Comentario corto sobre los modos de producción en el "Tercer Mundo"
Mariátegui |
La discusión de los modos de producción precapitalistas en
el "Tercer Mundo" para mí no es una discusión de 5 o 6 modos de
producción dentro de los cuales tienen que calzar las cosas. La discusión para
mí se trata de qué es y qué no es el “Tercer Mundo”. Qué y cómo son los modos
de producción en el terreno, no solo conceptualmente, y si calzan con el modelo
o estructura abstracta e ideal que conforma cada uno. La discusión del modo
asiático tampoco es una discusión de un modelo o modo frente a otros 4 o 5
modelos, sino que los conceptos y las ideas se deberían discutir sobre el
objeto de estudio, la objetividad y sobre el terreno empírico. Los modos de
producción no son una estructura que uno va a encontrar en todas partes igual,
o cuando menos un esqueleto formal que se encuentra en todas partes. Me
interesa más extraer de los datos empíricos, de las realidades históricas del “Tercer
Mundo”, etc, el cómo y el qué se desarrollaba en esas regiones, el qué y cómo
se han desarrollado hasta ahora, y extraer de ahí los elementos que permitan
esclarecer sus modos de producción tanto precoloniales como en la penetración
del capital que significó el colonialismo. Se dice muchas veces “No el modo
asiático”, “No el modo asiático”, “No el modo asiático”. Pues bien, entonces
además de la tarea de tener que demostrar en el terreno empírico e histórico el
porqué no el modo asiático, la tarea sería arremangarse la camisa y ponerse a
investigar qué sí hay en el “Tercer Mundo”, no solo discriminar o descalaficar
un modo como inexistente, sino entonces demostrar con su investigación y su
pluma, si no existe el modo asiático, entonces qué sí existe y cómo se dio eso
que realmente sí existió, si nos atrevemos a desmentir al modo asiático. Pero
nadie comprueba la inexistencia del modo asiático en el terreno. De hecho
ninguna de las discusiones es en el terreno, sino en el plano conceptual y de
la consistencia o no de llamarle a algo así o no un ‘modo de producción’, etc.
Con esto se oscurecen nuestras verdades como “tercermundistas”. Esto no se puede hacer a través de una simple descalificación teórica. Esto no se puede simplemente redactar o leer en un libro editado, sino que necesita de una investigación empírica de peso, un programa investigativo propiamente hablando, para tan siquiera poder hablar con propiedad de lo que hay o no hay en el "Tercer Mundo". Por ejemplo: en este momento tenemos la necesidad de investigar las haciendas además de las encomiendas. Las encomiendas sabemos que actúan de acuerdo al modo asiático, siendo móviles y no sobre tierras fijas o permanentes, ligadas a la comunidad étnica, etc. Esto lo sabemos incluso desde Sergio Bagú o Mariátegui, que a pesar de utilizar la categoría "feudal" para describir nuestras regiones, sus trabajos son testamentos vivientes de las características comunales y étnicas en las que se organizaba la agricultura y el campesinado latinoamericano, en vez del carácter de tierra feudal. Pero debemos saber las composiciones internas a la hacienda, porque solo así podemos salir de la nebulosa indeterminación de hablar de una "mezcla" de modos de producción en América Latina. Esto depende también del análisis del comercio en relación con las haciendas, cosa avanzada a grandes pasos por el trabajo de Claudia Quirós en Costa Rica, donde se habla por primera vez en la historiografía acerca del sector comercial y del comercio interno durante la colonia. Sabemos que la corona determinaba por completo los trabajos de las haciendas, lo que evita que sean 'feudos' o 'tierras señoriales' o 'demesnes'. No podemos considerar los feudos señoriales europeos donde cada lord tiene distintos niveles de integración con el comercio medieval, y se dedica a su propio feudo incluso ligado a la producción mercantil más rudimentaria, etc, con haciendas que están supeditadas a la corona para tomar cualquier tipo de decisión sobre la producción de sus propias tierras. Después están los ejidos que impiden aún más la clasificación de feudalismo en América Latina, porque se vuelven formas comunitarias que en Europa solo existían en el modo germano (La Marca de Engels). Se tiene que analizar, por último, la integración al mercado de las haciendas, su vínculo o integración con la venta de excedentes, o su separación y dislocación con respecto a los sectores comerciantes de mercancías. Hay que establecer si las haciendas más grandes predominaba la renta en trabajo o especie, precisamente por su vocación a la venta de excedentes e integración al comercio, la venta de estos excedentes por dinero, y gracias a esto, una uniformidad de los lotes y parcelas a lo interno de cada hacienda, precisamente por convertirse en un negocio comercial además del propio consumo. Si no es así, las haciendas puede que tengan un carácter mucho más disperso que cualquier feudo, y su forma de monetización sea a través de la renta en dinero de unidades productivas separadas o no-integradas con la producción y comercialización de mercancías, sino con la subsistencia y el intercambio comercial para pagar la renta en dinero.