Adam Smith en Beijing: sobre Arrighi



Detrás de la discusión sobre el auge de China, hay una discusión mucho más importante (para nosotros) que cualquier querella geopolítica entre estadistas: las dinámicas del capitalismo hoy. Queda claro que la tarea teórica más urgentesobre la cual tiene que trabajar el marxismo (nos parece a nosotros) es la actualización de la teoría marxista a ésta situación inédita. De esta forma se podría demostrar la validez actual del marxismo, ya no solo entre marxistas o ni siquiera izquierdistas, sino entre la sociedad en general, de todas las clases sociales, y desde todas las tendencias políticas imaginables. Lejos de ser un tabú para los anti-comunistas que viven todavía en la Guerra Fría, o de su anquilosamiento crónico entre izquierdistas que viven también en épocas todavía más atrasadas, podría pasar a estar al frente de las formas de comprensión de lo que estamos viviendo. La interpretación que queremos proponer es la siguiente: existen “ciclos” históricos similares a los ciclos de negocios largos que discute Schumpeter o las ondas cortas y largas de Mandel, pero que tienen un carácter estrictamente histórico y no-formal (es decir: no se repiten a través de frecuencias constantes), y que estos vaivenes son los que determinan la producción de valor, y por lo tanto, las interrelaciones entre ‘metrópolis’ y ‘periferias’ como el que estamos viviendo hoy, etc. No se trata de una estructura de tipo kondratieveano en lo más mínimo: recalcamos el carácter histórico y cualitativo del trabajo abstracto, y la imposibilidad de la existencia de ninguna constante permanente que permita sostener “ciclos” uniformes ni teleológicos de ningún tipo. Implica relacionar lo elaborado por Arrighi en Adam Smith en Beijing y conjugarlo con su El largo siglo XX. Pronto veremos en qué manera lo haremos.

Si se invierten por primera vez los patrones clásicos entre ‘metrópolis’ y ‘periferias’, eso quiere decir que por primera vez se invierte el poderío de los procesos productivos donde aumenta la fuerza productiva del trabajo, y los procesos productivos atrasados: como se sabe, la superioridad de los países “industriales” sobre los “agrícolas”/”materias primas” se basaba en que la industrialización de los procesos productivos permitía reducir el trabajo necesario, aumentar la masa de productos (y por lo tanto, una baja de su valor unitario), aumentando el plusvalor y la ganancia realizable, etc. Es lo que Arrighi llama un modo de producción ‘intensivo en capital’. Los países ‘periféricos’ en cambio estaban condenados a producir bienes mucho más caros en términos relativos (solo en este aspecto es que se enfoca la teoría de la dependencia, por ejemplo, con su teoría ricardiana de los ‘términos de intercambio’ basada en precios y no en valor), con mano de obra barata, sin la posibilidad de aumentar la masa de productos por falta de trabajo calificado y capital fijo, y con la correspondiente imposibilidad de realización de ganancia dentro de un mercado interno, etc. Es lo que Arrighi llama un modo de producción ‘intensivo en trabajo’. Aunque Arrighi nos parece terriblemente esquemático (pronto iremos al por qué), tiene la cualidad de ser de los teóricos de sistemas-mundo que más se acerca a los aspectos internos que tratara de rescatar Brenner. Nos colocamos totalmente del lado de Brenner en su crítica a la teoría de sistemas-mundo, pero no nos cerramos a los aportes que distintas corrientes pueden tener en la comprensión de la realidad, y trataremos de rescatar lo que tenga de valioso su aporte y conjugarlo con aspectos menos ‘exógenos’.

La tesis que queremos plantear es que lo que Arrighi llama procesos ‘intensivos en capital’ solo pueden ser superiores a los procesos ‘intensivos en trabajo’ en la medida que el aumento de la fuerza productiva del trabajo de esos procesos ‘intensivos en capital’ (es decir, el aumento de la composición orgánica) sea paralelo a un aumento de la fuerza laboral con respecto al capital constante (con las características señaladas antes: reducción de tiempo de trabajo necesario, aumento del output, bajas de precios unitarios, y por lo tanto, aumento del consumo y realización, etc). Es decir: en la medida que exista una contratendencia a la caída de la tasa de ganancia debida al aumento de la composición orgánica. En cierta forma, lo que decimos es que la discusión acerca del aumento de la composición orgánica creando la caída de la tasa de ganancia (específicamente con respecto a la tasa de acumulación, no hay que olvidarlo), olvida la elaboración del tomo I de El capital acerca de los aumentos de la productividad del trabajo (es decir, de aumento de composición orgánica) que más bien producen aumentos en la tasa de plusvalor o, cuando menos, procesos de auge paralelos entre el capital variable y el constante, los medios de subsistencia, etc (todo esto en los capítulos acerca de la plusvalía relativa). En la lectura de Grossman, la caída de la tasa de ganancia solo persiste en la medida que el capital constante crezca con respecto al capital variable, y se vuelve insostenible una vez que se vuelve inferior a la tasa de acumulación, etc. Pero como demuestra Mandel, es perfectamente posible (y ha sucedido) que el capital variable crezca paralelo al crecimiento de la composición orgánica. Esto fue, según Mandel, precisamente lo que sucedió con el paso del capitalismo de libre competencia al capitalismo monopolista (y la razón por la cual la crisis del 29 es una interrupción completamente abrupta y salvaje de un alza sostenida en la productividad y la ganancia, a diferencia de la crisis actual iniciada alrededor de 2008, en la que venimos de una caída sostenida de la tasa de ganancia posterior al boom de post-guerra). Dicho en pocas palabras: el que se invierta el rol entre lo ‘intensivo en capital’ y lo ‘intensivo en trabajo’ quiere decir que no es el capital constante ni la fuerza laboral lo que determina tal o cual producción mayor o menor de valor, sino la producción de valor misma. Implica salirnos de las visiones enfocadas en el capital fijo de las ‘metrópolis’ o en el precio del trabajo de las ‘periferias’, y enfocarnos en sus relaciones de valor.

Y se vuelve necesario entonces invertir a Arrighi. Lo que hemos dicho hasta aquí es ya un inicio: lo que Arrighi dice que es ‘intensivo en capital’ en las ‘metrópolis’, vemos que se relaciona con la reducción del trabajo necesario, el aumento de la fuerza laboral, el aumento de la satisfacción de las necesidades de los trabajadores, el aumento de la masa de productos que pueden acceder, etc; y lo ‘intensivo en trabajo’, vemos que se relaciona (a través de Mandel) con la baja composición orgánica de las ‘periferias’ y una mayor explotación del trabajo que permite tasas de plusvalor más altas. Es decir: lo ‘intensivo en capital’ se relaciona con el trabajo tanto como lo ‘intensivo en trabajo’ con el capital. Hay que analizar entonces la composición de valor. Como lo dice Mario Cogoy, existen tres composiciones distintas del capital en Marx: la composición técnica, que es un cambio en la productividad del trabajo pero que no produce alteraciones en la relación proporcional de valor entre capital variable y constante; la composición de valor, que es cambios en la relación de valor entre capital variable y constante pero que no se deben a un cambio tecnológico en el capital fijo; y la composición orgánica, que es el cambio en la composición técnica que sí produce un cambio en la composición de valor entre capital variable y constante (es decir: que incluye cambios en las dos composiciones anteriores de manera simultánea). Como vemos, más allá del cambio tecnológico o de la masa absoluta o relativa de fuerza laboral, la relación crucial es aquella entre capital variable y constante. Los “ciclos” a los que hacemos referencia nosotros, entonces, son transformaciones en la relación entre capital variable y constante que producen la posibilidad de inversiones (¡y reversiones!) en las relaciones ‘metrópolis’/‘periferias’.

Ya hicimos referencia a los dos grandes períodos sobre los que queremos hablar aquí: la diferencia abismal entre la crisis del 29 y la crisis del 2008 es la diferencia abismal entre un ciclo de auge y uno recesivo: mientras que la creación del capitalismo monopolista vio un aumento de la fuerza laboral (capital variable) paralelo a su aumento de composición orgánica (capital constante), la crisis actual ve lo contrario: aumenta la composición orgánica y se reduce implacablemente el capital variable: la productividad del trabajo aumenta al mismo tiempo que se reduce la porción de valor que va al trabajo necesario (a través de una reducción del tiempo de trabajo necesario con respecto al excedente, y no a través de una reducción del precio del trabajo como costo de producción; volveremos sobre esto), y por lo tanto, son contra-tendencias a la caída de la tasa de ganancia (dentro de un marco general de tendencia a la caída de dicha tasa: es decir, no es una caída absoluta, sino que tiene fluctuaciones). Mientras que la crisis del 29 interrumpe el alza de la productividad y la ganancia alrededor de 1913, y es solo a través de dos guerras mundiales que se produce otra alza (la más grande de la historia del capital), debido a la destrucción y desvalorización de medios de producción gracias a la depresión y la guerra, hoy en día desde 1973-74 se da una caída sostenida de la ganancia y la productividad que no ve recuperación alguna a los niveles previos a los años 70. Las características de las crisis mismas, por eso, son radicalmente distintas: mientras que la crisis del 29 o la crisis que dio fin al boom de post-guerra se basaron en un aumento radical de la inflación, debido al aumento de la demanda agregada causada precisamente por el aumento del capital variable paralelo al aumento de la composición orgánica, lo cual creaba un aumento del output y de consumo, pero también un aumento de costos (que provocan el volcamiento hacia el aumento del capital constante, es decir: al aumento de la composición orgánica), y debido a la divergencia creciente entre la capacidad de consumo y la cantidad de output en términos de valor (la totalidad de los productos solo podría ser realizada si se le pagara al obrero la totalidad del valor que produce, pero como no es así, una cantidad del producto se desvaloriza), se produce un efecto de sobreproducción y subconsumo (en términos relativos) que crea un punto de inflexión en la relación entre ganancia y acumulación (Grossman): la relación entre ganancia y compromisos financieros se vuelve deficitaria, y estalla una reacción en cadena de compromisos impagos (ya que nunca existe una cantidad de dinero o crédito en general que pueda pagar la totalidad de los compromisos financieros de una sociedad) que llevan a toda la economía a colapsar.

La crisis de hoy, en cambio, se vive en un contexto deflacionario, debido a la caída de la demanda agregada causada precisamente por la reducción de capital variable paralelo al aumento de la composición orgánica (una reducción que, aquí sí, se debe no solo a la reducción del tiempo necesario frente al excedente, sino a una baja del precio del trabajo y al despido), lo cual crea una reducción de oferta y de consumo que, en términos relativos, sigue siendo de sobreproducción y subconsumo (la oferta se contrae porque no se realiza, y ésta no se realiza por la caída real del salario y del trabajo, por lo que aun frente a una contracción de la producción cierta cantidad del output se queda sin realizar –en exceso- y se desvaloriza), y puede llegar a colapsar las posibilidades de realización y de producción de toda la economía, y por lo tanto, la relación también entre ganancia y compromisos financieros, etc. Descripciones de estallidos de crisis como la siguiente de Michel Aglietta son completamente ajenas a una crisis como la que vivimos hoy, y pertenece más bien al proceso posterior al boom de post-guerra:

“La acumulación se acelera por las anticipaciones a las que da lugar el crédito. La multiplicación, imbricación y aceleración de la circulación de las deudas provocan un aumento de la demanda que solo es solvente a crédito, y añaden a ésta última una demanda precautoria que eleva las existencias de mercancías. De ahí se deriva un aumento generalizado de los precios. La elevación de los precios tienen dos efectos que se interrelacionan dinámicamente: por una parte, una elevación de todos los costes; por otra parte, la aceleración de la demanda de existencias para prevenir una elevación más rápida de los precios. Esos dos procesos dan lugar a una demanda creciente de crédito bancario, que alimenta la aceleración de la elevación de los precios, en especial debido al aumento de los tipos de interés.”

Dicha descripción habla de un proceso de auge en la producción y en el consumo, que obliga a aumentar la demanda agregada y, por lo tanto, los costos de producción, que llevan a todas las consecuencias ya expuestas. Creemos que la diferencia entre ese ciclo de auge (de la tasa de ganancia y productividad, pero que tiene que ver con todas estas variables –inflación, crédito, sobreproducción y subconsumo, etc-, y no solo exclusivamente con la ganancia) y al actual ciclo de caída de la tasa de ganancia (de nuevo: que incluye muchas otras variables además de la ganancia, y lo decimos solo para diferenciar un período del otro), marcan la diferencia entre el dominio de los procesos con mayor productividad del trabajo (de las ‘metrópolis’ con respecto a las ‘periferias’: lo que Arrighi llama ‘intensivo en capital’), y su época de inversión o reversión en el capitalismo tardío o post-fordista de hoy donde dominan los procesos con tasas de plusvalor mayores debido a composiciones orgánicas más bajas (las que Arrighi llama ‘intensivas en trabajo’), etc. La diferencia está en que el aumento de productividad reduce el tiempo de trabajo necesario con respecto al excedente, lo que representa una reducción de la relación de valor entre capital variable y constante (aun si se mantiene idéntico el precio del trabajo, o incluso suba), y las composiciones orgánicas bajas o atrasadas con tasas mayores de plusvalor se dan por una reducción del precio del trabajo (no calificado y en general más barato) pero imposibilitados de reducir el tiempo de trabajo necesario con respecto al excedente, lo que representa una reducción también de la relación de valor entre capital variable y constante, pero radicalmente distinta.

Más aún, vemos que hay una constante entre ambos períodos divergentes: el proceso productivo que domina es aquel en donde el capital variable aumenta con respecto al capital constante (en términos de valor): es decir, donde se da una contratendencia al aumento de la composición orgánica: en el período de auge se dio a través de un aumento del capital variable paralelo al aumento de la productividad del trabajo (en favor de las ‘metrópolis’), mientras que en el período de caída de hoy se dio a través de una reducción de capital variable con respecto al constante en las ‘metrópolis’ y la relación completamente inversa en las ‘periferias’.

Habría que definir entonces si se trata de una decaída de las ‘metrópolis’ que las pone en términos relativos, al nivel de las ‘periferias’, o de un aumento de la productividad y la ganancia en las periferias que supera la productividad de los países ‘centrales’. El hecho de que países como Estados Unidos tengan un PIB altamente superior a muchos países emergentes en términos absolutos, no habla de su proporción en términos relativos (la diferencia entre masa y tasa de plusvalor y ganancia), y por lo tanto, no excluye la posibilidad de la segunda opción. En cualquiera de los dos casos (necesarios de ser investigados), nuestra propuesta es que este movimiento alrededor del mercado mundial opera al modo de una oscilación entre la productividad y la ganancia de los distintos capitales que es similar, aunque solo sea en términos formales, a la ecualización de la tasa de ganancia a lo interno de una sociedad, y no cambia el contenido central de la tesis: ya sea que las ‘metrópolis’ decaen y llegan al nivel de las ‘periferias’ o lo contrario, en ambos casos se daría a través de una transformación en la relación entre capital variable y constante.

En todo caso, ni el auge ni la caída son sostenibles, y crean cada una sus propias condiciones de crisis: la reducción de capital variable aumenta plusvalor, pero aumenta composición orgánica; el aumento de capital variable aumenta plusvalor (no solo por su generación, sino por su realización), pero aumenta  costos de producción, etc. La tendencia de la tasa de ganancia opera ya mismo con relación a su contratendencia, lo que explica sus oscilaciones históricas y el hecho de que sea una determinación indirecta de las crisis, y no monocausal. Por eso el período llamado ‘neoliberal’ es un período de contratendencia a la caída de la tasa de ganancia por vía de la reducción del valor del capital variable (ya sea por desempleo, por caída real del salario o por flexibilización laboral en general: es decir, no solo por una reducción del trabajo necesario frente al excedente, sino a la reducción del precio del trabajo) con respecto al constante, pero esto mismo produce un alza de la composición orgánica; del mismo modo: en la época de auge del boom de post-guerra aumenta la producción y el consumo de manera paralela, en lo que desde el keynesianismo sería algo así como un ciclo ininterrumpido de crecimiento, pero esto produce unas condiciones insostenibles de inflación, costos de producción y demás que se traen abajo la totalidad del auge (y en términos históricos, lo han transformado en una caída sostenida inédita). Recordemos que teóricos como Marcuse, Sweezy & Baran, Castoriadis o Raoul Vanneigem, todos negaron la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia y creían en que el Estado Benefactor iba a ser el nuevo modo dominante debido a que vivieron en la época del boom de post-guerra y parecía imposible no solo que existiera una pauperización permanente de la clase obrera (la teoría de la caída sostenida del salario nominal), sino un aumento en la composición orgánica que produjera la caída de la ganancia. Pero por supuesto, hoy sabemos que el aumento de la inflación producido por la demanda agregada terminó por aumentar la composición orgánica (en términos de valor), e hizo sucumbir la relación entre ganancia y acumulación con respecto a los compromisos financieros, etc. Es por esto que la crisis actual del modo de producción capitalista inicia no con el neoliberalismo, sino con el Estado Benefactor: la crisis del petróleo de 1973 marca el límite del auge que Keynes creía podía ser infinito, e inaugura la larga y sostenida caída de la tasa de ganancia ante la cual el neoliberalismo es más bien consecuencia, y no causa; el neoliberalismo no es más que la reacción frente a la crisis del modo de producción, un reacomodo en el paso de reformas a contra-reformas reaccionarias, como medida desesperada para aumentar la tasa de plusvalor a través de la reducción de capital variable con respecto al constante (con las paradojas tendenciales y contratendenciales ya mencionadas).

En ese sentido, se hace necesario recalcar que dicha época inaugura también el proceso de desindustrialización e industrialización de las ‘metrópolis’ y las ‘periferias’ respectivamente. Es el período que, como mencionábamos aquí, coincide con la tercera revolución industrial que permitirá la aparición de la multinacional (y su tercerización), y que creemos que opera a través de un movimiento de capitales similar aunque sea formalmente a la ecualización de la tasa de ganancia, solo que alrededor del mundo, etc. Pero al respecto hay que mencionar algo: solo es productivo que se de ese proceso una vez que la tasa de explotación del trabajo es superior en las periferias que en las metrópolis. Es decir: la inversión entre el dominio de la alta productividad del trabajo y la baja productividad, tiene que haberse ya dado. En cierta forma, esto es devolvernos a la disyuntiva entre sí el período posterior al shock petrolero del 73-74 y el inicio de la larga caída de la tasa de ganancia representan la caída de las ‘metrópolis’ al nivel de las ‘periferias’, o la elevación de las ‘periferias’ a las ‘metrópolis’. Un elemento que creemos necesario mencionar, y que puede también cambiar completamente esa disyuntiva, es la posibilidad de una relación relativa más constante: por ejemplo, Bulmer Thomas afirma que la agricultura de las zonas templadas de Suramérica podía competir con la agricultura de las ‘metrópolis’ a lo largo del siglo XX precisamente por compartir productos de zona templada. Es decir: en efecto el colonialismo niega la producción industrial en los países periféricos como forma de eliminar competidores. Pero esto es precisamente lo que cambia con el post-fordismo, la multinacional y la desindustrialización e industrialización respectiva de ‘metrópolis’ y ‘periferias’. Eso quiere decir que en efecto la exportación de capitales hacia el ‘Tercer Mundo’ antes de la tercera revolución industrial, era efectivamente mucho más costosa que simplemente invertir en la propia ‘metrópolis’. En ese momento, el aumento de la productividad del trabajo a través de innovaciones en capital constante era más beneficiosa para el capitalista que una composición orgánica menor con una mayor tasa de plusvalor. Tal vez, incluso, el proceso de desindustrialización e industrialización respectiva entre las zonas del mundo, se deba a una mezcla de industrialización con fuerza de trabajo barata que produce la mezcla de una alta productividad del trabajo y una tasa mayor de plusvalor. Pero si esto fuera cierto, aun así se mantendría la disyuntiva de porqué la exportación de capitales del siglo XIX hasta inicios del siglo XX, no industrializó las ‘periferias’ desde el inicio, si existía la posibilidad de mezclar una alta productividad y un capital variable menor debido a una fuerza de trabajo más barata.

La única respuesta posible (creemos nosotros) es que en efecto la productividad del trabajo representó una empresa mucho más fructífera solo de acuerdo a su posición con relación al resto de variables que hemos mencionado aquí: el auge y caída en la tasa de ganancia y acumulación, que implica ya hablar del resto de variables que hemos mencionado: inflación o deflación, sobreproducción y subconsumo, crédito, etc. Más aún: dijimos que la alta productividad del trabajo depende de una reducción del trabajo necesario con respecto al excedente, y no como la baja productividad del trabajo que depende de un precio bajo del trabajo, y vemos que ésta es precisamente la relación que se ha invertido(¡!): la exportación de capitales basada en la multinacional en la época de caída de la tasa de ganancia o de crisis posterior al boom de post-guerra, ha permitido la conjunción de precios de trabajo bajos con una reducción del trabajo necesario con respecto al excedente (a través de la industrialización de las ‘periferias’ en conjunción con las multinacionales), y ha obligado a las ‘metrópolis’ a abandonar la reducción del tiempo de trabajo necesario frente al trabajo excedente y pasar a la reducción simple del precio del trabajo o de la proporción de valor del capital variable con respecto al constante (a través de la flexibilización del trabajo, el despido, la caída real del salario, etc). La razón por la que los países “industriales” superaban a los “agrícolas”/”materias primas” (o las ‘metrópolis’ a las ‘periferias’), era por la reducción del tiempo de trabajo necesario frente al excedente a través de la productividad del trabajo, mientras que las periferias se dedicaban simplemente a la reducción del precio del trabajo: esta relación, en el post-fordismo o en el capitalismo tardío, se ha invertido.

Se abre entonces la posibilidad de que la conjunción de una mayor tasa de ganancia debido a la baja composición orgánica (tal y como lo prueban los datos de Mandel en su Teoría económica marxista), con la reducción del tiempo de trabajo necesario y el trabajo barato, han superado la alta productividad de los países ‘centrales’ con respecto a la tasa de ganancia promedio internacional. De confirmarse esta posición, tal vez sea probablemente la primera vez que esto sucede durante el capitalismo: la superganancia debido a la mejor productividad con respecto a la ganancia media mundial, estaría revirtiendo sus patrones.No se trata solo de una diferencia relativa promedio en cuanto al costo del trabajo (como lo proclaman todos los teóricos marxistas), sino de una diferencia relativa con respecto al promedio de la productividad del trabajo: el aumento de la productividad de los países ‘centrales’ solo aumenta su composición orgánica, y por lo tanto, no cesa de reducir su tasa de ganancia frente a las ‘periferias’; por otro lado, las ‘periferias’ suman plusvalías absolutas superiores y ahora también relativas, y probablemente entre también en consideración una oferta mayoritaria de bienes de capital provenientes de esas ‘periferias’ debido a la desindustrialización e industrialización respectiva de los ‘centros’ y las ‘periferias’, etc. En ese sentido, parecería que nuestra diferenciación entre reducción del precio del trabajo y reducción del trabajo necesario frente al excedente parece un poco innecesaria: la diferencia se trataría de superganancias o ganancias extraordinarias al nivel de la competencia capitalista, al nivel de la competencia monopólica, y luego al nivel del mercado mundial.


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Pero hay otro sentido en el que sigue siendo fructífera: tanto las ‘metrópolis’ como las ‘periferias’ se caracterizan por la reducción del precio del trabajo, y por la innovación técnica que produce una reducción del tiempo de trabajo necesario frente al excedente además del aumento de la composición orgánica, etc. Esto habla a gritos de la gran diferencia entre el planteamiento de Lipietz y el de otros como Piore y Sabel: si nos basamos en el precio del trabajo los BRICS (solo por decir un ejemplo) son tan ‘neoliberales’ como la Tríada (también solo por decir un ejemplo), y si nos basamos en la productividad del trabajo la Tríada sigue siendo tan innovadora como los BRICS. De ahí que el post-fordismo de Lipietz hable especialmente del toyotismo y de sus grados, y no de la especialización flexible pura y simple (como la cree la mayoría del marxismo desde Harvey hasta Negri). Y la diferencia aflora más allá de una composición orgánica menor en las ‘periferias’ con respecto a una tasa de plusvalor más baja en las ‘metrópolis’: partiendo de datos concretos como los de Husson sobre la actualidad (o los de Mandel sobre el capitalismo monopolista de finales del siglo XIX y principios del XX), vemos que (en la actualidad) aunque hay una reducción del precio del trabajo en las ‘periferias’, hay un aumento del capital variable con respecto al constante que hace offset sobre el aumento de la composición orgánica y sirve de contratendencia a la caída de la ganancia. En pocas palabras: aunque el trabajo es muy barato, se está contratando mucha masa de trabajo nuevo manteniendo el valor del trabajo sin alterar. De ahí que las tasas de consumo (per cápita o no) de países como China o India sean increíblemente superiores a las de cualquier país de la Tríada, una noción que contradice la insistencia usual en recalcar solamente las diferencias entre el precio del trabajo en el mercado mundial: un obrero chino consume mucho menos en términos relativos a un obrero europeo, pero en el agregado la sociedad China consume infinitamente mucho más de lo que lo está haciendo Europa. Y ésta es precisamente la característica que demuestra Mandel acerca del aumento de la productividad en las ‘metrópolis’ antes de la Gran Depresión de 1929, y durante el boom de post-guerra: un aumento de la masa absoluta de trabajo superior al aumento de su precio. Aumenta, claro, la composición orgánica y se reduce la tasa de ganancia, pero este aumento de capital constante implica también (contradictoriamente) la posibilidad de aumento del capital variable y la posibilidad de subir la tasa de extracción de plusvalor (contratendencia). Fue el famoso aumento del empleo (paralelo al del salario) que supuestamente contradecía la teoría de Marx sobre el empeoramiento absoluto en las condiciones de vida del obrero. El problema es que Marx nunca planteó tal interpretación, y habló muchas veces de la posibilidad del mejoramiento de las condiciones de vida del obrero dentro del capitalismo, empezando por sus teorías de la plusvalía relativa en el Tomo I. Por esto señalamos la diferencia del 'post-fordismo' de Lipietz: esta es una característica clásica del fordismo existente en el corazón del capitalismo tardío. Por eso Lipietz tiene cuidado en insistir en el toyotismo como una mezcla de características flexibles y clásicas, y no en la exclusividad de una sobre la otra. Esto pone seriamente en duda el discurso sobre la movilidad de los capitales que plantean las teorías de  la financiarización o del neoliberalismo. En todo caso, lo que nos interesa es que esta es la relación que se ha invertido entre las ‘metrópolis’ desindustrializantes y las ‘periferias’ industrializantes. Ahora, si lo que venimos desarrollando tiene cualquier sentido: ¿cuál es la relación entre esta inversión tan evidente de los patrones clásicos, y la (supuesta) inversión de las superganancias con respecto a la tasa de ganancia media del mercado mundial?

Hay que recordar que el aumento de la composición orgánica paralelo a un aumento de la masa de trabajo superior a la proporción relativa del precio del propio trabajo, solo se puede tan siquiera entender en el marco de la reproducción ampliada. Mandel hizo un aporte alrededor de una reproducción ampliada de tipo crítica, algo sobre lo que no vamos a ahondar aquí. Solo queremos recalcar que el inicio de la ‘larga caída’ de la tasa de ganancia con la crisis de 1974 no solo implica algo así como una equiparación en la ecualización de las tasas de ganancia entre ‘metrópolis’ y ‘periferias’: en teoría, la caída de la tasa de ganancia en el mercado mundial afecta a todos los mercados. Pero lo que sí implica es un detenimiento u obstrucción abrupta de la reproducción ampliada: la caída de la tasa de ganancia no implica solo la caída de la tasa (paralela al aumento de la masa), sino el aumento de la tasa de acumulación, y la reducción de la tasa de ganancia con respecto a la tasa de acumulación. Como demuestra Grossman, la caída de la tasa de ganancia empieza inmediatamente cuando inicia el aumento de la composición orgánica, pero solo empieza a ser inferior a la tasa de acumulación a partir de cierto umbral o límite. En todo caso, esto implica precisamente un alto a la inversión en capital variable y constante: la desindustrialización y la flexibilización laboral (especialmente el desempleo) típica de las ‘metrópolis’ neoliberales. Pero esta caída de la tasa de ganancia, aumento de la acumulación y términos relativos entre tasa de ganancia y tasa de acumulación, tiene que darse en todo el mercado mundial por igual si lo que decrece es la tasa de ganancia mundial. Con una enorme diferencia: el colapso de la acumulación en las ‘metrópolis’ traída a colación por la crisis es necesaria (tiene que haber un punto en el que la ganancia no pueda sostener la acumulación, y eso obligue a la contracción de la reproducción), mientras que el retroceso en la tasa de ganancia de las ‘periferias’ no necesariamentesignifica una incapacidad de sostener la acumulación; el retroceso de la ganancia puede estar todavía arriba de las necesidades de acumulación. Y es precisamente la baja composición orgánica de las ‘periferias’ lo que permite no solo una tasa de plusvalor y ganancia relativamente mayor con respecto a las ‘metrópolis’, sino un capital constante lo suficientemente atrasado y barato para mantener la tasa de acumulación por debajo de la tasa de ganancia. Esto coloca a las ‘periferias’ en dirección de una expansión de su reproducción ampliada en oposición a la contracción de las ‘metrópolis’, pero nunca sin evitar la caída de la tasa de ganancia, lo que explica precisamente el crecimiento de los BRICS con respecto a la Tríada contenido u obstruido dentro del marco de esa caída de la ganancia.


En todo caso, admitimos que esta respuesta necesita una sustentación empírica considerable que no podemos realizar por el momento, y por eso vemos este texto como apenas un planteamiento posible. Como se trata solo de una vía posible de investigación, la discusión alrededor de El largo siglo XX se plantearía de la siguiente manera: la oscilación entre períodos productivos y financieros que según Arrighi caracterizan los períodos de auge y caída de las distintas potencias de la economía mundial desde el medioevo, entonces no se deben a centrarse en el capital fijo o en las finanzas exactamente, sino a la relación entre capital variable y constante que permite distintos grados de apropiación de plusvalor, y eso explica su capacidad de servir a funciones de acumulación productiva o de especulación: en la decaída de la tasa de ganancia debida al aumento de la composición orgánica, naciones o regiones con composición orgánica mucho menor logran una explotación de plusvalor que sobrepasa a la de los países ‘centrales’, y crea estos desequilibrios en el mercado (y en el poder) mundial. En todo caso, todas las variables actúan de un modo histórico, y no hay ni constantes en un sentido de una especie de sistema continuo, ni en el sentido de alguna variable que sirva de eje de explicación. Nos encontramos más cerca de Schumpeter que de Kondratiev, y en ese sentido, más cerca de la teoría del ciclo de negocios que de cualquier tipo de onda, pero aún desde ese punto de vista negamos su carácter formal (tal y como Schumpeter lo plantea), o tan siquiera, el carácter esencial de cualquiera de estas formulaciones: solo la realidad concreta y empírica (el objeto) puede determinar el grado de exactitud o no de cualquiera de estos planteamientos.

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