retrasen económicamente, sino precisamente por buscar el avance de la subsunción real y de las formas netamente capitalistas de desarrollo. El pequeño-burgués (comercial/manufacturero en Latinoamérica, o rentista estatal en África y Medio Oriente) lucha por su propia acumulación y valorización, lo cual lo pone a la vanguardia de la industrialización, la sustitución de importaciones, el nacionalismo y el crecimiento del sector estatal en oposición al terrateniente, tal y como en otro tiempo, fue el terrateniente (en Latinoamérica) el que luchó por la liberalización económica y política, y el rentista estatal (asiático y africano) por la organización industrial desde el Estado. El carácter progresivo de la lumpen-burguesía autóctona de las periferias solo se da dependiendo de su propia estratificación con respecto a la oligarquía terrateniente, su propio interés en expandir su propio proceso de valorización y acumulación en competencia con la del modelo agro-exportador, y es solo en esa lucha de ‘fracciones’ donde adquiere rasgos ‘progresivos’. En cierta forma, se podría decir que hoy en día el neoliberalismo, la privatización y la destrucción del sector público no son una ruptura con el ‘burgués progresista’ que sueña el stalinismo y toda la izquierda de órbita stalinista, sino de hecho la continuación de su propia tendencia (algo que el reformismo, por supuesto, ignora por completo), en la medida que creen que ese neoliberalismo permitirá el desarrollo de esa subsunción real y del salto del sector comercial y predominantemente manufacturero a uno industrial y con un mercado interno desarrollado. Por supuesto: esto solo mejora la acumulación capitalista dentro de ciertos límites, y no el desarrollo de la industria o de un mercado interno. Lo que pasa es que creen que el crecimiento de su propio interés de acumulación por sí mismo implica éste ‘desarrollo’. O incluso: puede que no exista ya ni siquiera el interés por una industrialización y un mercado interno propiamente dichos (ante su fracaso en el siglo XX), sino simplemente por su propia acumulación particular y por el control del Estado. Esto quiere decir que la acumulación capitalista se vuelve diametralmente opuesta al interés de producir una democracia republicana en África y Medio Oriente, o de mantener Estados de derecho republicanos y sin retrotraerse a las dictaduras o el autoritarismo en Latinoamérica (México, Colombia, Guatemala, Honduras, etc). Son procesos desiguales pero basados (relativamente y con grandes diferencias) por el mismo proceso de inserción del capitalismo.

19-   Movimiento contradictorio (dialéctico) de líneas múltiples de desarrollo: el terrateniente impulsa el desarrollo de la subsunción real en la defensa del latifundio, pero precisamente por la misma razón, detiene la industrialización y la creación de un mercado interno que permita la salida del modelo agro-exportador, y la consolidación de un capitalismo ‘desarrollado’ (industrial); en oposición a la acumulación originaria de los países metropolitanos, donde la penetración de la subsunción real en el campo implica al mismo tiempo el desarrollo y paso de la manufactura a la industria, etc. Todas las variables: renta en dinero, salida del modo de producción mercantil simple, acumulación originaria, régimen parcelero, subsunción formal y real, se encuentran en un estado de transición, un estado intermedio entre la comercialización de todas las relaciones económicas, y el desarrollo de un mercado moderno y autosuficiente. Este es el carácter atrofiado del desarrollo capitalista de los países colonizados y periféricos del globo. Pero esto no quiere decir que se trate simplemente de los ‘términos de intercambio’ o de una imposición externa (como lo querría el dependentismo o los sistemas-mundo) los que explican la dependencia, sino también las consecuencias que tiene esa división internacional del trabajo (entre países “industriales” y “agrícolas”) en la forma de producción interna de las regiones coloniales. O sea, las regiones periféricas estudiadas aquí no desarrollan un mercado interno (se dedican básicamente a la importación de lo que consumen y a la exportación de lo que producen) ni pueden pasar al desarrollo industrial, etc, no solo por una planificación imperialista que decide que así sea la división internacional del trabajo (aunque esto es real), sino también por el tipo de configuración económico-política que esa subyugación colonial misma produce a lo interno de los países: un capital comercial y agrícola imposibilitado de dar el salto a la producción industrial capitalista.



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[1] Por ejemplo, que los modos de producción no existen, sino que son formulaciones exclusivamente conceptuales e ideales. En este sentido, referimos a la crítica que hace el historiador E.P. Thompson en su Poverty of theory.

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