Intercambio desigual, etc III (dependencia y sistemas-mundo)
Vamos a demostrar (o eso esperamos) que la teoría de la dependencia es una teoría ricardiana en lugar de marxista, ya sea en la versión de Emmanuel o de Prebisch (y que es la que informará todas las variantes de dependentismo; recordemos que no existe un solo dependentismo), y queremos demostrar que aunque existe una relación de ‘dependencia’ entre países fuertes y débiles, la división del planeta en países imperialistas, semi-imperialistas (Marini) y dependientes, propia de las ‘teorías de tres mundos’, esconde un nacionalismo o chovinismo económico que parte también de esa concepción ricardiana. Este chovinismo se reproduce aún en corrientes como la teoría de sistemas-mundo de Wallerstein, por compartir la matriz dependentista, y la calificación de esta corriente como ricardiana viene a complementar la caracterización de Brenner sobre la teoría de sistemas-mundo como smithiana (en el debate de transición). Esta aparente contradicción entre una acusación de smithianismo y una acusación de ricardianismo cruzará de hecho las diferentes versiones de dependentismo de diferentes autores latinoamericanos, como la diferencia entre Marini/Bambirra y Cardoso/Serra.
Lo primero y antes de empezar, es que hay que reconocer que existen dos fuentes o antecedentes principales de la teoría dependentista: una es el trabajo de Paul Baran, y la otra es la teoría del intercambio desigual de Prébisch o Emmanuel (basada en los términos de intercambio como matriz teórica principal). Estas dos matrices (Baran y su Política económica del crecimiento, y el intercambio desigual entendido a la luz de los términos de intercambio comercial) son los principales antecedentes y precursores del dependentismo. El caso de Baran no vamos a discutirlo: creemos que es el aspecto del dependentismo que es correcto; en efecto existe un ‘drenaje’ de plusvalor a través de las empresas extranjeras instaladas en países pobres, y a través del cual se expolia el plusvalor de una sociedad para extraerlo y llevarlo a las sociedades más fuertes del mercado mundial. Aquí sí hay una relación correlativa entre magnitudes de valor extraídas por las empresas y magnitudes de valor pertenecientes a las sociedades explotadas: la cantidad de plusvalor repatriado es plusvalor producido en la sociedad dependiente, y entre más se extrae plusvalor, menos plusvalor queda dentro de la sociedad pobre o débil.
En cambio, el intercambio desigual basado en los términos de intercambio de Prebisch o Emmanuel, aunque esté fundamentado en los salarios y el aumento de productividad o en el plustrabajo interno al proceso de producción (tal y como lo será luego en Marini, por ejemplo, a diferencia de Cardoso), parte de la premisa falsa de que 1) el precio más alto de las exportaciones implica una apropiación mayor de valor en los términos de intercambio y el precio más bajo una apropiación menor, 2) que la apropiación menor de valor en países con menor composición orgánica y baja productividad del trabajo se transfiere a través de los productos hacia la exportación/importación con los países metropolitanos, y 3) que estas dos formas implican una transferencia de valor unidireccional desde el país dependiente hasta el país explotador, provocando un movimiento correlativo de pérdidas en el país dependiente y ganancias en el país metropolitano.
El primer punto contradice diametralmente una de las pocas aseveraciones que dejó Marx acerca del mercado mundial: el hecho de que la alta productividad del trabajo permite vender a precios más bajos, y extraer más valor, arruinando la competencia de los países con baja productividad. Es decir, los términos de intercambio de un país metropolitano podrían ‘deteriorarse’ con respecto a los de un país dependiente (al revés del intercambio desigual), precisamente porque la alta productividad de sus procesos productivos vuelve más baratas sus mercancías y extrae de ellas más valor. Los precios de las mercancías importadas por un país dependiente pueden muy bien bajar, sin que esto signifique ninguna pérdida o deterioro para el país metropolitano, sino al contrario: significa un principio fundamental de la economía marxista, que es precisamente, la capacidad de vender a precios por debajo del valor, y aún así extraer una ganancia por encima del valor. La identificación de precio y valor es un error compartido tanto por las economías smithianas de corte marginalista y neoclásico, como por el ricardianismo (recordando que, en la búsqueda del precio medio y la relación de los factores de producción con el valor-trabajo, Ricardo cede ante Smith, solo que al nivel de los factores productivos, y ya no solo en el intercambio). Un país puede tener una relación de 50/100 (0.5) y pasar a una de 40/100 (0.4) con respecto a un país dependiente (es decir, que el país dependiente pasaría de una relación de 2 a 2.5) y constituir la compra de la misma exacta cantidad de productos, con una apropiación todavía mayor de valor (de acuerdo a su composición orgánica, productividad, etc), y si el país supuestamente dependiente decide importar más de ese producto igualando el precio de 50 anterior (con una relación de 2, debido al abaratamiento de su precio nominal) implicaría una ganancia todavía mayor para el país metropolitano, aún con sus precios nominales bajos.
Con respecto al punto 2), la ecualización de la tasa de ganancia y la apropiación de valor misma basada en composiciones orgánicas desiguales, aunque es correctamente señalada por Emmanuel o por Marini/Bambirra en términos teóricos, no lo es en términos empíricos: la ecualización implica la competencia entre los procesos productivos incluyendo el nivel de la realización de las mercancías, y no hay forma de que los procesos productivos que producen para el mercado interno transfieran a través de sus productos hasta el extranjero ninguna apropiación de valor (precisamente por el hecho de que no producen para la exportación). Eso quiere decir que gran parte de los procesos productivos de las distintas sociedades del mercado mundial no transfieren ningún valor a través de los términos de intercambio, por más que esté basado en horas-trabajo, y en los términos de intercambio en precios nominales convertidos a horas-trabajo, etc, en el sentido de Emmanuel. Los únicos sectores que tienen contacto con su producción y el intercambio internacional para tan siquiera hacer posible esa transferencia fuera del país, son los sectores exportadores. Y encima de eso, y volviendo a la identidad entre precio y valor, el contacto o transferencia de productos del sector exportador del país periférico en intercambio comercial con el sector exportador de un país metropolitano, tampoco implica que haya una equivalencia entre los precios nominales de los términos de intercambio y las horas-trabajo de cada país. Eso quiere decir que no estaríamos hablando de una ecualización general de la ganancia, sino de una ecualización que solo involucraría a los sectores exportadores de cada país del mercado mundial, los cuales dependen de su apropiación no del precio nominal de los términos de intercambio, sino de la composición orgánica y la productividad del proceso productivo del país donde están localizados, volviendo heterogéneas e imposibles sus equivalencias. De hecho, las horas-trabajo solo pueden ser medidas o expresadas monetariamente en tres formas: como capital variable, como plusvalor, o como MELT, magnitudes que son entre sí heterogéneas y no se corresponden, por lo que el precio nominal de las mercancías no coincide en nada con la medición de horas-trabajo que propuso Emmanuel (precios que contendrían desde el capital constante efectivamente gastado, hasta la ganancia, etc). De nuevo es una confusión del precio y el valor, solo que en el caso de Emmanuel es ricardiano (en la medida de que teóricamente lo fundamenta en el valor-trabajo), mientras que en el caso de Prébisch o Cardoso/Serra se fundamenta en la oferta-demanda smithiana (especialmente en Cardoso/Serra, pero también en el “profit squeeze” presente en Prébisch, etc).
Por último, entonces, el punto 3): ninguna de estas formas prueba ni una correlación entre magnitudes donde baja el plusvalor de los países dependientes en relación inversa al aumento de plusvalor de las sociedades metropolitanas, ni tampoco prueba ninguna transferencia de valor a través del comercio internacional de productos. Es más: los términos de intercambio en realidad no solo no significan nada con relación a la apropiación de valor, pero el aumento de precios de los productos en el comercio internacional simplemente es beneficioso en la medida de que representa un aumento de precio simple, pero esto no quiere decir ni impide que la disminución de precios pueda ser ventajosa para la extracción de un valor mucho mayor (tal y como lo estableció Marx). Ahora, esto pone en serias dificultades a la teoría de sistemas-mundo de Wallerstein: éste sostiene que existe una sincronía en el mercado mundial, y al mismo tiempo, plantea que existe la división de la ‘teoría de tres mundos’ entre países imperialistas, semi-imperialistas y dependientes, la cual supuestamente opera como esa correlación de magnitudes donde una aumenta en proporción de disminución de la otra (la cual ya vimos que no está ahí, excepto en el enfoque de Baran). El peligro de la sincronía de Wallerstein es la transhistoricidad que haga perder la diferencia esencial de la que habla Marx en el capítulo de método económico de los Grundrisse, pero además esta sincronía se funda precisamente en el mecanismo dependentista que acabamos de ver es erróneo: se funda en unos flujos o transferencias de flujos de valor que realmente no funcionan en el modo en que lo planteó el dependentismo (y que ignora otros métodos de sometimiento internacional entre países fuertes y débiles, además de aprovechamiento mutuo entre burguesías de países grandes y pequeños, como el detallado aquí). La misma razón por la que el enfoque es ricardiano, es la razón por la que es smithianismo: es un ricardianismo pero aplicado al comercio internacional en vez de los procesos productivos. Se crea la ilusión de que el atraso o la pobreza de las naciones dependientes está afuera o es externa a las naciones, y crea la ilusión de que el choque de relaciones de producción y reproducción en el mercado mundial es un choque de estados-nación. No es posible que esto siga siendo una disyuntiva, y que haya que poner los procesos productivos à la Brenner de un lado, y el internacionalismo y las interacciones externas de las economías del otro lado basado burdamente en el comercio: tienen que existir unas relaciones de producción y reproducción mundiales o internacionales, en las que el análisis del mercado mundial o internacional sea ya análisis de procesos productivos. Un intento de síntesis de esa posibilidad se encuentra también aquí.