Adiós, Walras y Keynes: Anwar Shaikh



Anwar Shaikh es conocido por defender los métodos formales-matemáticos del neoclasicismo (similar a Morishima). Ésta tolerancia lo lleva a reivindicar el lado de la economía marxista que no puede ser reducido a la filosofía de Althusser o las disquisiciones sobre el espacio-tiempo de Harvey, etc. Es decir: hay toda una tradición de economía marxista que se enfoca en problemas empíricos y conceptuales de la ciencia económica, y no simplemente a hegelianismo. El último libro de Shaikh es una verdadera bofetada contra el neoclasicismo y el ricardianismo liberales. Y lo hace no a través de la negación de lo cuantitativo o de lo formal, sino precisamente a través de sus propias herramientas: curvas de precios de costos, curvas de precios y tiempo de trabajo, etc. No es solo la competencia perfecta la que se demuestra empírica y formalmente inútil: es incluso la competencia imperfecta que informa desde Keynes hasta Kalecki, o desde Sraffa hasta el marshalliano de Schumpeter. No solo muere el neo-monetarismo de Friedman o la escuela de Austria de Hayek y Von Mises (que informa al ordoliberalismo y, de ahí, al libertarianismo de una Rand o un Nozick), sino que los fundamentos micro-económicos de la demanda agregada post-keynesiana (supuestamente “progresiva”) también quedan maltrechos. El libro resume lo que queremos decir con que la solución de Marx al problema del valor, es mucho más heterodoxa siendo vieja, que un puñado de teorías nuevas y pseudo-“heterodoxas”, volviendo a estas últimas mucho más ortodoxas y atrasadas que el marxismo. Por supuesto que Marx no es el único, y que la tolerancia hacia los métodos del neoclasicismo de Shaikh es tan saludable como la validez del keynesianismo o del institucionalismo, etc, pero las soluciones son marcadamente diferentes.

La crítica post-keynesiana (incluyendo a Sraffa) de la competencia perfecta, cree que sale del neo-clasicismo por admitir la determinación de la ganancia o el costo de producción en la demanda agregada, pero termina cometiendo el mismo error de Ricardo frente a Smith: solo hace de los costos de producción otro ámbito más de esa oferta y demanda, a pesar de la determinación del precio por la empresa basada en la inversión, etc, y la imperfección se vuelve otra mano invisible. Ni la heterogeneidad en la ganancia de las firmas individuales y la ausencia de ecualización de la ganancia en Kalecki sirve de nada: creen que por plantear modelos no-estacionarios ni competencia perfecta, entonces es imposible su neo-clasicismo. De aquí se entiende la comunión entre keynesianos y neoliberales en las políticas monetarias que no van más allá del mejoramiento de la ganancia empresarial. De ahí que la gran comunión entre post-keynesianos y alguien como Milton Friedman en el desarrollo de la teoría de sistemas en general (desde teoría de elección del consumidor, hasta la teoría de juegos, etc) en la aplicación de utilidad cardinal o diferentes grados estocásticos de indeterminación dentro de sistemas algorítmicos y axiomáticos deterministas.

¿Cómo lo hace Shaikh? A través de dos elementos: curvas de oferta y demanda, y el concepto de intensidad de la explotación del trabajo. No solo no existe una curva horizontal (como en la competencia perfecta), sino que ni siquiera existen los patrones de alguien como Harrod (quien hace una propuesta de competencia imperfecta), y esas curvas descendientes pero poco rigurosas en los precios de costos de los inputs, ya no se dan debido a cambios en los precios de esos mismos inputs, sino a través de cambios en la intensidad: las diferencias en la intensidad del trabajo que no tienen precio alguno (no involucran cambios ni en el precio del trabajo ni en el precio de las materias primas y capital fijo), provocan aumentos o reducciones en los precios de costo de acuerdo a los cambios en las horas de trabajo y en el uso del capital constante.

La única forma de entender estas variaciones es a través de los conceptos de capital constante y variabledesarrollados por Marx, y frente a los cuales estuvo tan cerca de llegar Ricardo. La relación entre valor y precios del neoclasicismo se vuelve completamente burda: las teorías de los ciclos de negocios tenían la incongruencia de hablar de precios altos (bajos) como iguales a una mayor (menor) ganancia, en contradicción con sus propios postulados sobre la innovación siendo incentivada por el aumento de la ganancia y la generalización de las innovaciones como una caída de la demanda que reducía esa ganancia, etc. ¿Pero cómo los altos precios de una nueva técnica se traducen en mayor ganancia que incentiva la adquisición de esa técnica? ¿No debería ser un aumento del costo de producción? ¿Y no quiere decir que la reducción de los costos de producir gracias a la difusión de esa técnica deberían implicar el aumento de la ganancia, en lugar de la caída de la demanda y de la ganancia? ¿Por qué la generalización de la innovación es incentivada por su generación de ganancias, pero implica la reducción de sus precios? ¿No se supone que la ganancia es igual al precio alto, y la pérdida igual a su reducción de precio? Pero esto no es todo: la relación entre valor y precios es igual de ingenua en las heterodoxias que giran eternamente entre los errores y la incapacidad de Ricardo. Si el costo de los factores que desvelan a Keynes o a Sraffa no determina cambios en los propios costos de los factores, ¿qué significa entonces la introducción del concepto de demanda agregada o incluso la macro-economía con respecto a la miro-economía? ¿Significa otra igualación entre precio y valor? En efecto: quiere decir que la operación que realiza Merger frente a Jevons en la ampliación del costo marginal neoclásico desde el intercambio hacia la producción (convirtiendo tanto el intercambio como la producción en una relación de oferta y demanda), es idéntico al paso desde la determinación del precio por la competencia a la determinación del precio por la firma (basada en la inversión o en lo que se quiera). Tal y como Ricardo se traslada desde el intercambio hasta el proceso productivo, solo para reproducir el equilibrio smithiano entre los factores de producción, así también el post-keynesianismo se traslada desde la competencia perfecta hasta la inversión, solo para reproducir el equilibrio neoclásico.

Por lo tanto: la competencia imperfecta con la que el post-keynesianismo y la auto-proclamada “heterodoxia” de la economía creen “complejizar” o darle “movilidad” a los esquemas de la ciencia económica, se revela como mucho más estático y uniforme que la interpretación marxista. La divergencia entre precios de producción, valores de mercado, precios de costo o capital total avanzado tal y como la desarrolla Marx, supera todas las disquisiciones filosóficas de un Schumpeter. La complejidad de la relación entre precio y valor marxista supera con creces la identidad burda del precio y del valor de las mercancías o de los factores de producción en todas estas soluciones anteriores y mucho más decimonónicas que las de Marx. Si bien todo esto se desprende del carácter no-riguroso de las curvas de Shaikh, su carácter tendencialmente decreciente demuestra que sí hay un efecto de oferta y demanda. Lo que pasa es que se explica por el capital constante y variable, y no por la competencia: no se trata de precios de mercancías o de costos, sino de precios de costo, precios de producción y precios de mercado orbitando alrededor de la relación entre capital constante y variable, la cual incluye la diferencia entre capital constante efectivamente gastado o real, y capital total avanzado. La combinación móvil de estas variables (en espíritu schumpetereano), produce un valor que es además heterogéneo a cualquiera de todas estas variables. Ésta es la realidad del famoso “sistema” o “esquema” que le achacan a Marx: es sin duda alguna una teoría infinitamente más compleja de lo que quieren o pueden enfrentar todos estos economistas que viven en el siglo XIX una y otra vez. 

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