Sobre la filosofía en Marx II




Como continuación rápida de este otro texto:


Otro elemento interesante del uso hegeliano de marxistas economistas científicos y matemático-cuantitativos (tal y como el último libro de Alfredo Saad Filho), es que no niegan el método de abstracción de Marx. No estamos hablando de un pragmatismo, pero sí de un empirismo (¡no son lo mismo! ¡recordemos que el creador de los objetos abstractos no es otro más que Locke, o que la diferencia entre imaginación y razón/entendimiento es de Bacon, y que el empirismo no puede ser confundido con Hume como si fuera el único empirista, como lo han ridiculizado los filósofos! ¡recordemos La sagrada familia de Marx: la vía de entrada al materialismo, es el empirismo inglés!) y no solo de ello, sino de la diferencia entre forma y materia de Aristóteles (solo que invertida). Es decir: las formas de Marx son abstracciones, y estas son formas en el sentido de Aristóteles, pero estas no son la esencia frente a la materia aparente, sino al revés: en Marx son las formas las que son aparenciales (algo que recogió mejor Trotsky que Lenin en sus respectivos cuadernos filosóficos), y es la materia la esencial.

Pero no estamos hablando del aire: estas formas son sobre materia cósica, sobre magnitudes cuantitativas de volúmenes, de precios, de factores de producción, de trabajo humano, etc. Tal y como en nuestro primer texto sobre la filosofía en Marx que está en el link al inicio de este texto, vemos la exactitud de los temas hegelianos en los problemas cuantitativos y empíricos (sin igualar cuantitativo y empírico tampoco, no son necesariamente lo mismo) de la diferencia entre cantidad y calidad, sustancia y forma, etc. Estamos hablando sobre la interrelación de los precios, sobre el problema de la transformación, sobre el contenido de los tomos I al III, etc. De ahí que Marx haga la diferencia entre el modo de exposición y el modo de investigación, donde el propio Marx admite que la exposición categorial puede hacer parecer que el desarrollo es simplemente de ideas (¡no solo de categorías, sino de ideas!), cuando no es solo un desarrollo de ideas sino de datos empíricos concretos (estadísticos, históricos, matemáticos, etc). Es necesario reivindicar el logos, esto es verdad, y eso nos devuelve a las discusiones de Ernst Bloch en donde la imaginación y la racionalidad kantianas están en el seno mismo de los laboratorios y los experimentos científicos.

Pero el problema es más complejo que el sujeto, y necesitamos pasar a Hegel (no solo desde la Ciencia de la lógica, sino desde la misma Fenomenología): ni Marx ni nadie tiene razón o tiene la verdad científica por vía deductiva. El método de abstracción de la matemática o la física teóricas, se comprueba colectivamente porque se comparten colectivamente tanto la sintaxis como las formas materiales de los símbolos matemáticos. De este modo pueden ser verificadas a través de la matemática o física teóricas, y los experimentos-pensamiento no son falsos (como lo diría la posmodernidad), sino que son colectivos y empíricos (no pragmáticos ni funcionales, sino empíricos...) en un modo científico. Por eso mismo hablamos de la reproducción experimental en la confirmación de Galileo o Einstein. Porque en el meollo de esos experimentos en las montañas rusas que confirmaron la relatividad de Einstein con telescopios observando eclipses, o de los miles de experimentos de mecánica para confirmar a Galileo a lo largo de los siglos (ya que Galileo no tuvo razón inmediatamente, desde el pensamiento y la lectura de sus argumentaciones racionales, sino a través –también, y en conjunto con el logos- de la reproducción experimental de siglos y siglos de mediciones, controversias y trabajo humano científico), además del logos o la forma aparencial, estaba la materia empírica, o el real-sensual del que habla Marx contra Hegel. De ahí que el método de abstracción nunca deja de lado su materia, y su materia está compuesta desde precios hasta cantidades de mercancías, desde tiempo de trabajo hasta porcentajes de proporción de elementos en un capital, etc, todo en magnitudes cuantitativas reales y cósicas, tal y como la gran diferencia entre Aristóteles y Platón. Esta es también la gran diferencia entre un Kosic y un Lukács.

Siendo más concretos, vemos que el plusvalor es una magnitud esencial escondida detrás de la apariencia fenoménica de la ganancia. Del mismo modo, en un trabajo como el que estamos realizando nosotros acá, vemos que la magnitud de plusvalor entre el costo y el margen inferior de la ganancia, está también escondido detrás de la forma o apariencia fenoménica de los precios relativos. Más aún: no hay un ‘centro’ alrededor del cual orbiten ni gire el plusvalor o la ganancia, ni los precios de producción o precios relativos de mercado, al mismo tiempo que la relación cumple con el mismo principio de simetría de la relatividad general de Einstein, pero que no nos puede llevar a confundir el equilibrio neoclásico de la economía, con el equilibrio en el sentido de la teoría de sistemas. Un equilibrio económico neoclásico existe aún en los sistemas dinámicos y no-estacionarios o no-estáticos de la teoría de sistemas (algo aclarado preciosamente por los dos tomos de micro-economía y macro-economía de Ben Fine). Eso quiere decir que la esfera de la producción reacciona sobre la esfera de la circulación y viceversa, tal y como lo plantea Marx al final de sus disquisiciones más lógicas en el tomo III, resumiendo la apropiación de valor como una acción de producción y circulación. Esto recalcan también Alejandro Ramos y Adolfo Rodríguez Herrera: no podemos tomar los valores y precios de modo dualista, y con los precios siendo variables endógenas o dependientes de los valores, sino como ambos contra-determinándose entre sí en un modo claramente funcional (recordemos la influencia romántica en Einstein), y al mismo tiempo, con diferencias entre las apariencias y el contenido con una direccionalidad temporal que oculta distintas magnitudes (de plusvalor con respecto a la ganancia, o de precios de producción con respecto a precios relativos, etc). Solo acotaremos que este mismo funcionalismo y acción causal recíproca entre causas y consecuencias que se contra-determinan entre sí, es también el mismo de la biología evolutiva de Darwin.

Ahora, esta contra-determinación contradictoria (ya que no se basa en causalidad transitiva solamente, sino en su mezcla con formas contributivas e incluso estocásticas) está presente en todos estos ejemplos de Marx, Darwin y Einstein. Más aún, son formas concretas de existencia real y objetiva del hegelianismo en la ciencia: la lógica formal aristotélica y su mecanicismo, deja de tener sentido alguno tal y como ya lo había desbancado Newton. Ahora llegamos a un escenario donde los elementos actúan y reactúan recíprocamente entre sí (funcionalmente, es decir, contradictoriamente, y no estructuralmente), pero sin caer totalmente en el organicismo romántico, sino con capaz de abstracción que son a su vez cuantitativas y objetivas (pasando de Kant a Hegel, claramente –o mejor aún: a Feuerbach-). Hay una transitividad que parte de la inmediatez del sujeto (la apariencia) hacia el contenido oculto (desde el plusvalor hasta la discusión de los precios relativos y de producción que mencionamos antes), y que no quiere decir que el contenido oculto sea un "kerngestalt" simplemente (esto sería kantismo), sino un objeto real (Hegel). Hay una transitividad temporal en la interpretación marxista, y al mismo tiempo, una simetría causal y una relación entre contingencia/ley como la de Einstein (que es precisamente la de la Ciencia de la lógica). Lo mismo podemos decir de Darwin, y la mezcla de biología molecular y biología evolutiva (de permitirse semejante exabrupto para los biólogos de profesión): causalidades lineales temporalmente, y al mismo tiempo, contradependencias con el ambiente, etc. Además está la relatividad einsteiniana misma, que provocó la re-formulación del mecanicismo aristotélico y su muerte absoluta (ya que en Newton todavía quedaban rezagos mecánicos): la acción a contacto de fenómenos interaccionales y no-mecánicos, abrió la formulación de las causas necesarias y suficientes en oposición a las causas aristotélicas o deterministas. La misma relación vemos en Darwin y Marx, y todos estos podrían resumirse como hegelianismo.

Al mismo tiempo, no se trata de una totalidad en un sentido ‘totalitario’: se trata de la totalidad de Jameson. Y aún así, la totalidad de Jameson está vacía, y nos deja en la abstracción en cuanto a cuales serán las dependencias causales reales que sustituyan o que provoquen tan siquiera la mención de una causa ausente (es decir: hablamos de una totalidad con indeterminación, con relatividad y con contingencia incluidas, en buen hegeliano). Hablar de multiplicidad causal, como lo hace Harvey hoy por ejemplo, no es menos abstracto que plantear un determinismo monocausal. ¿Porqué? Porqué nos deja en la oscuridad acerca de la intrincada relación causal de distintos tipos de dependencias, direccionalidades, temporalidad y espacios, de los fenómenos causales de cada ciencia. En el caso de la economía marxista y Harvey, nos oculta complejidades causales como las descubiertas por Carchedi: éste último encuentra la necesidad pero no la suficiencia de la caída tendencial de la ganancia, además de su necesidad o contra-determinación de otras variables (tasas de nuevo valor, desempleo o de ganancia financiera, etc), para tan siquiera se pueda dar una crisis capitalista. Toda la intrincada relación entre la caída tendencial de la tasa de ganancia y el resto de variables causales (que son a su vez consecuencias, es decir, se basan también en el principio de simetría einsteiniano), se perdería si nos quedáramos simplemente a las puertas del conocimiento, solo para sostener un principio de 'multiplicidad causal' abstracto que no nos permita ahondar en la ciencia económica. Pues las causalidades internas a esa totalidad, no es necesario expresarlas en un metalenguaje filosófico acerca de las ciencias (¡ni siquiera uno hegeliano!), sino que son el metalenguaje científico mismo ya en su descripción de la causalidad darwinista, einsteiniana o marxista; es decir: no hay que ir a buscar la causalidad a ningún otro lugar que en los descubrimientos concretos del darwinismo evolutivo, de la relatividad einsteininana y la búsqueda de su conciliación actual con la cuántica, o en los desarrollos cuantitativos y empíricos de la economía marxista, especialmente de los últimos 40 años). Y esto que solo hablamos de tres ramas dentro de cada una de las ciencias respectivas de la biología, la física y la economía (tampoco hablamos de desarrollos dialécticos y hegelianos como los del escenario post-gödeliano en la lógica simbólica, etc). Como se trata de una causa ausente (en Jameson, al menos), ninguna de estas tendencias explica del todo la causalidad existente en el mundo, ni mucho menos. El marxismo deja de ser ‘filosofía primera’, como lo quiso desde Althusser hasta la idealista Unión Soviética. Se convierte en otro sistema de causalidades más, con la sorprendente similitud que ya hemos señalado aquí entre el darwinismo, el einsteinianismo y el marxismo, y que más sorprendentemente aún, nos lleva a sintetizarlo bajo el nombre del hegelianismo.

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