Investigaciones internacionalistas: sobre un mecanismo de explotación internacional poco discutido




La geopolítica generalmente se ve como una contradicción entre estados-nación, cuando en realidad las burguesías de los países "oprimidos" son agentes y socios de las potencias. El colonialismo no viene de "afuera" de la nación solamente, sino que es interno; no es solo "extranjero", sino local. Si las potencias tienen ventajas en superávits comerciales o poder adquisitivo, o tienen una tasa de ganancia mayor en países pobres, esto significa un mayor poder adquisitivo y tasas de ganancia mayores para las burguesías de acá. Las monedas de las potencias están tan repreciadas con respecto a monedas pobres como el colón (en Costa Rica), que necesitan una muy poca cantidad de capital para importar muchos más productos ticos, creando los términos de intercambio desiguales. Y los exportadores y el capital comercial reciben su ganancia también en esa moneda extranjera (dólares, en el caso de la moneda estadounidense, o cualquier otra moneda altamente repreciada y con hegemonía en los intercambios del comercio exterior), poniéndolos en la misma posición de tener un poder adquisitivo mayor junto con las potencias. Lo mismo pasa con los bajos costos de producción en los países pobres y la llegada de inversión extranjera o multinacionales: la tasa de ganancia de estas empresas multinacionales es la misma que ganan las burguesías locales. Cada vez que sube la tasa de ganancia o sube el poder adquisitivo (por ejemplo medido por el PPP o paridad de poder de compra) de las monedas de países fuertes, sube la tasa de ganancia y el poder adquisitivo de las burguesías exportadoras y comerciales de países débiles. Están conectados por el mismo mecanismo económico, por decirlo así. Y este mecanismo es internacional. No tiene que ver con una burguesía que explota a un proletariado aquí, y otra allá de modo simultáneo, sino que la explotación internacional permite la explotación nacional y viceversa. No se trata de que las potencias le quitan parte de las ganancias a las burguesías pobres, o que le quiten parte de un valor que de otro modo se quedaría en sus manos, no. Al contrario: se trata de que la extracción y expoliación del valor que es sacado del país, beneficia a la capa exportadora y comercial local. De ahí que no es cierto que las burguesías de países pobres están sometidas u obligadas a mantenerse en el atraso, sino que el atraso es lo que les beneficia. No les falta espíritu capitalista, sino al contrario: persiguen los motivos capitalistas con la mayor fuerza. Son agentes internacionales del mercado mundial, no simplemente nacionales. 

Esto contradice completamente el nacionalismo: en la teoría nacionalista del mercado mundial, cada estado-nación es explotado por su respectiva burguesía, y la aparición del estado-nación extranjero viene a llevarse el valor producido fuera del país. Si no fuera por la aparición de este estado-nación extranjero, la nación tendría mucho más valor local, y la burguesía nacional se apoderaría de mucho más valor. Esta es la famosa dependencia o supeditación de las lumpenburguesías del “tercer mundo” frente a las potencias, o se supone que es así. Pero esto no es cierto. Las lumpenburguesías neo-coloniales del capital comercial y del sector exportador de países débiles perciben exactamente el mismo mecanismo de beneficio que una multinacional de una potencia, con la gran diferencia de la masa de ganancia (probablemente debido a la alta productividad del trabajo, plusvalías relativas en oposición a plusvalías absolutas, etc) y de los tipos de cambio en una sociedad o en otra. El capital agrícola e industrial, por otro lado, dependen y están sometidos no solo al capital extranjero o multinacional, sino al capital comercial y al tipo de modelo exportador. Una vez que la tercera revolución industrial permite la industrialización de los países pobres sin romper con el modelo exportador, entonces la burguesía industrial (y luego de servicios, etc) será subsumida no por el mercado mundial a través de la apertura comercial, sino por el mercado mundial a través de este mecanismo de tasa de ganancia y poder adquisitivo de la moneda extranjera de países fuertes. Aunque eso implica que tanto el capital agrícola e industrial exportadores pertenecen al mismo mecanismo internacional, esto no elimina el predominio del capital comercial gracias al modelo de exportación-importación: sea producto agrícola o industrial, el capital comercial siempre sacará su margen de ganancia de modo indiferente. Sacará ganancia no solo a partir de la exportación de lo producido, sino también por las necesidades agrícolas o industriales de importación (insumos), y por la demanda agregada en general de un país dependiente de la importación para su consumo. Por lo tanto, no hay burguesía “tercermundista” (especialmente exportadora y comercial) que no se beneficie de la explotación económica en el mismo modo que una empresa o burguesía extranjera: la tasa de ganancia y el poder adquisitivo de la moneda que poseen aumenta o se reduce beneficiando o perjudicando a estas capas burguesas del mismo modo exacto.

Esto puede ayudar a explicar cómo es posible una transición tal cual como la que vivimos hoy en día, en donde el sudeste asiático y el pacífico lidera en formación bruta de capital, exportaciones de bienes de capital, y valor agregado industrial y de alta tecnología, y al mismo tiempo co-existe con las grandes potencias de la Tríada: la transformación no es una ruptura en una relación asimétrica entre naciones poderosas y débiles, sino que nunca hubo asimetría qué romper; más allá de las masas absolutas de ganancia y las relaciones relativas entre los tipos de cambio nominales, la tasa de ganancia y el poder adquisitivo de la moneda extranjera aún benefician a las burguesías de la Tríada y del sudeste asiático por igual y en idéntico modo. La diferencia absoluta en la masa de ganancia (reflejada en los altos PIB del sudeste asiático y de los BRICS en general), simplemente permitiría reproducir la relación de exportaciones de capitales que existía entre norte y sur, o entre metrópolis y periferias, o entre potencias y países débiles. Y esto en efecto es lo que vemos con el auge de las multinacionales de países emergentes. Cada vez compran más activos, inversión de portafolio o hacen mergers & acquisitions con empresas y en regiones de la Tríada. Si tomamos a Paul Baran de referencia, es posible decir que ya no existe entonces solo extracción multinacional de valor desde el norte al sur, sino en todas direcciones.

Pero como el mercado mundial se basaba no en una diferencia esencial entre países centrales y periféricos, sino más bien al contrario: en su comunión a través de este mecanismo de ganancia y monetario, y todos los estados-nación del mundo eran agentes del capital financiero y capitalista en el mismo modo, estas transformaciones recientes en la hegemonía dentro del mercado mundial no producen la ruptura de una asimetría, sino que sostienen de algún modo una característica clásica del capital y del mercado mundial internacional. De ahí que si bien los BRICS implican un gran cambio geopolítico en el mercado, eso no quiere decir que se convertirán en los nuevos países centrales y que los países centrales se convertirán en periferias. Al parecer el proceso es más complejo: las potencias como las del sudeste asiático y el pacífico alcanzarían a la Tríada, o del mismo modo lo harían China o India, pero sin desbancar el poderío alcanzado hasta este punto de la historia por la Tríada misma. Los roles no se invierten, y China o India no van a empezar a colonizar Europa o Estados Unidos como en el siglo XIX, sino que van a adquirir y están adquiriendo un peso tal dentro del mercado mundial como para redefinir la geopolítica en un modo completamente distinto que el de la dominación simple y llana de la Tríada. Las comparaciones con el ultra-imperialismo son elocuentes, claro está, con la diferencia inadvertida por Kautsky, de que otros países parecen estar entrando en ‘guerras de rapiña’ imperialista cuando antes eran neo-colonias tercermundistas: por ejemplo Turquía en Afrín y Siria, Arabia Saudita en Yemén e Irán en ambos territorios. Todos son países con las características que mencionamos aquí, especialmente su entrada a la competición multinacional dentro del mercado mundial. No parecen ser guerras ‘proxy’, sino formas abiertas de países “tercermundistas” supeditando a países más débiles con intenciones y agendas imperiales. En cierto modo, esto no es una sorpresa, ya que precisamente ese es el punto del texto: el mecanismo de tasa de ganancia y moneda extranjera que comparten las burguesías de la Tríada con las burguesías más pequeñas o débiles, hace de todos los estados-nación agentes del imperialismo. No existen bloques de burguesías “tercermundistas” que no se beneficien económicamente a través del mismo mecanismo que la burguesía multinacional. Lo que pasa, y la gran diferencia actual, es que países anteriormente débiles están alcanzando el grado de desarrollo de países centrales, y esto está alterando el escenario geopolítico. Es una transformación del neo-colonialismo: todos los países se vuelven susceptibles de colonización, y todos los países se vuelven susceptibles de ser colonizados. Es la internacionalización del neo-colonialismo, tal y como la exportación de capitales explota y expolia plusvalor en todas direcciones del mercado mundial. Todos los países, incluso los más pequeños, entran en el juego de la exportación de capitales imperial (multinacionales brasileñas explotan Costa Rica, así como multinacionales sudafricanas explotan el áfrica subsahariana), solo que con enormes y abismales divergencias entre unas economías y otras. Más exactamente, y para no olvidar las asimetrías: aunque todos los países participan ahora de la exportación de capitales imperialista, no todos lo hacen en la misma magnitud. Las transformaciones en las jerarquías entre sociedades dependerán entonces de la tasa de ganancia monopólica internacional/multinacional.

Más aún: a pesar del auge de los BRICS y demás acrónimos para países emergentes, siguen existiendo heterogeneidades que se ponen en el camino de una inversión tan radical en la que los países, por ejemplo, del sudeste asiático, se conviertan en potencias tales como las de la Tríada. Hay factores en sus economías que todavía obstaculizan un escenario de ese tipo. Desde la fragmentación de la integración, la cantidad de empresas pequeñas y medias, la dependencia de la exportación, la ausencia de integración vertical, y la falta de sostenimiento en el mercado interno, etc, todos impiden (aún incluso a China) compararse con la Tríada. Insistimos: más que una 'inversión' entre los roles del norte y el sur, se trata de un 'reposicionamiento'. No se trata de que los países del sur se hayan vuelto de repente 'imperialistas', sino de que siempre lo han sido, y esa capacidad y posibilidad de volverse países imperialistas al mismo nivel de las potencias está encontrando su desenvolvimiento en el mercado mundial.

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