Cuestiones sobre el mercado mundial: leyendo Wallerstein
Leyendo Wallerstein es interesante la tensión que existe entre el internacionalismo y el nacionalismo todavía en el enfoque de sistemas-mundo. Wallerstein correctamente plantea que el desarrollo de una sociedad no se debe a cuestiones étnico-biológicas de la sociedad (en un sentido malthusiano y nacionalista), sino a la posición que tienen esas sociedades en la estructura del mercado mundial internacional. Esto es fundamentalmente correcto. Pero hay otras razones por las que el mercado mundial no es nacionalista en ningún modo: no solo todos los estados-nación son agentes del capital financiero (nunca solo las potencias), tal y como lo detallaba la teoría original del imperialismo de Lenin y Bujarín, y también existen formas en las que la burguesía metropolitana y la burguesía pobre ambas se benefician con los mismos exactos mecanismos económicos (aquí), sino que la diferencia entre las regiones centrales y periféricas no está en su expoliación unos de otros, como todavía lo plantea Wallerstein.
Para él, los países fuertes lo son correlativamente a la debilidad de los otros, algo así como si en la competencia inter-estatal e inter-nacionalista, los estados centrales habrían encontrado una ventaja sobre el subdesarrollo de los estados periféricos, pero esta versión del mercado mundial es incorrecta: la diferencia entre los estados-nación no está en su expoliación unos de otros (la exportación de capitales de las potencias sobre los países pobres), sino en sus modelos de desarrollo y sociedad, los cuales incluyen su exportación de capitales a países pobres. La riqueza de las potencias no es correlativa a la pobreza de los países pobres: si todas las empresas foráneas y capitales extranjeros salieran de los países pobres, y sus ganancias fueran repatriadas completamente, eso no convertiría a los países pobres en potencias frente a los países centrales. Lo que necesitarían es un modelo de sociedad y de economía completamente distinto. Por esta misma razón vemos a una región como el sudeste asiático y el pacífico básicamente sustituyendo a la Tríada en exportaciones de bienes de capital, en producción industrial de alta tecnología y demás, o en la formación bruta de capital, y esto no provoca el empobrecimiento correlativo de la Tríada, ni tampoco su posicionamiento como países dependientes con respecto al sudeste asiático y el pacífico.
Por la misma razón los países pobres se caracterizaron siempre por la imposibilidad de exportar capitales, y hoy en día son capaces de hacerlo (incluso a un nivel multinacional, como las nuevas multinacionales del sur o de países emergentes) y esto tampoco transforma por sí mismo su posición dentro del mercado mundial (no se vuelven potencias ni las potencias se vuelven dependientes, etc, a pesar de que están extrayendo valor de otras naciones). Esto quiere decir que la posición de potencia o periferia en el mercado mundial en efecto tiene que ver con su posición relativa en el mercado mundial, pero basada en modelos económicos y de sociedad, en el modo en que funcionan, y no simplemente diferencias relativas de cantidades absolutas, etc (Wallerstein invoca tanto el ‘intercambio desigual’ de Emmanuel como las diferencias en el precio del trabajo y las ganancias como indicadores de las posiciones como potencia o periferia, ¿es esto un análisis de la estructura de ese mercado? ¿Qué pasa con la tasa de ganancia que es superior para las burguesías periféricas frente a las metropolitanas, o el tipo de cambio nominal y de mercado que beneficia tanto a la burguesía exportadora y comercial de los países pobres, como a las multinacionales o las burguesías centrales? El capital comercial de un país pobre es indiferente frente a la nacionalidad de quien exporta, ya que genera la misma ganancia. Es incluso mejor que no exista producción nacional, sino internacional, ya que eso implica una mayor dependencia de la importación-exportación. Aquí es falso lo que dice Baran y todo el dependentismo incluido Wallerstein, de que la magnitud de aumento del poder económico de una nación poderosa es la magnitud de disminución de poder económico de una nación débil, y que el poderío de una potencia es correlativo al subdesarrollo del país pobre (que la magnitud de valor producido en las periferias se reduce a medida que el valor expoliado por las potencias aumenta), ya que en todos estos ejemplos la magnitud del valor y del poder económico que se apropia la burguesía pobre, aumenta en conjunto con el valor y poder económico apropiado por la burguesía fuerte. Ambas magnitudes aumentan, del mismo modo que aumenta la tasa de ganancia de un burgués pobre y la tasa de ganancia de una multinacional metropolitana, o del mismo modo que aumenta el poder adquisitivo de la moneda extranjera a través de la devaluación tanto en el país pobre como en el país fuerte, o del mismo modo que el aumento de la producción internacional significa un aumento de las ganancias comerciales por importación-exportación).
Todo esto es necesario de ser estudiado, ya que entonces las potencias no solo se definirían por modelos socio-económicos y no por cantidades de ganancia, sino que tampoco se definirían por explotar la ganancia y el trabajo en otras naciones (tal y como lo vemos hoy, insisto). Esto reivindica la versión del mercado mundial que analiza a todos los estados-nación como agentes del imperialismo, y no solo a las potencias como países imperialistas. Esta definición, claro, proviene de las tesis de imperialismo de Lenin y Bujarín. Al contrario de sus fervientes seguidores, no existe ni hegemón ni teoría de tres mundos en la teoría original del imperialismo, sino una red de estados-nación en la que todos son agentes del capital financiero internacional. Dicha estructura también es descartada por Wallerstein. Precisamente él reivindica la teoría de los tres mundos (metrópolis, sub-periferias y periferias) planteando la heterogeneidad absoluta de los estados-nación, en términos políticos y económicos. Nosotros hemos establecido que esto no es del todo así, que existen conexiones entre los estados-nación pequeños y grandes en su funcionamiento económico, y además señalamos que esto contradice el postulado sobre la posición estructural dentro del mercado mundial: ¿cual es esa estructura?, etc. Esto es lo que debe ser cuestionado y analizado.
Básicamente, tiene que existir una forma de hegemonía y de asimetría entre potencias y países pobres o débiles, pero que no se base en la teoría de tres mundos y ninguna de sus variantes (ni la stalinista/maoísta, ni la de países no-alineados, ni la del dependentismo de Marini, ni la de sistemas-mundo, etc), ni en ningún tipo de subdivisión de regiones o países del mercado mundial, ya que eso imposibilita analizar el funcionamiento del mercado mundial, e imposibilita las transformaciones o cambios en las posiciones dentro del mercado mundial, tal y como vemos hoy en día con los países BRICS, especialmente China e India, o la región del sudeste asiático y el pacífico en general. La correlación de 'dependencia' de estas zonas periféricas no les ha impedido romper con cualquier 'intercambio desigual', demostrando que no es inherente a la división internacional del trabajo del capitalismo. Más aún, ni siquiera es inherente a la exportación de capitales y a la explotación multinacional del plusvalor por parte de potencias en países pobres, gracias a que el sudeste asiático está produciendo en Europa y Estados Unidos sin convertir estas regiones de la Tríada en países 'dependientes' en lo más mínimo. Eso quiere decir que los criterios que se han usado en el marxismo latinoamericano por más de medio siglo están equivocados, del mismo modo que eran fundamentalmente ricardianos (precios y no valores, comercio internacional y no producción, etc), todas las cuales son debilidades compartidas por el enfoque de Wallerstein. Al contrario, desde nuestro enfoque acerca de los beneficios comunes entre burguesías centrales y periféricas, las transformaciones de países neo-coloniales que pasan a tener la posición de potencias mundiales logra ser explicada. Lo que queda aún en el aire sería entonces, ¿cual es el funcionamiento exacto de las asimetrías y las hegemonías en el mercado mundial? La respuesta se tiene que encontrar al nivel de la productividad del trabajo y de la explotación del trabajo, únicas variables que llegan al meollo de la producción, y no solo de la circulación. Precisamente es desde ese enfoque que hemos trabajado aquí o aquí, etc.
En todo caso, si bien la metáfora de Lenin y Bujarín es la de una estructura de estados-nación que son todos agentes del imperialismo como burguesía mundial (lo cual está más cercano de analizar el mercado mundial como estructura internacional, y no como agregado de naciones o regiones), dividen las hegemonías y subalteridades del mercado en la división internacional del trabajo entre países industriales y agrícolas. Hoy esta división no existe, y sabemos por lo tanto que no es una determinante para la división entre países metropolitanos y países periféricos: los países pobres se industrializan, pero continúan siendo pobres en comparación con las potencias de la Tríada (o en comparación, hoy en día, con los BRICS o el sureste asiático). De nuevo, nuestro análisis acerca del beneficio idéntico entre las burguesías de potencias y periferias puede alumbrar algún tipo de comprensión sobre el mercado mundial: las burguesías se benefician de la tasa de ganancia y del tipo de cambio, además del poder de compra que miden medidores como el PPP, pero este beneficio idéntico entre un burgués de una multinacional y un burgués comerciante del 'tercer mundo', se fundamenta en la desigualdad de modelos socio-económicos como el de la acumulación originaria consumada en las potencias, y el de la dependencia de la exportación y el comercio exterior en los países pobres. Se basa en la posibilidad de las potencias de exportar capitales, por ejemplo, y en la explotación del capital comercial periférico de la dependencia de sus sociedades y consumidores (en el sentido de demanda agregada) de la importación y la exportación. Es decir: solo puede existir un beneficio idéntico para el burgués de la potencia y el burgués pobre, si existe una desigualdad o asimetría en los modelos que funcionan no solo al nivel de las naciones (la forma en que explotan sus sociedades: unos a través de la demanda agregada, otros a través de la dependencia de la importancia y la exportación), sino a través de la división internacional del trabajo entre regiones que permite precisamente tal desigualdad.
Es decir, si todas las naciones del mundo desarrollaran el mercado interno, y se acabaran las dependencias del comercio exterior en los países pobres, aún así existiría una red de estados-nación como agentes del capital financiero internacional que explotarían ya no solo a sus sociedades del mismo modo, sino a las sociedades del resto del mundo a través de sus propias exportaciones de capitales. Esto explicaría el porqué el auge del sureste asiático no crea ningún desequilibrio en el mercado mundial, y porque los países de la Tríada que están siendo sustituidos por China o por el sureste asiático, no se invierten en países dependientes, etc. No hay posibilidad de tal 'inversión', precisamente porque existe una estructura internacional, y no simplemente un agregado de estados-naciones o de regiones, como en las teorías nacionalistas, o como en las teorías de tres mundos las cuales también reproducen a su modo el nacionalismo. Esto, insistimos, nos devuelve a los estudios de Lipietz sobre el tema, y se vuelve necesario su profundización y crítica.
En cierto modo, el problema con la comprensión del mercado mundial es reproducir la lucha de clases que se da en una sociedad, con la lucha de clases al nivel del mercado mundial: se entiende que como en una sociedad existe una burguesía que explota a un proletariado, en el mercado mundial se reproduce la misma relación solo que entre unas naciones o regiones potencias que explotan a unas naciones o regiones débiles. Esta metáfora es completamente metafísica e inexistente en el mercado mundial. Lo que existe es un beneficio mutuo entre burguesías de todos los colores y sabores del mundo, y una asimetría que se basa no solo en la explotación de un país fuerte contra uno débil, sino en la posición en el mercado mundial de los modelos socio-económicos de cada región o nación, modelos que son desde su inicio no solo internos, sino internacionales.
Paul Baran claramente afirma que los países periféricos se convirtieron en 'extensiones de los mercados internos' de los países poderosos. La división entre países agrícolas e industriales apuntaba en cierto modo a esto: regiones donde se desarrolla el mercado interno, y regiones donde se depende del modelo exportador. No solo hay intercambio desigual en el comercio exterior, y no solo se extrae valor desde las periferias hasta los países centrales (cosas que sí son reales, claro), sino que las naciones son extensiones de los mercados internos de otras naciones. Los mercados de la Tríada son mercados y extensiones de los mercados de la producción exportadora 'tercermundista', tanto de la producción agrícola como de las partes y componentes industriales, las materias primas como el petróleo, los intereses altos y la devaluación, etc. Los mercados del 'tercer mundo' son, en cambio, extensiones de los mercados industriales y avanzados de la Tríada: de sus productos de consumo duradero, de sus bienes de capital, de su crédito financiero, etc. La diferencia es que el modelo exportador de un país pobre lo que refuerza es el funcionamiento de una más alta productividad del trabajo en los países centrales, mientras que la demanda de productos agrícolas o materias primas de las potencias refuerza simplemente una productividad atrasada.
Es la transformación de esta relación precisamente la que ha permitido al sureste asiático invertir sus relaciones con la Tríada: han fomentado sus mercados internos, probablemente gracias al equilibrio que representa el poder de Japón frente a las empresas occidentales, y ahora es su productividad la que es más alta, y los mercados de la Tríada los que operan en función de la productividad de los mercados internos asiáticos de modo recíproco: ambas regiones extraen valor unas de otras, sin que exista ninguna relación de 'dependencia', y por lo tanto, inexplicable desde la perspectiva de la expoliación del valor. Los países intermedios como las multinacionales turcas, israelíes o brasileñas también extraen valor ahora de las potencias (desde la mítica Embraer hasta las farmacéuticas israelíes), con procesos productivos en Europa o Estados Unidos. ¿Quiere decir que Europa y Estados Unidos son países dependientes con respecto a Turquía o Brasil? Evidentemente no, y por lo tanto, la extracción de plusvalor de Baran que se generaliza hacia todas las naciones que ahora exportan capitales, no puede ser criterio alguno de las hegemonías y subalteridades o de las asimetrías en las relaciones entre potencias y periferias. Los modelos, en cambio, de países como Turquía y Brasil en comparación con Estados Unidos y Europa hablan a gritos de su importancia como explicación de esa desigualdad.
El mercado mundial entonces se parece (y esto es lo que habría que investigar) a la desigualdad en la composición orgánica de los capitales en la ecualización de la tasa de ganancia del tomo III, solo que en este caso la desigualdad de la productividad del trabajo y la explotación del trabajo de las sociedades del mundo vistas desde la óptica del mercado mundial. Esta podría ser una de las posibles formas de entender esa estructura que Wallerstein tan solo acaba de nombrar, alumbrando correctamente la vía de análisis. El desarrollo de las potencias o el subdesarrollo de las periferias se debería entonces a la posición y la interrelación internacional en el mercado mundial de la productividad del trabajo que consiguen como sociedades, y así sucesivamente, siempre teniendo en cuenta la extensión internacional de los mercados de cada nación con respecto a los demás, como extensiones de sus propias naciones y economías, en una interrelación recíproca. La contradicción más que entre estados-nación, sería una contradicción entre capitales propiamente dichos, que se extienden y operan más allá de sus naciones (incluso a través de la exportación de mercancías básica, anterior a la exportación de capitales, y dentro de la cual había estado restringido el 'tercer mundo' hasta la actual internacionalización de la exportación de capitales aún entre países pobres -no solo el fenómeno de la multinacionales del sur o emergentes, sino las franquicias internacionales y demás-).
Básicamente, tiene que existir una forma de hegemonía y de asimetría entre potencias y países pobres o débiles, pero que no se base en la teoría de tres mundos y ninguna de sus variantes (ni la stalinista/maoísta, ni la de países no-alineados, ni la del dependentismo de Marini, ni la de sistemas-mundo, etc), ni en ningún tipo de subdivisión de regiones o países del mercado mundial, ya que eso imposibilita analizar el funcionamiento del mercado mundial, e imposibilita las transformaciones o cambios en las posiciones dentro del mercado mundial, tal y como vemos hoy en día con los países BRICS, especialmente China e India, o la región del sudeste asiático y el pacífico en general. La correlación de 'dependencia' de estas zonas periféricas no les ha impedido romper con cualquier 'intercambio desigual', demostrando que no es inherente a la división internacional del trabajo del capitalismo. Más aún, ni siquiera es inherente a la exportación de capitales y a la explotación multinacional del plusvalor por parte de potencias en países pobres, gracias a que el sudeste asiático está produciendo en Europa y Estados Unidos sin convertir estas regiones de la Tríada en países 'dependientes' en lo más mínimo. Eso quiere decir que los criterios que se han usado en el marxismo latinoamericano por más de medio siglo están equivocados, del mismo modo que eran fundamentalmente ricardianos (precios y no valores, comercio internacional y no producción, etc), todas las cuales son debilidades compartidas por el enfoque de Wallerstein. Al contrario, desde nuestro enfoque acerca de los beneficios comunes entre burguesías centrales y periféricas, las transformaciones de países neo-coloniales que pasan a tener la posición de potencias mundiales logra ser explicada. Lo que queda aún en el aire sería entonces, ¿cual es el funcionamiento exacto de las asimetrías y las hegemonías en el mercado mundial? La respuesta se tiene que encontrar al nivel de la productividad del trabajo y de la explotación del trabajo, únicas variables que llegan al meollo de la producción, y no solo de la circulación. Precisamente es desde ese enfoque que hemos trabajado aquí o aquí, etc.
En todo caso, si bien la metáfora de Lenin y Bujarín es la de una estructura de estados-nación que son todos agentes del imperialismo como burguesía mundial (lo cual está más cercano de analizar el mercado mundial como estructura internacional, y no como agregado de naciones o regiones), dividen las hegemonías y subalteridades del mercado en la división internacional del trabajo entre países industriales y agrícolas. Hoy esta división no existe, y sabemos por lo tanto que no es una determinante para la división entre países metropolitanos y países periféricos: los países pobres se industrializan, pero continúan siendo pobres en comparación con las potencias de la Tríada (o en comparación, hoy en día, con los BRICS o el sureste asiático). De nuevo, nuestro análisis acerca del beneficio idéntico entre las burguesías de potencias y periferias puede alumbrar algún tipo de comprensión sobre el mercado mundial: las burguesías se benefician de la tasa de ganancia y del tipo de cambio, además del poder de compra que miden medidores como el PPP, pero este beneficio idéntico entre un burgués de una multinacional y un burgués comerciante del 'tercer mundo', se fundamenta en la desigualdad de modelos socio-económicos como el de la acumulación originaria consumada en las potencias, y el de la dependencia de la exportación y el comercio exterior en los países pobres. Se basa en la posibilidad de las potencias de exportar capitales, por ejemplo, y en la explotación del capital comercial periférico de la dependencia de sus sociedades y consumidores (en el sentido de demanda agregada) de la importación y la exportación. Es decir: solo puede existir un beneficio idéntico para el burgués de la potencia y el burgués pobre, si existe una desigualdad o asimetría en los modelos que funcionan no solo al nivel de las naciones (la forma en que explotan sus sociedades: unos a través de la demanda agregada, otros a través de la dependencia de la importancia y la exportación), sino a través de la división internacional del trabajo entre regiones que permite precisamente tal desigualdad.
Es decir, si todas las naciones del mundo desarrollaran el mercado interno, y se acabaran las dependencias del comercio exterior en los países pobres, aún así existiría una red de estados-nación como agentes del capital financiero internacional que explotarían ya no solo a sus sociedades del mismo modo, sino a las sociedades del resto del mundo a través de sus propias exportaciones de capitales. Esto explicaría el porqué el auge del sureste asiático no crea ningún desequilibrio en el mercado mundial, y porque los países de la Tríada que están siendo sustituidos por China o por el sureste asiático, no se invierten en países dependientes, etc. No hay posibilidad de tal 'inversión', precisamente porque existe una estructura internacional, y no simplemente un agregado de estados-naciones o de regiones, como en las teorías nacionalistas, o como en las teorías de tres mundos las cuales también reproducen a su modo el nacionalismo. Esto, insistimos, nos devuelve a los estudios de Lipietz sobre el tema, y se vuelve necesario su profundización y crítica.
En cierto modo, el problema con la comprensión del mercado mundial es reproducir la lucha de clases que se da en una sociedad, con la lucha de clases al nivel del mercado mundial: se entiende que como en una sociedad existe una burguesía que explota a un proletariado, en el mercado mundial se reproduce la misma relación solo que entre unas naciones o regiones potencias que explotan a unas naciones o regiones débiles. Esta metáfora es completamente metafísica e inexistente en el mercado mundial. Lo que existe es un beneficio mutuo entre burguesías de todos los colores y sabores del mundo, y una asimetría que se basa no solo en la explotación de un país fuerte contra uno débil, sino en la posición en el mercado mundial de los modelos socio-económicos de cada región o nación, modelos que son desde su inicio no solo internos, sino internacionales.
Paul Baran claramente afirma que los países periféricos se convirtieron en 'extensiones de los mercados internos' de los países poderosos. La división entre países agrícolas e industriales apuntaba en cierto modo a esto: regiones donde se desarrolla el mercado interno, y regiones donde se depende del modelo exportador. No solo hay intercambio desigual en el comercio exterior, y no solo se extrae valor desde las periferias hasta los países centrales (cosas que sí son reales, claro), sino que las naciones son extensiones de los mercados internos de otras naciones. Los mercados de la Tríada son mercados y extensiones de los mercados de la producción exportadora 'tercermundista', tanto de la producción agrícola como de las partes y componentes industriales, las materias primas como el petróleo, los intereses altos y la devaluación, etc. Los mercados del 'tercer mundo' son, en cambio, extensiones de los mercados industriales y avanzados de la Tríada: de sus productos de consumo duradero, de sus bienes de capital, de su crédito financiero, etc. La diferencia es que el modelo exportador de un país pobre lo que refuerza es el funcionamiento de una más alta productividad del trabajo en los países centrales, mientras que la demanda de productos agrícolas o materias primas de las potencias refuerza simplemente una productividad atrasada.
Es la transformación de esta relación precisamente la que ha permitido al sureste asiático invertir sus relaciones con la Tríada: han fomentado sus mercados internos, probablemente gracias al equilibrio que representa el poder de Japón frente a las empresas occidentales, y ahora es su productividad la que es más alta, y los mercados de la Tríada los que operan en función de la productividad de los mercados internos asiáticos de modo recíproco: ambas regiones extraen valor unas de otras, sin que exista ninguna relación de 'dependencia', y por lo tanto, inexplicable desde la perspectiva de la expoliación del valor. Los países intermedios como las multinacionales turcas, israelíes o brasileñas también extraen valor ahora de las potencias (desde la mítica Embraer hasta las farmacéuticas israelíes), con procesos productivos en Europa o Estados Unidos. ¿Quiere decir que Europa y Estados Unidos son países dependientes con respecto a Turquía o Brasil? Evidentemente no, y por lo tanto, la extracción de plusvalor de Baran que se generaliza hacia todas las naciones que ahora exportan capitales, no puede ser criterio alguno de las hegemonías y subalteridades o de las asimetrías en las relaciones entre potencias y periferias. Los modelos, en cambio, de países como Turquía y Brasil en comparación con Estados Unidos y Europa hablan a gritos de su importancia como explicación de esa desigualdad.
El mercado mundial entonces se parece (y esto es lo que habría que investigar) a la desigualdad en la composición orgánica de los capitales en la ecualización de la tasa de ganancia del tomo III, solo que en este caso la desigualdad de la productividad del trabajo y la explotación del trabajo de las sociedades del mundo vistas desde la óptica del mercado mundial. Esta podría ser una de las posibles formas de entender esa estructura que Wallerstein tan solo acaba de nombrar, alumbrando correctamente la vía de análisis. El desarrollo de las potencias o el subdesarrollo de las periferias se debería entonces a la posición y la interrelación internacional en el mercado mundial de la productividad del trabajo que consiguen como sociedades, y así sucesivamente, siempre teniendo en cuenta la extensión internacional de los mercados de cada nación con respecto a los demás, como extensiones de sus propias naciones y economías, en una interrelación recíproca. La contradicción más que entre estados-nación, sería una contradicción entre capitales propiamente dichos, que se extienden y operan más allá de sus naciones (incluso a través de la exportación de mercancías básica, anterior a la exportación de capitales, y dentro de la cual había estado restringido el 'tercer mundo' hasta la actual internacionalización de la exportación de capitales aún entre países pobres -no solo el fenómeno de la multinacionales del sur o emergentes, sino las franquicias internacionales y demás-).