Latinoamérica, Asia y África II: Harootunian y un texto reciente de Grüner
- Se esperaba que África o Asia dejaran de lado sus relaciones comunales y tribales en el campo, o se esperaba que la industrialización creara por sí misma la ‘acumulación originaria’, pero las ‘periferias’ del mal llamado “Tercer Mundo” pasaron por el Pan-Africanismo o el Pan-Arabismo, o pasaron por ser Nuevos Países Industrializados, o poseen agriculturas basadas en relaciones filiales y de parentesco fundamentadas en la familia extendida y la tribu, etc, y esto ha traído como consecuencias una contradicción: no hay a la vista ninguna ‘acumulación originaria’ (como la del tomo I de El capital), pero no por detenimiento del desarrollo capitalista, sino por el avance y profundización misma del capital; el jefe tribal del Pacífico o del Centro de Asia, del Oriente próximo o de África, co-existe con el capitalismo agrícola más avanzado, y no solo con un capitalismo simplemente agrícola (como se hablaba sobre la Latinoamérica del siglo XIX), sino con un capitalismo industrial que a su vez tampoco rompe con el modelo exportador. Se industrializan los Tigres Asiáticos o los países petroleros del Golfo Pérsico, se industrializan Brasil o México, o se industrializan incluso las maquilas guatemaltecas u hondureñas, pero no se da ‘acumulación originaria’ alguna; no existe subsunción real de la agricultura comunal y tribal de África o Asia, pero su agricultura no es en ningún modo ‘tributaria’ ni ‘semi-feudal’, sino que se dedica al intercambio mercantil de sus excedentes entre las más grandes multinacionales comerciales e industriales-agrícolas del planeta; no existe industria del Departamento I ni de bienes de consumo duradero, pero se participa de la tercerización, el offshoring y el outsourcing multinacional. Hablar hoy en día de la importación de bienes industriales o del fomento a la industria para sustituir modelos agrícolas, sería un completo anacronismo cuando la mayoría del valor en la apertura comercial centroamericana o latinoamericana es industrial, y no agrícola; o cuando los mayores productores de bienes de alta tecnología del mundo se encuentran en el sur-este asiático, y no en ninguna ‘metrópolis’. La realidad es entonces clara: las neo-colonias del mundo son ya capitalistas. Hablar de residuos feudales o semi-feudales co-existentes con el capitalismo es una ridiculez no solo en la medida que hablamos de industria neocolonial, sino en la medida que la agricultura misma se dedica a la explotación capitalista.
- Se comprueba entonces a Meiksins Wood: el capitalismo tiene otra vía de desarrollo completamente distinta de la ‘acumulación originaria’ europea. El capítulo XX del tomo III de El capital habla precisamente de una vía no revolucionaria (la ‘vía prusiana’) que coincide paralelamente con las sociedades que no desarrollan ‘acumulación originaria’ tal y como el prototipo histórico de Inglaterra. Pero esto implica una herejía: o el “capital en general” del tomo I define la forma abstracta y pura del funcionamiento del capital, y eso significa que los países ‘periféricos’ aún no habrían desarrollado plenamente el capitalismo (contrario a toda evidencia concreta que demuestra su completa penetración agrícola o industrial); o los países ‘periféricos’ o ‘tercermundistas’ sí son en efecto capitalistas, pero entonces, y contrariamente a lo que se ha dicho durante más de un siglo de marxismo, el “capital en general” del tomo I no es la forma abstracta o pura del capital. Dicho en otros términos: o la subsunción real de la agricultura y la industria tiene como prototipo la forma específica de subsunción de la agricultura y la industria europea, y por lo tanto en efecto hay un retraso en el capitalismo ‘periférico’; o la subsunción presente actualmente en las ‘periferias’ latinoamericanas, asiáticas o africanas (y que es considerada simplemente “formal”), es una forma de subsunción real capitalista.
- Hay que decir que el “capital en general” (del tomo I), pasando por la reproducción ampliada del tomo II, y el “capital particular” (del tomo III o de los “muchos capitales” en competencia) no significan en Marx lo mismo que en Hegel: no son una forma conceptual pura e ideal sin objeto (como lo lee Althusser), ni tampoco se corresponden a la universalidad y la particularidad hegelianas tan nítidamente como lo creen los idealistas. El “capital en general” del tomo I es abstracto simplemente porque realiza una serie de abstracciones económicas metodológicas (oferta y demanda equivalente, salarios o precios constantes, reproducción simple, solo un sector industrial, etc) que no solo no significan la pérdida de ningún objeto, sino que tampoco son menos universales en el tomo III: esas abstracciones metodológicas del tomo I se mantienen en el tomo III, solo que en competencia; de hecho se mantienen mucho más y de forma más pura que en el tomo II, el cual rompe con la reproducción simple y la oferta y demanda equivalente, etc (razón por la cual la valorización y desvalorización o la sobreproducción y subconsumo no se deben a ninguna anarquía de la competencia); y por último: la competencia del tomo III no es igual a una especie de ‘conjunto múltiple’ solamente, sino universal. La transformación del valor en precios es precisamente la co-existencia de ese carácter indiferenciado y abstracto de la generalidad del trabajo (del tomo I), con la diferenciación y la concreción de la competencia y de las composiciones orgánicas: es el capital global, y no una simple aplicación empírica. Es más: en términos hegelianos el “capital en general” del tomo I tiene más afinidad con la singularidad (en tanto capital individual y general simultáneamente, tal y como lo señala Moseley en su último libro) que con la multiplicidad universal de capitales del tomo III. Con esto queremos señalar lo siguiente: no se puede confundir lo lógico y lo histórico de El capital. Marx tuvo el cuidado de escoger Inglaterra como modelo histórico, pero son las abstracciones metodológicas económicas las que le permiten extraer el funcionamiento lógico: esto crea una divergencia entre la ‘acumulación originaria’ histórica y el funcionamiento lógico del capital. Es la misma razón por la que el capital-dinero y mercantil preceden históricamente a la formación del capitalismo, pero se vuelve necesario empezar desde la industria para reconstruir su funcionamiento. Esto explica también por qué el carácter particular de la competencia y los “muchos capitales” del tomo III no es una historización empírica o algo por el estilo, sino también lógica (y de ahí las leyes de la tasa de ganancia, por ejemplo). Esta divergencia o independencia entre la ‘acumulación originaria’ inglesa y el funcionamiento del capitalismo, o este desprendimiento entre la ley del valor (tal y como la define Engels en su prefacio al tomo III) y la historia europea que va desde el capital-dinero y mercantil hasta la revolución industrial, es lo que permite plantear la posibilidad(apenas estamos formulando una vía posible de interpretación) de cuestionar o poner en duda este enfoque tal y como lo afronta Meiksins Wood.
- Harootunain tiene razón en especificar que la acumulación originaria puede no presentarse en otras penetraciones del capitalismo más allá de Europa, e incluso habla de la revolución pasiva o pacífica de Europa del Este planteada en la ‘vía prusiana’ del capítulo XX del tomo III. Pero insiste en tomar la subsunción real y la acumulación originaria de Marx como el prototipo del capitalismo “completo” o “realizado”. Marx en efecto comienza a variar su visión de la acumulación originaria tal y como la detalla Harootunain precisamente porque no puede identificar el funcionamiento sincrónico y lógico del capital con el histórico: no es solo el capítulo XX, sino la teoría de la renta y el régimen parcelero el que son definidos en el tomo III como capitalistas sin ser como el prototipo del tomo I; son de hecho regímenes de subsunción formal, y que Marx insiste en considerar como una mezcla de modos arcaicos y capitalistas, etc. ¿Qué es lo que hace a Marx insistir sobre la separación de esta subsunción formal como no-capitalista? El hecho de que el proceso productivo no es modificado en términos de plusvalía relativa, y que no se desarrolla una industria cuyo desarrollo mismo implica precisamente la plusvalía relativa agrícola: el despojo de la tierra campesina, el aumento del ejército de reserva, la creación del latifundismo clásico, lo cual además implica una demanda de bienes de capital para la agricultura y una elevación de la demanda campesina en general, que promueve la renta en dinero, la monetarización de la economía, y un Departamento I que puede sostener el desarrollo autónomo de su propia industria de Departamento II, etc. Pero he aquí el gran problema con el desarrollo histórico del capitalismo ‘periférico’: aparece la plusvalía relativa en la agricultura (posterior a la colonización en África y Asia), y a partir de la internacionalización de la división del trabajo, aparece la industrialización, sin que se den ninguna de las características resumidas antes en lo más mínimo. Por lo tanto: la separación entre acumulación originaria histórica y capitalismo lógico tal y como la desarrolla Harootunain, implicaría que hay un pre-capitalismo distinto del europeo, y un capitalismo igualmente heterogéneo; es decir: explicar un modo de producción pre-capitalista pero que es distinto del feudalismo de Europa, y un capitalismo lógico que se separa de la subsunción real y la acumulación originaria que es prototipo del tomo I. De negarse esto, se tendría que negar que exista industrialización y el capitalismo agrario en las neo-colonias del mundo (negar la existencia de plusvalías relativas e industria que existen hoy frente a nuestros ojos), y se tendría que asumir que el modo de producción pre-capitalista de Europa es homogéneo al de Latinoamérica, Asia o África (es decir: el feudalismo se volvería universal). Como vemos, no es solo Harootunain el que resulta incapaz de ver estas contradicciones simples, sino enfoques como el dependentismo o los sistemas-mundo (ni qué decir de la decolonialidad): esta misma contradicción está presente en la tesis dependentista de un capitalismo que inicia con la colonización, y de un capitalismo ‘periférico’ que realmente no se desarrolla hasta su máximo potencial o es obstruido, etc. Pero si el “Tercer Mundo” ya es capitalista desde la colonia, no puede ser obstruido más de 100 años después, y si es obstruido hoy en día, entonces no fue capitalista desde la colonia, etc. Por lo demás, la diferencia entre lo lógico e histórico como un presente del ‘ser’ y un pasado del ‘siendo’ que sirve de antecedente para el análisis de Marx, tampoco eliminan la teleología necesariamente (tal y como lo señaló Meiksins Wood): existe una teleología de la función tanto como de la forma, no solo como una causa inexorable sino como una consecuencia igual de necesaria, etc. Aquí es donde entra el texto reciente de Grüner.
- El dependentismo y los sistemas-mundo creo están en acuerdo con que el pre-capitalismo europeo no es el mismo que el americano, asiático o africano. Pero niegan el modo de producción asiático: dicen que es muy generalizador, pero en cambio ellos proponen un régimen ‘tributario’ que es todavía más generalizador y absoluto, o que está al nivel de la formación socio-económica y no al nivel del modo de producción (son unas formaciones mixtas donde se explicita en ningún momento la tendencia dominante). Esto se matiza con el hecho de que Amin recalca el carácter regional del modo ‘tributario’ europeo: el feudalismo es un modo ‘tributario’ particular. Y esto precisamente es lo que hace que las etapas stalinistas sean obsoletas para explicar las neo-colonias del mundo, etc. Pero el modo de producción asiático es precisa y exactamente lo mismo que esto: es un modo ‘tributario’, pero distinto de la región particular europea. La negación del dependentismo y otros del modo de producción asiático ya la hemos discutido. Irónicamente, es el único modo de producción que puede explicar precisamente la persistencia de una subsunción formal plenamente capitalista, y también explica el hecho de que la colonia latinoamericana, asiática o africana no se base en ningunos ‘señores feudales’, sino en la propiedad del Estado colonial (específicamente la dinámica entre encomiendas y mercedes reales en Latinoamérica, y la persistencia de relaciones tribales y comunales en África y Asia, o en las zonas indígenas de América). La similitud de la colonización es precisamente la adaptación del poder colonial al modo de producción existente, con sus distintos grados de diferencias y desigualdades combinadas a lo largo y ancho de América, Asia o África (ver aquío aquí), las cuales no pueden ser analizadas en lo absoluto por el concepto de modo ‘tributario’. Los detalles que ha desarrollado la historiografía actual acerca de la colonia latinoamericana contradicen cualquier forma de servidumbre o incluso la renta en especie. Jairus Banaji acertadamente señala la antigüedad del salario en otras regiones, aunque se olvida de mencionar la diferencia entre una forma-equivalencial de intercambio y un equivalente general (o dinero). No tenemos un concepto mejor que el del modo de producción asiático. A pesar de estas cualidades tan obvias, la mayoría del marxismo contemporáneo insiste en su rechazo. Más aún: de aceptarse aunque sea metodológicamente el modo de producción asiático, se realiza precisamente la labor histórica de reconstruir un antecedente pre-capitalista que no es eurocéntrico (incluso en el sentido de Amin), y la labor lógica de una penetración del capitalismo distinta de la subsunción real y la acumulación originaria que no aparecen por ningún lado en el ‘tercermundismo’. Celebramos el texto de Grüner.
- Por último: el estudio del antecedente histórico como distinto del funcionamiento lógico, quiere decir que se tiene que explicar no solo porqué el capitalismo se dio en Europa, sino por qué no se dio en Latinoamérica u Oriente. Así como Dussel se refiere a aspectos particulares de manera algo torpe (confundiendo la metalurgia manufacturera china con una Revolución Industrial fabril moderna, por ejemplo), nadie se toma en serio el desafío de Meiksins Wood: en Oriente y América antiguas existía una ley del valor. Es lo que señala Banaji, precisamente. Se sabe que la ley del valor es anterior al capitalismo (tal y como lo desarrolla Engels en su prólogo del tomo III), del mismo modo que el capital es más antiguo que el capitalismo, y del mismo modo que existe un plustrabajo y un plusproducto a partir de una relación de trabajo necesario/excedente, pero que no opera a través de la extracción de plusvalía capitalista, sino a través del sobreconsumo y la subsistencia (Mandel), etc. La ley del valor depende de la existencia de formas-equivalenciales de intercambio (no necesariamente un equivalente general –dinero-, y que tampoco es un simple y llano trueque –volveremos sobre esto-), y por eso el capital-dinero (el usurero) o el capital-mercancía (el comerciante) anteceden históricamente al capital-productivo. En efecto una mayoría de los pueblos asiáticos (egipcios, por ejemplo) vivía de intercambios equiivalenciales basados en el valor trabajo, pero que no involucraban dinero (como los asalariados constructores de pirámides). Solo un 10% eran esclavos, y tenían derechos de propiedad y otros (algo típica desde el punto de vista de la propiedad del modo asiático, dicho sea de paso). Europa en cambio poseía (en Grecia, por ejemplo) entre alrededor de 60% y 80% de esclavos. A pesar de esto: más del 50% de los ‘ciudadanos’ griegos recibía salario, mucho menos que en un imperio como el egipcio. Y aquí es donde aparece la tesis de Kautsky: las regiones europeas concentraban mucho más la tierra, en comparación con la fragmentación de las posesiones orientales. Esto permitió al terrateniente emanciparse y convertirse en ‘ciudadano’, al mismo tiempo que volvió al terrateniente oriental mucho más dependiente de las labores productivas y del co-gobierno con las castas sacerdotales. Esto también se relaciona con la diferencia entre la regionalidad particular de Europa, y las regiones del modo asiático: la propiedad de la tierra permite la concentración y centralización del valor, mientras que la renta en forma de impuesto como representante del Estado crea la flexibilidad y atomización clásica de los reinos que conforman cada uno de los imperios antiguos de Oriente. Aquí puede haber una posible explicación para la explosión de la acumulación originaria europea, y su no aparición en el modo de producción asiático (o en el modo ‘tributario’ específico de Europa, y el modo ‘tributario’ que se da en el resto del mundo, etc). Esto tiene muchas consecuencias incluso ideológicas (tal y como lo señala Kautsky), y requieren de una investigación acerca de varios aspectos, entre ellos la relación campo-ciudad (la revolución urbana de Childe), las relaciones entre suzeranía y reinos en Occidente y Oriente (labor que según Perry Anderson era de las más incompletas), etc.