Antropología marxista II: sobre la teoría del intercambio sexual levi-straussiano



La concepción del intercambio de los sexos en la formación no solo de las estructuras simples o complejas mismas, sino de las relaciones de filiación y parentesco mismas de Levi Strauss, padece de cierto hobbesianismo: el intercambio más allá de la endogamia, es decir, el ámbito de la exogamia, se considera como aquel para reducir los conflictos exogámicos; esto además del prejuicio acerca de una animalidad, en primer lugar, y un salvajismo, en segundo lugar, que se basan no solo en los sexos débiles, sino en la pasividad y la actividad de género, y encima de esto, el olvido de la asimetría entre monogamia y las formas poligámicas de filiación (pero aún más: el origen mismo de la filiación: la familia es el origen, tanto en su forma animal como humana, pero la filiación exogámica, en términos de familias animales o bandas, no es lo mismo que filiación si hablamos de relaciones o interrelaciones matrimoniales; es decir: podríamos estar a las puertas de una verdadera definición de bandas y clanes como conceptos radicalmente distintos, con periodizaciones precisas incluso, lo cual veremos a continuación). ¿A qué me refiero? Me refiero a matrilinealidad monogámica (japonesa, por ejemplo), me refiero a la poliandria (nepalesa por tradición, por ejemplo), me refiero a las filiaciones de sexos intermedios (¿en la indistinción misma que estamos tratando de hacer?), me refiero a la poliginia (punalúa, por ejemplo), me refiero a la monogamia más reconocidamente europea (tanto germana como greco-romana, etc), todos como formas primeras de un grado intermedio que no es la fratria, sino la horda (pero en nada la engelsiana): según Coquery Vitrovich, y con toda razón a lo largo del estudio del salvajismo, pero tengamos cuidado, no el animalismo, el vientre materno llega a ser el primordial para la supervivencia de la especie, organizando alrededor de sí la salida de la animalidad misma antes de la destrucción de los celos. En un segundo momento, así nace la familia extendida, antes que la nuclear (es decir, la conjunción tanto de la nuclear con la extendida, en la forma de las bandas), y en un tercer término, ahí sí, la destrucción de los celos, en la definición de los clanes mismos a través de la fricción y la diferencia, pero también el intercambio sexual y socio-económico mismo, entre endogamia y exogamia. Todo este período como ascenso y continua hegemonía del sexo femenino, pero no con la existencia del matriarcado: al contrario, la existencia de flujos o relaciones recíprocas de flujos de relaciones sexuales y socio-económicas, ya no solo en términos de economías de regalo, sino de distribuciones y circulaciones de excedentes escasos (pero con mayor tiempo de ocio, y con diferentes productividades dependiendo de las regiones naturales, geográficas, climáticas, geológicas, materiales, minerales, etc), tanto a través de la competencia, la provición, y las reglas clánicas mismas, que serían el origen de relaciones de filiación, en el sentido de que la marca de diferencia en la aparición de la filiación, está en la indiferencia de las bandas animales y humanas previas al establecimiento del matrimonio: aquí llegamos a una conclusión tal vez sorprendente para las ortodoxias, o para textos tardíos como el nuestro, especialmente desde enfoques específicamente económicos, y que han dejado de lado la lectura levi-straussiana no-resuelta ni siquiera por Harris u otros (meollo al cual deseo ir con este texto): el matriminio punalúa o el matrimonio eufemísticamente conocido como “matrimonio por grupos”, es aún así un matrimonio, e implica reglas de filiación o de articulación de relaciones filiales, precisamente en su indiferencia exogámica. ¿Qué quiere decir esto? Que no solo el intercambio del sexo femenino previno el conflicto a través de la gratificación sexual, y no solo la endogamia mantenía la estabilidad, la cooperación y la paz, sino que el intercambio del sexo también rompe con las relaciones de clanes y endogámicas tanto de la animalidad como de la familia humana del salvajismo, tanto con los celos como con la posición misma primordial del útero femenino, así como con el resto de formas sexuales de filiación intermedias (transexuales), etc, y que la ausencia de ese intercambio supuestamente indiscriminado entre grupos, tampoco llevaba a el conflicto o la guerra permanente entre bandas o clanes (considerándolos aquí conceptos completamente disímiles, gracias a esta distinción), sino que el intercambio sexual también creaba conflicto o guerras y las bandas de familias extensas y nucleares, también podían sostener el equilibrio o la reciprocidad de las relaciones exogámicas. Esto nos lleva a una paradoja que no se sitúa temporalmente al final de esta supuesta salida de la animalidad, sino que puede estar presente desde la animalidad misma, y que el ascenso o primordialidad del útero, no se corresponda tampoco solo al salvajismo humano, creando una transición entre las familias y sociedades animales, y las familias y sociabilidad del Homo Sapiens. En este sentido, la monogamia dejaría de entenderse como un tema simplemente patriarcal (la lectura engelsiana: pater potestas), sino como un tema de ambos sexos, y la destrucción de los celos, no solo como un logro para el sexo femenino, sino también uno de sus posibles cauces de disolución de la primordialidad del útero tanto en la animalidad como en la formación de bandas y su transición hacia los clanes. ¿Cuál es entonces la diferencia entre esas bandas y clanes? La espontaneidad del intercambio sexual y económico animal y humano, por un lado, y el establecimiento de relaciones recíprocas que funden ya no solo la relación entre endogamia y exogamia mismas, sino las relaciones filiales y matrimoniales mismas, como reglas de articulación filiales incluso anteriores, porqué no, al parentesco mismo. De ahí que, a todas luces, la familia sea la base fundamental de las sociedades animales y humanas, pero no el parentesco. Es el encuentro entre la endogamia y la exogamia, o más bien, su reconocimiento, lo que funda el parentesco mismo, y ahí, la diferencia entre bandas y clanes que proponemos. Es decir, que la aparición de las sociedades de estructuras complejas, nace también por el matrimonio punalúa, en su ausencia misma o supuesta de reglas de filiación (cosa que no es así, evidentemente las tienen), pero que en el contexto de la discusión levi-straussiana), implican que la fuerza motora de cosas como la apropiación desigual de excedentes (sea por regalo, parentesco, filiación, localidad y demás), no se dé solo del supeditamiento del útero, como elemento fundamental de la salida de nuestra supervivencia misma y apoyo mutuo de nuestra especie, sino también gracias a ello (como en la matrilinealidad, precisamente por su no-correspondencia con la matrilocalidad o la localidad en general), gracias a un impulso ya no sexual al respecto de las relaciones endogámicas y exogámicas, sino un impulso socio-económico. De este modo, la horda no es un matrimonio indistinto solamente, sino también un grado intermedio entre una horda o forma de filiación, entre la monogamia y la poligamia en todas sus formas, que puede reforzar tanto la poliandria como la poliginia, etc, pero que también permite un grado intermedio indiscriminado de ausencia de relaciones filiales sin parentesco, y relaciones filiales con parentesco, complicando aún más la imagen temporal.


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