Colonialismo avanzado/tardío (hoy): Latinoamérica y Oriente Medio



En cierta forma, el fin del colonialismo ha sido el reforzamiento del colonialismo. Queremos proponer algo mucho más modesto que una hipótesis, y que es más bien una vía posible de investigación sobre la que se puede profundizar más a fondo (y que, en todo caso, también podría estar absolutamente equivocada): nos centramos en Latinoamérica (con especial énfasis en Costa Rica y Centroamérica) y en Oriente Medio (con mayor énfasis, probablemente, en Egipto) y lo que esto puede alumbrar sobre 1) características estructurales del colonialismo clásico y actual (porque en efecto vivimos un nuevo colonialismo), y 2) características, por lo tanto, estructurales tanto al ‘imperialismo’ (en la medida de que, como ya lo hemos dicho, la teoría imperialista es incompleta), como al capitalismo mundial de hoy. O sea, nos permite analizar características estructurales que no han sido enfatizadas antes acerca de la opresión colonial e imperial tanto clásica como actual, y al mismo tiempo, actualizar todo lo que hay de obsoleto en esas teorías ‘imperialistas’ con respecto al capitalismo que vivimos hoy en día. Por lo tanto, aquí se entrelazan tanto nuestras elaboraciones sobre el colonialismo y las periferias como nuestro intento de actualización de la teoría marxista sobre el capitalismo a la actualidad. Pero entremos directamente al tema.

La auto-suficiencia agrícola de la mayoría de los países periféricos ha disminuido, sus déficits y endeudamientos se han vuelto crónicos, y ha aumentado la dependencia de la importación y la exportación. Si tomamos los datos de Bulmer-Thomas sobre la participación de las exportaciones en el PIB latinoamericano, y las comparamos con aquellas del Banco Mundial, vemos que entre 1912 y 1970 hay una disminución radical del valor de las exportaciones con respecto al PIB; de hecho las importaciones y las exportaciones juntas de 1970 equivalen a solamente las exportaciones de 1912. Lo mismo sucede si analizamos los datos (solamente de las exportaciones) de Bértola y Ocampo: avanza del 10,9%, al 10,0%, 8,6% y 7,6% en los períodos 1945-57, 1958-67, 1968-74 y 1975-80 respectivamente. Pero al mismo tiempo, tanto el volumen como la magnitud absoluta de valor presenta una tendencia histórica creciente. Es decir: no se puede confundir el aumento absoluto o las tasas de variación en el crecimiento, con la proporción porcentual con respecto al PIB.

Esto es importante para nuestro planteamiento porque queremos proponer la interpretación (posible) de que el decrecimiento de la proporción porcentual de las exportaciones/importaciones en el PIB no es un signo de ‘debilidad’ (como podría pensarse desde las aseveraciones de la mayoría de economistas, desde la edición de Bethell hasta el propio Bulmer-Thomas), sino que se dan en el marco del mayor crecimiento del PIB jamás registrado en la región (y en el mundo), y que señalan no solo el acercamiento más grande (aunque nunca logrado, como lo dice Torres-Rivas) que han vivido las periferias en cuanto al desarrollo de un mercado interno autosuficiente (en el sentido de una ruptura con el colonialismo), y que señala una serie de características estructurales del propio colonialismo: al parecer más allá de simplemente los ‘términos de intercambio’, estamos hablando de un sometimiento de las sociedades periféricas al comercio exterior (al consumo importado y la exportación de lo que se produce), que se evidencia en la pérdida de autosuficiencia alimentaria/agrícola, el levantamiento de aranceles, en el crecimiento del endeudamiento, en el déficit fiscal, de balanza de pagos y comercial crónicos, en una mayor tendencia devaluadora de los tipos de cambio (precisamente para reforzar el carácter exportador y sin mercado interno de estas sociedades), y que esto expande los análisis más allá simplemente de la tasa de ganancia (y de cualquier crítica de monocausalismo grossmaniano), y nos involucra en la relación que puede tener el tema de la tasa de ganancia con otras variables económicas globales.

Tanto en Latinoamérica como en Oriente Medio, se presentan los mismos resultados (partiendo de los datos recientes de Hanieh y otros): con sus fluctuaciones propias de la economía, tendencialmente crece la apertura comercial, crece el endeudamiento, crece el déficit fiscal, comercial y de balanza de pagos, decae la autosuficiencia alimentaria/agrícola, etc, en la medida que avanza el neoliberalismo del capitalismo tardío. Las importaciones agrícolas crecen entre 1960 y 1980 en Egipto; el endeudamiento a través de programas de ayuda estadounidense, europeo, israelí (a través de las cumbres económicas de la región MENA) y de las monarquías árabes petroleras también (a través del CCAEG), etc; la incapacidad de sostener la producción nacionalizada y el déficit en la balanza de pagos; etc. Creemos que así como los movimientos anti-coloniales del llamado ‘Tercer Mundo’ coinciden con el boom (tendencial) del capitalismo monopolista y con muchos de sus preceptos, así también el período posterior de neoliberalización latinoamericano y del oeste asiático coinciden con el período de la caída de la tasa de ganancia que mencionábamos como variable del capitalismo tardío hasta nuestros días.

Como lo señalamos antes, esto poco tiene que ver ya con la división entre países “industriales” y “agrícolas” tal y como la formulaba Bujarín hace más de un siglo(¡!): el sector agrícola ha disminuido constantemente en su proporción dentro del PIB latinoamericano (en Oriente Medio también), y ha aumentado el peso de la manufactura (en el caso de Oriente Medio, especialmente la industria petrolera, que aunque es extractiva –en el sentido de Bujarín-, se incluye dentro del sector secundario). En Latinoamérica, el régimen exportador hace crecer la demanda de dólares y reducir la demanda de la moneda local, lo cual es una presión devaluadora; y la política cambiaria, a su vez, es devaluadora para beneficiar las ganancias de la exportación (a través de medidas más indirectas que intentan lidiar con los flujos de capitales extranjeros hacia la región: entre ellos los tipos de interés). Esto encarece la importación (de productos e insumos para las empresas) y produce (con causalidad indirecta) inflación en general. El aumento de inflación y la devaluación interna hacen que el déficit crezca, lo cual obliga a mayor endeudamiento, y esto causa más devaluación, creando un círculo vicioso o una condición crónica (como lo señalara Luis Paulino Vargas sobre Costa Rica).

Se vuelve necesario, asimismo, plantear que el neoliberalismo que avanza como parte del capitalismo tardío no es la causa sino la consecuencia del aumento de la supeditación colonial. El inicio de la caída sostenida de la tasa de ganancia (con la crisis de 1973) antecede a cualquier Reagan o Thatcher o Consenso de Washington (así como lo es incluso el segundo shock petrolero del 78). Ninguno de los movimientos anti-coloniales e independentistas de Oriente Medio y Latinoamérica logra realmente romper con el modelo exportador, no por una supeditación al agro en oposición a la industria (como lo rezan todas las posiciones clásicas y tradicionales, incluidas las del marxismo), sino por una supeditación de cualquier posibilidad de mercado interno con respecto al comercio exterior: como decíamos, si la agricultura deja de tener el dominio de las exportaciones y del PIB, no se trata simplemente de oligarquías terratenientes, y si el sector comercial (algo que sería necesario profundizar en el caso del Medio Oriente, al no tener acceso a más datos al respecto) mantiene un crecimiento sostenido irrespectivamente de si el modelo exportador es predominantemente agrícola (durante el capitalismo monopolista) o manufacturero (durante el capitalismo tardío), es por la misma razón que la ‘dependencia’ (nosotros preferimos hablar de verdadero neocolonialismo) no se trataba simplemente de la relación agricultura/industria, ni los ‘términos de intercambio’, ni la relación entre capital constante/variable, sino por la relación entre mercado interno y mercado mundial. El enfoque de la mayoría de estos movimientos nacionalistas (sea el Pan-Arabismo en Oriente Medio o el modelo de sustitución de importaciones en Latinoamérica) es enfocarse demasiado en una visión del desarrollo enfocada con mucho más peso sobre la industria (incluidos los enfoques marxistas soviéticos, pero no todos los enfoques marxistas, como veremos pronto), e incluso la industria vista solo desde el aspecto tecnológico, y no de sus composiciones de valor; se enfocó demasiado en la industrialización y dejó de lado cualquier visión de la necesidad de una reforma agraria radicalmente distinta en el campo árabe o latinoamericano, y necesitaba salir simplemente de la noción de precios internacionales de materias primas o bienes primarios, para entender realmente las dinámicas de producción de valor. Todos estos aspectos serán criticados por Mandel: es imposible hablar de una industrialización en países donde se admite que no existe un mercado interno para la industrialización y sostener su demanda, su producción, etc. Se necesita afrontar el problema de la demanda y las condiciones de vida del campesino, y se necesita perfilar la industria en términos de mercado interno y no de tecnología simplemente (en términos de demanda agregada).

En todos estos temas, desde Nasser en Egipto hasta Figueres en Costa Rica caen en 1) enfocarse demasiado en la importación de insumos técnicos, 2) en la reproducción de reformas agrarias regresivas (basadas en modelos europeos y sin tener en cuenta las condiciones concretas de las regiones periféricas, un tema que merece todo un trabajo aparte y que no podemos abordar aquí), 3) y dejar de analizar todo el resto de variables que hemos comprendido aquí (aranceles, déficits fiscales, comerciales o de balanza de pagos, endeudamiento, política cambiaria, etc) para concentrarse simplemente en visiones internalistas, industrialistas-técnicas y más ricardianas y marxianas en un sentido soviético, que en un sentido integral que, hay que reconocerlo, implica salirse de muchas de las discusiones tal y como las plantea el marxismo hasta ahora (por ejemplo: centrarse solo en la productividad y la tasa de ganancia). Por supuesto que estos aspectos generales, aunque correctos (o no), se presentan en términos concretos en maneras muy disímiles (especialmente el tema agrario en Latinoamérica y Oriente Medio, solo para citar un ejemplo), y está claro que no desmerecemos los grandes logros que tuvieron muchos de estos movimientos: de hecho, creemos que fue un período histórico único y que presentó una gran oportunidad perdida gracias al olvido de todos estos temas que queremos rescatar aquí (esa es la intención de este texto), y creemos incluso que, de haberse tenido en cuenta muchos de estos temas (en especial el tema del endeudamiento y la depreciación, los temas por mucho más relegados al olvido dentro de las discusiones ya no solo oficiales, sino incluso marxianas), el resultado de esos procesos pudo haber sido muy distinto, incluso y con toda la crisis de deuda de los años 80.

Por otro lado, hay una característica notable del paso del capitalismo monopolista al postfordismo o capitalismo tardío que debe ser notada: el proteccionismo arancelario y los subsidios públicos a la empresa privada no han desaparecido en los países metropolitanos del orbe. Esto vuelve importante la crítica que se le hace a Negri & Hardt, por ejemplo: el tema de los subsidios agrícolas (entendiendo por subsidios ya no solo la inteyección de fondos públicos a empresas, sino las medidas arancelarias y restrictivas a los productos de las periferias) e industriales en general, demuestra que el neoliberalismo es, hasta cierto punto, exclusivo de las periferias; o en otras palabras: que el proteccionismo que Hilferding y otros destacaron tanto para señalar la aparición del capitalismo monopolista y la teoría del ‘imperialismo’, etc, no ha desaparecido en lo más mínimo. La ofensiva neoliberal en Medio Oriente y Latinoamérica en cuanto a la apertura comercial, el condicionamiento de la deuda, los déficits crónicos y la devaluación basada no solo en las políticas de los bancos centrales árabes o latinoamericanos (que aunque en efecto tienen que lidiar con flujos de capitales en formas distintas a los países metropolitanos, también pueden hacer cosas muy distintas para lidiar con el mercado de divisas y el sector financiero en general, mucho más allá de los tipos de interés, y que sí tienen que ver con la liquidez –como lo demuestran las actuales políticas de Bolivia o Ecuador-), sino en las políticas financieras de las propias potencias a la hora de lidiar tanto con crisis como estructuralmente con las periferias (Estados Unidos, por ejemplo, reprecia su moneda en el momento en que lo necesite, en oposición a la mayoría de la historia latinoamericana, y algo que es necesario estudiar a fondo sobre Oriente Medio –aunque a partir de las afirmaciones de Hanieh podemos reconstruir un poco que en efecto es así-), son todas formas de proteccionismo estatal.

En términos de la teoría colonial, entonces, la relación entre potencias y periferias no se debe tanto al carácter agrícola y industrial sino, entonces, al desarrollo más expansivo y abierto del mercado interno en las primeras, y un completo sabotaje e incapacidad de desarrollar el mercado interno en las segundas. Y en términos de la actualización de la teoría marxista al capitalismo tardío, la supeditación del mercado interno que se daba antes a través del modelo exportador de bienes primarios y materias primas, aunque se mantiene relativamente, en realidad tenía como pilares la supeditación del capital comercial y financiero por encima de cualquier desarrollo de un ‘Tercer Estado’ en el sentido clásico, como lo decía Tony Cliff. O en otras palabras: estamos hablando de una característica estructural, y al mismo tiempo, de la coyuntura particular del capitalismo tardío dentro de ese desarrollo estructural; así como en nuestra interpretación, actualización y concreción de la teoría del capitalismo tardío o del ‘imperialismo’ a la realidad actual, veíamos que muchas de las variables que señalábamos hoy eran parte integral de otros períodos del capitalismo (el período de libre competencia o el período monopolista), y que se combinaban con características o variables completamente nuevas e inéditas, así también vemos que estas características son estructurales de la dominación colonial desde antaño, y al mismo tiempo, presentan características inéditas y completamente nuevas hoy. La supeditación del capital comercial y financiero por sobre el mercado interno de las periferias latinoamericanas y de Oriente Medio es, parece entonces, una característica o variable estructural, pero mientras que en el período monopolista permitió o cedió (¡!) frente a un ascenso de movimientos que buscaban la creación precisamente de ese mercado interno en oposición a todo colonialismo (o desde el lado inverso: basó su explotación colonial bajo principios republicanos –el independentismo anti-colonial asiático y africano- y de modelos monopolistas –la intervención del Estado en la economía-), ahora lo hace a través de la asimetría del proteccionismo, la supeditación de cualquier mercado interno al comercio exterior (resumiendo debajo de esas palabras no un centro o eje de explicación, sino todas las variables que hemos mencionado aquí: endeudamiento, caída de aranceles, déficits crónicos, depreciación, etc)  y bajo la negación creciente (tememos nosotros) de vías republicanas, y su retrotraimiento hacia el autoritarismo (un aspecto más político que podemos dejar de lado provisoriamente, aunque no sin alarma).

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