Adam Smith en Beijing II




A partir de los datos sobre tasas de crecimiento de la intensidad de capital, del capital físico por trabajador, y del trabajo con respecto al capital constante de la segunda mitad del siglo XX (aproximadamente desde los años 60 hasta los años 90), es posible darse cuenta de que en efecto el Este de Asia (incluyendo a China) tiene una fase expansiva de la reproducción ampliada, la más alta de todas las regiones del mercado mundial, y que logra tasas de crecimiento del capital constante superiores a las del resto del mundo, pero simultáneo con altas tasas de capital humano o de trabajo en general, también las más altas alrededor del mundo. Esto a gran diferencia de los países ‘centrales’ o ‘metropolitanos’ de occidente, que aumentan su inversión en capital constante por encima del variable (del trabajo), aumentando todavía más la composición orgánica, y por lo tanto, intensificando la caída de la tasa de ganancia, pero centrándose en la reducción de salarios, flexibilización laboral, despidos, etc (recortes de costos de producción en general). Esto demuestra empíricamente nuestra tesis de una acumulación y reproducción ampliada basadas o en la explotación del trabajo, o basada en la productividad del trabajo (tal y como se diferencian en el tomo I de El capital): una producción que se basa en reducir el precio del trabajo como forma de extraer más plusvalor (subiendo la explotación del trabajo: principalmente a través de plusvalías absolutas y rebajas salariales), y una producción que se basa en reducir el tiempo de trabajo necesario frente al excedente, a través de innovación (plusvalías relativas). La inversión de estos dos tipos de producción en el mercado mundial, parece ser idéntico a la inversión entre occidente y el Este de Asia, ayudando a explicar el ascenso del Este de Asia frente a la Tríada, o de los países BRICS frente a las potencias clásicas europeas, estadounidenses y japonesas.

Más aún: los datos sobre capital variable parecen indicar que no hablamos de cualquier tipo de productividad del trabajo en el Este de Asia, sino de una reducción del tiempo de trabajo necesario frente al excedente que va acompañada de un alto crecimiento en el componente de trabajo o capital variable. Esto hace que la producción sea más similar a la que se realizaba en la Tríada durante el boom de post-guerra, y explique el porqué los capitales internacionales hayan invertido la relación y salido de producir en suelo occidental para producir en el Este de Asia y el Pacífico. De todas las regiones del mundo, la que más se parece al patrón de ascenso y expansión capitalista de la primera mitad del siglo XX, al menos en este aspecto, es el Este de Asia, y precisamente es el aspecto que sirve de contratendencia a la caída de la tasa de ganancia: el aumento del capital variable simultáneo o paralelo al aumento del capital constante alivia el aumento de la composición orgánica; además permite un escenario similar al de la tasa de acumulación óptima en lugar de la tasa de acumulación máxima que mencionaba Mandel precisamente en las transiciones de países ‘periféricos’ o atrasados hacia países industrializados: la tasa de acumulación óptima permite un aumento absoluto y relativo de la ganancia, y se basa en la reducción del capital constante frente al variable, en contra del aumento de la composición orgánica. Los países del Este de Asia y el Pacífico han invertido en capital constante mucho más que las demás regiones, pero han invertido también en capital humano mucho más que las demás. Es similar al escenario (también discutido por Mandel) del aumento del factor trabajo durante el boom de post-guerra como contratendencia al aumento de la composición orgánica: esa fase expansiva de la inversión en capital constante, iba paralelo a un aumento del empleo, lo cual creaba las condiciones para compensar u offsetear el aumento de la composición orgánica. Para los capitales internacionales, la aplicación de una tasa de acumulación óptima ha significado la posibilidad de continuar con la reproducción ampliada de los capitales que vivían durante el boom de post-guerra, solo que esta vez en el Este de Asia en lugar de la Tríada.

De ahí que nuestra tesis tenga que ser modificada relativamente: no es solo la tasa de ganancia más alta en las ‘periferias’ lo que permiten una diferencia frente a las tasas de acumulación, sino que la tasa de acumulación óptima permite un escenario expansionista en la reproducción ampliada: permite un aumento de la tasa de acumulación por concepto de innovación, formación bruta de capital e inversión ya no solo en capital sino en trabajo. Esto explica el por qué la industrialización de países como México o Suramérica, a pesar de darse a través de la misma internacionalización de la división del trabajo, no producen el mismo efecto que los de Corea del Sur, Taiwan, Singapur y Hong Kong; o porqué no tiene el mismo efecto en esas cuatro naciones, en comparación con Tailandia, Indonesia, Filipinas o los países del Mekong. Es solo en esos últimos países donde se da la mezcla de una tasa de acumulación con mayor rango de posibilidad de crecimiento (donde la tasa de ganancia todavía no es inferior a la tasa de acumulación), y donde se da una tasa de acumulación óptima que tiene precisamente como características contrarrestar el aumento de la composición orgánica, y permitir la innovación y la inversión. El tipo de producción basado en la explotación del trabajo (en la reducción del precio del trabajo) no permite la inversión, aunque permita la innovación paralela del capital constante. Contrae o detiene la reproducción ampliada. Mientras que el tipo de producción basado en la productividad del trabajo la fomenta.

Del mismo modo, la Tríada no ha abandonado los procesos intensivos en capital, ya que continúa su inversión en capital constante. Y al mismo tiempo, el Este de Asia se podría decir que es intensivo en trabajo en comparación con el mercado internacional debido precisamente a su alto factor de capital humano. La diferencia está en que en la Tríada la innovación se da en el contexto de recortes de producción e inversión, y en el contexto de una tasa de explotación del trabajo mucho mayor o en aumento: la reducción del precio del trabajo predomina sobre la reducción del trabajo necesario sobre el excedente, aunque se mezclen. Del mismo modo, es posible argüir que el Este de Asia, con sus precios del trabajo más bajos en el mercado internacional y la alta densidad de la fuerza de trabajo, también se apoye en aspectos intensivos del trabajo, solo que a través de la explotación de una masa más alta de trabajo. De ahí la importancia entonces del hecho de que el capitalismo de la Tríada sea el de una reproducción ampliada en contracción, y la reproducción ampliada del Este asiático en expansión: ambas regiones invierten en capital constante, pero solo una de ellas amplía su tasa de acumulación (Asia), mientras que la Tríada occidental y japonesa la contrae. Ambas tienen una alta tasa de explotación del trabajo, pero solo una en el contexto de una reproducción ampliada en incremento, y otra a través de una reproducción ampliada atrofiada.

Esto explica (siguiendo a Lipietz) el porqué el neoliberalismo occidental es igual a desempleo, flexibilización del mercado laboral y no de los procesos de trabajo internos, y salarios reales disminuidos, y el neoliberalismo en el Este de Asia tenga más el rostro de flexibilización de los procesos internos (el “just in time” del toyotismo japonés) pero no del mercado laboral, mano de obra barata y extensión absoluta de jornadas laborales. Explica porqué la industrialización taylorista de muchos países Latinoamericanos o Africanos, no se compara con la industrialización neo-fordista del Este de Asia. Todos los países periféricos tenían un capital constante tan atrasado que habría permitido un salto en el desarrollo desigual y combinado, y pasar a una industrialización como la de los Tigres Asiáticos y demás (o el Sur de Asia: India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka, etc –que incluso tenían mejores tasas de crecimiento que los propios Tigres Asiáticos en la década de los 50s-). Pero no todas las regiones tenían la misma configuración de inversión en capital constante y variable simultáneo: se concentraban en el capital constante industrial solamente, a través de inversión extranjera directa, etc, y aunque esto elevaba la productividad (lo hizo en Latinoamérica), no lo hacía al nivel del Este de Asia en un grado alto o el Sur de Asia en un grado menor. Para eso era necesaria la compensación u offset del capital humano sobre el aumento de la composición orgánica, que precisamente es la característica que encontramos en el Este de Asia como siendo superior, y otorgándoles niveles de productividad (de output por hora de trabajo) mucho mayores a las del resto del mundo (mayores incluso que las potencias industriales). El aumento de capital humano, la intensidad de capital y demás en el Este de Asia, todas son superiores mundialmente, incluso frente a los grandes centros industriales estadounidenses, europeos y japoneses (tasas de crecimiento promedio de la intensidad de capital de 2,4 en el Este de Asia frente a 0,36 de Estados Unidos y 1,34 en el resto de países industrializados para el período que va de 1960 a 1994, tasas de crecimiento de output por trabajador de 4,2 en el Este de Asia frente a 2,3 en los países industriales, y porcentajes de importancia del trabajo con respecto al capital tangible entre los rangos del 15% al 25% en los Tigres Asiáticos y apenas alrededor de 2% y 5% en los países industrializados –aquíy aquí-). Aquí está desde antes, desde el siglo XX mismo, la inversión en el mercado mundial por la que llegamos a la situación actual: un Este de Asia que se convierte en el centro y la potencia mundial en la producción industrial del mercado mundial, y ya no la Tríada.

La producción basada en la explotación del trabajo y la producción basada en la productividad del trabajo, son dos modos de producir divergentes entre sí, que explican la diferencia entre las potencias y los países dependientes: antes de la internacionalización de la división del trabajo con la multinacional y el outsourcing/offshoring de la segunda mitad del siglo XX,  y durante el boom de post-guerra con las tasas de crecimiento más altas de la historia del capitalismo, para las potencias del mundo principalmente occidentales (pero también entre ellas Japón) era más ventajoso operar a través de la reducción del tiempo de trabajo necesario y los procesos intensivos en capital, porque reducen el precio nominal de los productos y aumentan su valor al mismo tiempo; se vuelve más rápido producir la misma cantidad de productos en menos tiempo, y al mismo tiempo, estos son más baratos por unidad. La extracción de plusvalor es doble: tanto por la reducción de trabajo necesario frente a excedente, como por la competitividad de los productos en el mercado que podían venderse más barato y sacarles una ganancia mayor. En cambio, los países ‘periféricos’ atrasados y dependientes, debían producir con capital constante barato y mano de obra barata, teniendo como única ventaja productiva el que la inversión en capital era menor o más barata (pero también más atrasada), y que el precio del trabajo era más barato. En pocas palabras: en las potencias el capital constante aumentaba el valor a través principalmente de plusvalías relativas, mientras que en las periferias el capital constante era tan atrasado que impedía la extracción de valor, y ésta se basaba principalmente en plusvalías absolutas a través de la reducción del precio del trabajo o la extensión de la jornada laboral, etc.

Desde otro punto de vista, las cosas eran más contradictorias: la producción intensiva en capital aumenta la composición orgánica, y reduce la tasa de ganancia progresivamente, mientras que la producción intensiva en trabajo es lo contrario: tiene una tasa de ganancia más alta; las potencias occidentales y japonesas explotaban mayormente a través de la innovación, pero se sacaban mejores tasas de ganancia en el atraso periférico. Estas características servían como contratendencias que hacían lucrativo a una u otra región en términos relativos. Pero había una característica de la producción del boom de post-guerra muy particular en las potencias occidentales y Japón: el aumento de la composición orgánica que produce la caída de la tasa de ganancia era en gran medida offseteado por una alta cantidad absoluta y relativa de capital humano o fuerza de trabajo (según los datos de Mandel y de la socialdemocracia de la primera mitad del siglo XX, el aumento del empleo paralelo al aumento del capital constante no tuvo paralelo: la expansión de la industria fordista implicaba un aumento de la composición orgánica, y al mismo tiempo, su contratendencia a través del aumento de la fuerza de trabajo). El capital constante aumentaba, pero también aumentaba el capital variable, compensando entonces el aumento del otro, y permitiendo evitar la caída de la tasa de ganancia. Se podría decir entonces que es un modo de explotación y de producción triplemente beneficioso, en comparación con la producción tercermundista de aquel momento, extrayendo valor: por la reducción de trabajo necesario frente a excedente, la reducción del precio unitario de los productos, y la compensación a través del aumento de la fuerza de trabajo. Es en todo sentido, una reproducción ampliada a toda marcha, el ascenso productivo más alto del capitalismo moderno.

Pero esto cambió con el inicio de la caída de la tasa de ganancia a finales de los años 60 y que estallaría más propiamente con la crisis de 1973/74. El aumento imparable de la composición orgánica a través de la innovación y la inversión en capital constante, produce un contrapeso mayor del capital sobre el trabajo, y se termina la compensación del capital variable sobre el constante: ya no aumentan capital constante y variable de modo paralelo y simultáneo, sino que el capital constante supera al variable, y se da el desfase entre la tasa de ganancia y la tasa de acumulación. Durante cierto período (siguiendo a Grossman) la caída de la tasa de ganancia no evita que la ganancia siga superando la tasa de acumulación, pero lo hace cada vez menos, y llega un momento en que la tasa de ganancia supera ese umbral, y la reproducción ampliada empieza a retroceder. De un capitalismo en expansión, pasamos al capitalismo del recorte de costos de producción, e inicia precisamente la desindustrialización de occidente y la indsutrialización del resto del mundo, entre ellos el Este de Asia. Y es el momento en que se empieza a operar ya no solo por la reducción del tiempo de trabajo necesario frente al excedente, sino a través de la reducción del precio del trabajo (a través de diversas formas: desde el despido hasta la flexibilización laboral, etc). Lo cual a su vez, irónicamente, acelera el aumento de la composición orgánica, y agudiza la caída de la tasa de ganancia aún más, obligando a una reducción del precio del trabajo y un aumento de la explotación del trabajo mucho mayor, y así sucesivamente. Así como la reducción del tiempo de trabajo necesario frente al excedente aumentaba la extracción de plusvalor pero al mismo tiempo aumentaba la composición orgánica que reducía la ganancia, así también la reducción del precio del trabajo que aumenta la extracción de plusvalor, al mismo tiempo aumenta la composición orgánica que reduce la ganancia. Solo que una es propia de un capitalismo en expansión, y la otra de un capitalismo en retroceso: el aumento de la tasa de acumulación implica un avance y aumento de la reproducción ampliada, mientras su reducción implica su regresión.

Esta situación era marcadamente diferente a la que existía en las periferias del mundo: también se daba la caída de la tasa de ganancia, pero con una tasa de acumulación mucho menor debido al capital constante barato y la mano de obra barata. Para el capital internacional, esto abría una oportunidad de continuar el proceso de reproducción, pero esta vez, en las ‘periferias’. La caída de la tasa de ganancia estalló y empezó su largo declive hasta nuestros días, justo en la época de transición del capitalismo monopolista a la tercera revolución industrial: la automatización y la cibernética permitieron la internacionalización de la división del trabajo, y el nacimiento de la multinacional. Y lo que demuestran los datos sobre el Este de Asia, es que además de la mayor tasa de ganancia en las periferias por su capital constante bajo, ahora se abría la posibilidad de una reproducción ampliada que, de todas las regiones del Tercer Mundo, la que tuvo más características similares a las de los países ‘centrales’ de occidente y Japón, fueron los países del Este de Asia y el Pacífico. No solo similares, sino que, como ya dijimos, superaron incluso a los países ‘centrales’ o ‘metropolitanos’.

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