Notas sobre Costa Rica II: Gudmundson y Molina



-         No se analiza el proceso de formación del capitalismo desde la colonia.

Costa Rica se puede decir que vivió un absolutismo sin una acumulación originaria. Con esto no buscamos ninguna polémica: como se sabe, la acumulación originaria es tan solo una de las variables en la formación del capitalismo, entre las cuales se encuentra además la teoría de la renta (en trabajo, en especie y en dinero, y todas sus formaciones), la subsunción formal y real, y el régimen de producción mercantil simple (¿podríamos agregar más, como por ejemplo, las dos vías de transición del capítulo XX del tomo III?). Es notable que Marx habla de otro régimen agrícola que es distinto de la acumulación originaria: el régimen parcelero (en el tomo III). Y es precisamente ésta la característica que hace notar toda la historiografía y sociología costarricense: el bajo nivel de concentración de la tierra, la existencia predominante de la pequeña y mediana parcela campesina, y por lo tanto, el proceso tardío en la formación de jornaleros en oposición a labradores (tal y como los define o busca definir Samper), la inexistencia de un latifundio en el sentido clásico y la permanencia de una relación latifundio-minifundio o un radio, en todo caso, mucho más estrecho, y la gran diferencia que existe entre ésta fragmentación del suelo en Costa Rica (y Honduras…) a diferencia de países como El Salvador o Guatemala.

Éste modelo es heredado de la colonia, por el tipo de relación con la encomienda (mucho más débil aquí que en el resto de Centroamérica), con las mercedes reales, las tierras comunales, las tierras baldías del reino (rialengos), o los ejidos colectivos, todas variables que tuvieron un desarrollo particular en ese período. Recordemos que si analizamos Costa Rica o Centroamérica de manera aislada, en efecto su nivel de centralización político-económica es mucho menor a la de cualquier régimen agrario durante el absolutismo europeo; pero si comparamos sus grados de centralización con regiones periféricas como Oriente Medio o África, encontramos que tiene un nivel mucho más elevado de descentralización política (a través del sistema de cabildos, virreinatos y demás estructuras administrativas) y centralización económica, que en aquellas regiones. Especialmente a partir de las reformas del siglo XVI y XVII (la instauración de la administración  central guatemalteca -la Audiencia de los Confines-, y las reformas borbónicas, rescatadas por Fonseca), teniendo en cuenta que el desarrollo del absolutismo es más temprano precisamente en España (como lo señala Perry Anderson), y tratamos de configurar esto con el hecho de que no se da una acumulación originaria en el sentido clásico como lo desarrolla Marx en su Tomo I, son las razones por las que hablamos de un absolutismo sin acumulación originaria: no existe el despojo del pequeño-campesino propietario de su parcela, y al mismo tiempo, se desarrolla una estructura central que en comparación con otras regiones coloniales (África y Asia) representan en efecto una capacidad de centralización la cual permitirá el desarrollo del Estado-Nación republicano del independentismo centroamericano (en oposición, precisamente, a la gran fragmentación vivida en Oriente Medio y África).


-         Se reduce el crédito a la banca, lo que señala el olvido de las formas transitorias del capital.

Ese proceso anterior a 1820 o incluso al siglo XIX, es el que permitirá la subsecuente forma de acumulación, concentración y centralización de la economía durante el régimen cafetalero. Pero por supuesto, no es un proceso lineal: se trata simplemente de que, como lo atestiguan los estudios recientes (Fonseca o Quirós) acerca de la colonia costarricense, vemos que existe ya un capital comercial y financiero en germen operando durante la colonia. Serán estos capitales los que harán la presión (para nada lineal) en contra del régimen colonial y lo harán saltar por los aires con el independentismo, una clásica revolución ‘por arriba’ (aunque ninguna revolución por arriba está exenta del apoyo proletario agrícola y artesanal-manufacturero), y buscará instaurar la liberalización económica típica del modo de producción capitalista desde el inicio de la independencia en los años 20 del siglo XIX.

Esto nos permite comprobar que en efecto hay un proceso de contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción y reproducción, que llevan a la caída de la sociedad colonial en pro del capitalismo. Tal y como lo discute Brenner con respecto a Dobb: en efecto la renta en dinero no necesariamente implica la existencia de capitalismo en la medida que todavía subsiste una sociedad tributaria en el feudalismo absolutista europeo. Aquí volvemos entonces a reiterar nuestra interpretación de que no se puede ni hacer iniciar el capitalismo con el absolutismo (en Europa), ni se pueden negar sus tendencias contradictoriamente feudales y capitalistas, que son las que llevan a esas sociedades a la agudización de su contradicción y la salida revolucionaria. En el caso Centroamericano: en vista del desarrollo de la colonia a partir del modo de producción asiático, y no de feudalismo de ningún tipo, vemos entonces que se desarrollan las tendencias tribuarias (para usar el término de Amin) al mismo tiempo que las tendencias capitalistas: se desarrolla la renta en dinero, se comercialización excedentes, se desarrolla el crédito (no solo bancario, sino comercial), pero éste se mantiene atado a la Corona: no hay alienación libre de la propiedad, no hay comercialización libre ni de la mano de obra ni de la producción (todos los regímenes o ciclos del tabaco, del añíl, del cacao, etc, son controlados directamente por las autoridades coloniales, y no por ninguna ‘libre competencia’), y éstas dos tendencias chocarán al punto de que sean los terratenientes, los comerciantes y los pre-capitalistas financieros quienes busquen (‘por arriba’) la instauración del capitalismo, se vuelquen de lleno al independentismo, y derroten a la Corona española.


-         Se divide el modelo agrario (cafetalero) del agro-industrial (procesamiento de café y azúcar).

Por último, es importante aclarar que no es necesaria la existencia de técnica industrial en la agricultura para catalogarla como industria, tal y como se desprende de El desarrollo del capitalismo en Rusia de Lenin: el arriendo y la aparecería son formas netamente industriales de capitalismo en la agricultura. De ahí que las divisiones entre un capitalismo agrario ‘mercantil simple’ (el inicio de la independencia costarricense hasta aproximadamente 1860) y uno agro-industrial ‘capitalista’ (desde finales de siglo XIX hasta 1930) sean, a nuestro criterio, equivocadas: el régimen mercantil simple se da antes de la independencia, y durante la colonia; es precisamente el pre-ámbulo para la inserción de relaciones netamente capitalistas: el germen del capital comercial y financiero en el ámbito agrícola. Es con la independencia que inicia el capitalismo incluso en un sentido industrial, a través de la explotación no del jornalero, sino del labrador: la explotación de excedentes agrícolas para la comercialización, que existían incluso ya desde la colonia, pero que simplemente antes formaban parte de un régimen asiático o ‘tributario’, y luego entran en un proceso de liberalización comercial (de la fuerza de trabajo tanto como del capital mismo: la alienación de la tierra, los procesos de concentración, compra/venta, de crédito, etc) con la independencia. No se trata de politizar lo económico: recordemos que para Marx la alienación absoluta de la propiedad es la característica que marca la diferencia entre un régimen de tenencia de la tierra o de propiedad privada en general de carácter capitalista y uno pre-capitalista, y ésta característica solo está mediada por lo político (por el Código Napoleónico en Francia, por ejemplo).

Anexo: Gudmundson y Molina

Las dos grandes excepciones a éste escenario de la historiografía, la sociología o la historia económica costarricense, etc, me parece que están planteadas por Lowell Gudmundson e Iván Molina. Entre lo más sobresaliente para nuestros intereses, está el hecho de que Gudmundson plantea precisamente la discusión sobre la ‘vía prusiana’ (en términos de Moore, que, dejaremos claro, no son los mismos que los de Lenin ni el marxismo, como lo cree el propio Gudmundson) y Molina detalla precisamente el carácter de las relaciones entre el capital comercial y agrícola que permitirían tan siquiera establecer esa caracterización (o no). Ambos dejan claro en términos concretos (especialmente el segundo) que el dominio de la economía colonial desde el siglo XVIII y hasta la independencia es precisamente el capital comercial, a lo cual podríamos añadir el financiero y por supuesto el capital agrícola de los terratenientes (muchas veces confluyendo todos ellos mismos como personas y grupos sociales entre todos estos capitales: hacendados comerciantes y prestamistas, como lo detalla muy bien Molina). Esto plantea en efecto una confirmación o al menos una confluencia entre éstas y nuestras tesis sobre el capital comercial y financiero detalladas aquíy aquí: el modelo de Takahashi, que precisamente se basa en la diferencia leninista entre modelo farmer y prusiano, y que parten todos del capítulo XX del tomo III, es en efecto posible de ser aplicado al análisis de la agricultura. Gudmundson tiene razón en que Moore está equivocado, pero el problema es que Moore no está aplicando las tesis de Lenin, sino sacando conclusiones a partir de ellas que son completamente alejadas de lo que plantea el capítulo XX del tomo III, etc.

Molina todavía insiste en que la independencia en 1821 tiene apenas un efecto de transición al capitalismo. Se niega que el capital comercial y crediticio de la colonia sirva a los propósitos de la acumulación, y se define la acumulación solo en términos del inicio del beneficiado cafetalero industrial (de 1838). Esto sigue manteniendo el olvido de las formas de penetración capitalista en la agricultura: el mismo Molina habla precisamente del hecho de que la agricultura del siglo XVIII trabaja casi plenamente para el mercado, solo que detenido por el control de las instituciones coloniales de la corona. En efecto, ni siquiera se puede hablar de campesinado libre por el solo hecho de tener parcelas y ser jornalero o no, ya que toda la producción es controlada por la corona, y esto impide toda libertad de enajenación ni de la propiedad ni de la fuerza del trabajo. En todo caso, el gran valor del trabajo de Molina está en que él mismo se encarga de refutar estas mismas ambigüedades dentro de su trabajo: no solo por hablar de la mediación del capital comercial y crediticio con respecto al campesino agrícola, sino por el hecho de recalcar cómo los obstáculos para la plena participación mercantil simple del excedente agrícola por parte del comerciante mayorista (en todas sus relaciones jerárquicas con el minorista y con el productor campesino, etc, además de los vínculos crediticios complejos entre mayoristas y hacendados, hacendados y campesinos, etc), prueban que en efecto la caída del poder colonial inaugura no una transición hacia el capitalismo que culminaría con una supuesta acumulación a través de la inversión en capital fijo industrial (el beneficiado o procesamiento moderno), sino que es ya el inicio del capitalismo. El capital comercial y crediticio previo a 1821 no realiza una acumulación de tipo industrial, claro está, pero sí la realiza en la agricultura: precisamente en las formas de crédito e inversión agrícola que detalla el propio Molina. El hecho de que existan formas de penetración del capitalismo independientes de la técnica industrial moderna, es tal vez la característica más importante que tenemos que rescatar para el análisis histórico de estos procesos en Costa Rica. La única razón por la que la inversión agrícola no es acumulación capitalista antes de la independencia, es precisamente por el control político sobre la producción; una vez que se sueltan las amarras y los obstáculos a la comercialización del excedente agrícola y al crédito, gracias a la independencia (como lo recalca el propio autor), una vez que esto permite la libre alienación de la tierra y de la propiedad en general, y que la libertad de comercio para el mercado y ya no en el modo de la concesionario o en cuotas pasa a la simple producción para el mercado, entonces se establecen ya los cimientos del modo de producción capitalista.


La diferencia tiene consecuencias analíticas (y políticas) enormes: no solo sería entonces falso que existan vestigios semi-feudales ya no solo en el siglo XX, sino incluso en la mayoría del período independiente de Costa Rica, sino que la discusión de Gudmundson acerca del carácter anti-demócratico y reaccionario de las burguesías nacientes durante la génesis del capitalismo, está relacionado precisamente con esa misma característica: el terrateniente y el comerciante-financista lucharán progresivamente contra la colonia por instaurar el capitalismo a través de la independencia, y luego al tomar el poder y formar parte del status quo, detendrán cualquier forma de democracia y perderán completamente cualquier característica progresista en términos históricos más generales (y no coyunturales o de mediano-plazo, claro). Lo que pasa es que Moore saca conclusiones a partir de la ‘vía farmer’ y la ‘vía prusiana’ que no son las planteadas por el tomo XX del tomo III ni por alguien como Takahashi. En lo que respecta a estos últimos, se trata simplemente del carácter del paso de los modos de producción pre-capitalistas al capitalismo, y de cómo la configuración del capital comercial con relación al productor directo (frente a la burguesía y el Tercer Estado en Europa o Japón, o frente al campesino en el mal llamado ‘Tercer Mundo’ partiendo de la discusión de Lenin) provocan una vía revolucionaria y una vía por arriba. El hecho es que no solo Lenin es el primero en traspasar las tesis del tomo XX de el tomo III al ámbito agrícola, sino que se comprueba en efecto esta relación prusiana en las relaciones entre el capital comercial y crediticio y el capital agrícola en Costa Rica, confirmando ya no solo el traspaso de la discusión de las ‘dos vías’ al agro, sino la interpretación de Takahashi mucho más elaborada. Esta discusión sobre la cual lanza su crítica Gudmundson, queda patente en las discusiones de Molina acerca del papel de intermediario que juega el capital comercial entre los productores directos y el mercado interno o externo durante la colonia, y su salto cualitativo, después de la independencia, hacia una mediación de tipo capitalista (con las características, por supuesto, propias de las periferias del mundo: un paso que no es ya el del capital comercial formando un capital industrial, sino un capital comercial adueñándose de la producción agrícola y de toda la producción en general hasta nuestros días, como lo comprobamos nosotros en nuestras discusiones sobre la constancia del capital comercial y financiero a lo largo del período tardío de la historia costarricense).

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