Sobre la filosofía en Marx III




La perspectiva no la inventó Giotto, sino que se inventó en China con la axonometría. La diferencia con la perspectiva lineal, es que no tiene un punto fijo de observación. De ahí que la axonometría asiática y su desarrollo posterior en la forma de la perspectiva isométrica en el siglo XIX, sea completamente proporcional y precisa en su representación de los objetos, pero al mismo tiempo, es llamada como ideal o abstracta. Nadie que sostenga en sus manos o se acerque a un objeto, puede observarlo como la perspectiva isométrica lo muestra, pero precisamente por esto, no tiene las deformaciones de una perspectiva ocular y óptica. Se puede decir que la axonometría y la perspectiva isométrica hacen visible algo que no es posible de ver. Y al mismo tiempo, es más precisa que la perspectiva lineal: los diagramas de los manuales utilizan esta perspectiva, por ejemplo, a la hora de ensamblar alguna máquina o aparato. Si los diagramas fueran diseñados o dibujados con la perspectiva óptica, se verían con puntos de fuga y unas partes más cercanas a la vista que otras, cambiando sus dimensiones. Este ejemplo retrata muy bien el porqué la teoría del reflejo debe fundamentarse en la óptica geométrica: la perspectiva con punto de vista fijo y deforme, pero que es más real en la experiencia que tenemos del objeto, es idéntica a la posición de Demócrito, por decirlo así. Mientras que la perspectiva isométrica es más cercana a Epicúreo. Ambas son reflejos invertidos de la realidad, y no reflejos expresivos. Con esto queremos decir que la teoría del reflejo no significa un reflejo que señala un síntoma o aspecto de la realidad, sino al contrario: un reflejo invertido que distorsiona la realidad. 

Ante la creación de la perspectiva isométrica, inexistente en tercera dimensión, pero más fiel y realista, uno duda de sí la imagen analógica que uno percibe con los sentidos, pueda considerarse más "real" que las otras imágenes, ya que implica una distorsión óptica severa. Las imágenes que tenemos del mundo, son reflejos distorsionados de la realidad, y a veces la imagen analógica, es incluso menos realista que una imagen geométrica inexistente. Eso quiere decir que la imagen, el pensamiento y las representaciones, son fantasmagóricas para Marx porque la distancia con respecto al objeto real, es proporcionalmente inversa a su imagen tanto analógica como una imagen técnicamente fabricada. Esto ayuda a fundamentar las relaciones entre lo ideal y lo fenoménico del objeto. Lo ideal o abstracto en Marx no es la forma platónica o incluso aristotélica, sino la abstracción con respecto a la percepción que realiza la imagen. La imagen no es empírica, sino racional, o verbal, o textual, o imaginativa, y distorsiona lo empírico convirtiéndolo en imagen o reflejo invertido. Esto marca una diferencia entre fenómeno, y un ámbito más allá de los sentidos que al mismo tiempo no deja de ser fenoménico: es decir, en lugar de la trascendencia kantiana, es la mediación y la negación de la negación hegeliana (especialmente de La fenomenología del espíritu). Mientras que el Hegel de la Ciencia de la lógica recalca mucho más que La fenomenología del espíritu, el carácter trascendental del entendimiento y de la consciencia, en La fenomenología del espíritu la mediación es todavía fáctica, cósica y sensible. Es praxis y trabajo, y no solamente consciencia. 

De ahí que el capítulo 4 de La fenomenología del espíritu, hable de experiencia sensible, seguida por la mediación de la percepción, y luego el entendimiento, en contrasentido con La ciencia de la lógica donde la percepción queda en la inmediatez, y el conocimiento es el salir trascendental del entendimiento y la idea con respecto a su finitud fáctica. En este sentido, la consciencia sigue siendo fenómeno o imaginación más propiamente hablando, pero claramente diferenciando la consciencia sensible de esta otra consciencia representada en imagen (ya sea visual o acústica), que serían iguales o equivalentes a la problemática de Epicúreo en la tesis doctoral: una problematización del concepto y su existencia, y no solo de lo empírico. La idea o lo ideal o el entendimiento, no es diferente de la imaginación porque deje de ser imaginación, sino porque realiza determinaciones conceptuales distintas de las propiedades o cualidades positivas y aparentes del objeto. El entendimiento es la imagen inversamente proporcional de la interioridad del objeto que no percibimos sensorialmente. Percibimos una parte del objeto a través del fenómeno, pero incluso la percepción-cosa o sensible es invertida, y también la percepción que tenemos del objeto se aleja de la realidad interna o interior (Joja) de la objetividad (recordemos que el espejo y la vista común y corriente de nuestros sentidos visuales, están ambos invertidos: no es solo las imágenes construidas, sino las "naturales", las que operan de modo contradictorio e invertido. Del mismo modo, recordemos que solo podemos observar lo que nuestros receptores visuales u olfativos nos permiten percibir). 

Esto hace coincidir la problemática del reflejo con la psicología, especialmente la psicología lacaniana, que era de corte materialista. El imago es tanto consciente como inconsciente, porque el imago no es enunciado verbal, y aún así es escritura lingüística. Y recordemos que, según Lacan, el imago es una tesis materialista. Esto rompe con el hilemorfismo que, para nosotros, funda las teorías correlacionales que critica Quentin Meillassoux frente al kantismo y la correlación forma-objeto, o espiritu-mundo. No es posible una correlación entre forma y objeto o entre espíritu y mundo, básicamente porque la consciencia y la cognición no solo identifican, sino que también distorsionan o invierten la realidad. Si el espíritu-mundo cassireriano y neo-kantiano existiera, la consciencia nunca se equivocaría ni caería en el error. Todo lo que pensara o verbalizara o imaginara dicho sujeto, sería coincidente con su objeto. Sería algo así como el sueño logicista de Hillbert y Fregue, que a pesar de todas las apariencias, comparte con Carnap y los lógico-positivistas: un lenguaje o lógica de términos, que fuera capaz de hacer determinaciones como la física. DIcho lenguaje es imposible, y la creación de dicho lenguaje sería idéntico a crear un simple idioma ficticio. De ahí que no sea solo un empirismo o un pragmatismo exteriorista el que nos preocupa o nos sirve de crítica al correlacionismo kantiano del espíritu-mundo: es desde la interioridad misma del sujeto, en su consciencia y su entendimiento, y no solo su percepción, que no puede existir tal correlación. Con esto muere toda idea de identificación o categorización basada en categorías lingüísticas, y muere el método deductivo-escolástico de la filosofía natural medieval.


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