Crítica a Harvey



La crítica de David Harvey en el nuevo libro editado por Turan Subasat contra la ley tendencial de la caída de la tasa de ganancia señala con el dedo algo: una avanzada. Señala un conflicto entre la corriente teórica y la corriente práctica del marxismo, más o menos en los mismos términos esbozados por Perry Anderson en Consideraciones sobre el marxismo occidental: el marxismo tiene una cara de notoriedad en Jameson, Harvey o Callinicos, o desde Negri hasta Žižek. Leer el uso de conceptos económicos marxistas por parte de Althusser o Negri demuestra su completa incomprensión de la economía, pero nadie pone en duda sus aportes (esto no se puede decir del propio Harvey, como lo demuestra su excepcional guía de lecturas o acompañamientos a El Capital). Solo que al parecer esta relación no es recíproca en la dirección inversa: la tolerancia con teóricos o políticos en su incomprensión de la economía marxista, no existe para con aquellos economistas que desean aportar al marxismo. Desde hace más de 30 años la discusión sobre la transformación del valor en precios o la caída de la tasa de ganancia contra la que arremete Harvey produjo una corriente basada en problemas empíricos de economía marxista: no por nada Anderson y Kliman coinciden en el hiato que existe después del trabajo de Sweezy, ya sea en la división entre una rama teórica y una práctica que divide al marxismo clásico del occidental (para Anderson), o en la casi desaparición de cualquier debate acerca de la supuesta inconsistencia empírica de Marx (para Kliman). El problema es que así como se escribió la historia del marxismo occidental, nadie está escribiendo la historia de esta nueva corriente de economistas (que tiene como antecedentes a Carchedi y otros), sino que al contrario: se le ataca. Cualquiera pensaría que una corriente de economistas empíricos como Freeman o Kliman, que demuestran la validez y consistencia de la teoría marxista, sería bienvenida y acogida por los propios marxistas. Pero no lo es. Es atacada por múltiples flancos (como lo demuestra también Kliman en su libro editado junto a Potts). ¿Pero por qué?

Más aún: la historia misma del marxismo occidental que escribe Anderson es propia de ese fin del período clásico que él mismo señala: se obvian una multitud de desarrollos científicos del marxismo en el período entre las discusiones de Sweezy y la reaparición de la corriente empírica atacada hoy por Harvey: la antropología económica de Godelier, Krader o Meillassoux; la sociología que va desde Mannheim o Merton hasta C. Wright Mills; la historia ligada al nombre e influencia de Albert Soboul, Christopher Hill o Edward Thompson; los estudios culturales; o incluso los aportes más allá de Europa y occidente, como el propio Mao Zedong, o economistas pro-‘bloque socialista’ como Dobb, Lange o Boettke, etc. Todo esto sin contar la producción de los propios partidos marxistas a lo largo y ancho de regiones como África o Latinoamérica. Lo que murió con Sweezy dio nacimiento a esta especie de imagen de ‘teórico marxista’ completamente separado de la discusión científica económica, y de muchos otros ámbitos. Así como se puede dividir el marxismo en sus múltiples y variadas ramas (desde el consejismo hasta el posadismo, o desde el marxismo-leninismo hasta el marxismo analítico, pasando por el trotskismo o el austro-marxismo, etc), o así como existe un marxismo clásico distinto de un marxismo occidental (en términos de Anderson), así también se puede sostener el prisma desde otro ángulo: existen dos grandes corrientes de marxismo divididas entre la teoría y la práctica científica. El grande y difundido nombre de Harvey se encarga de aplastar a esta corriente práctica del mismo modo en que el marxismo se separa no solo de la política, sino de la ciencia.

El mismo Roberts (quien hace una réplica a Harvey) se encarga él de mencionar a Grossman y Mattick (nosotros agregaríamos a Mandel), como de los pocos que sostuvieron discusiones empíricas frente al debate tal y como lo había dejado planteado Sweezy. De hecho aunque existen antecedentes como Carchedi, es en conjunto con Mandel que Freeman desarrolla a finales de los 70’s algunos de los trabajos que dan pie a la discusión del problema de la transformación del valor en precios y la tasa de ganancia que Harvey parece odiar. Es interesante que en efecto los últimos trabajos de Mandel estén tan enterrados lejos del conocimiento de los propios marxistas, en la misma medida que estos son capaces de alumbrar posibles vías de actualización de la teoría marxista a la situación actual (de hecho, creemos que su Teoría económica marxista en dos volúmenes es lo único que puede sacar del atolladero al marxismo en sus explicaciones obsoletas y fosilizadas de lo que está pasando hoy). De Mandel se utilizan solo las palabras ‘capitalismo tardío’, pero nadie se ocupa de estudiar lo que está pasando con ese capitalismo tardío en concreto. Se asume que el capitalismo de hoy es una continuación de teorías (como la teoría clásica del imperialismo) que la realidad empírica está demostrando como incorrectas, del mismo modo que Harvey desecha la comprobación empírica de la caída de la tasa de ganancia que se realizan en los debates entre todas estas corrientes y economistas (desde Husson hasta Duménil y Levy, o desde Moseley hasta Shaikh). Cualquier mínimo análisis concreto y serio sobre la economía de hoy, apunta a una reversión de los patrones clásicos de teorías que los marxistas sostienen contra su pecho con adoración. ¿Será que se trata de uno y el mismo giro? ¿Será que Harvey es simplemente uno de los últimos vestigios de un clasicismo marxista que se niega a dejar ir a Lenin o incluso a Marx, y que por eso debe sacar los dientes contra lo que a todas luces debería ser bienvenido como una corriente más, o incluso una de las mejores corrientes en la defensa de la validez científica del marxismo? ¿Se confirma nuevamente lo que decimos acerca de estas teorías empíricas del marxismo siendo mucho más heterodoxas y mucho menos obsoletas que incluso teorías supuestamente “nuevas”, pero que se encargan de repetir los errores que dejó sellados Sweezy por tantos años, hasta la aparición de Kliman?

Tan solo un ejemplo: Roberts hace unos meses escribía sobre un seminario con la participación de Callinicos, Carchedi, Duménil y Levy, él mismo, etc. Los participantes concluyeron a partir de la discusión empírica, que había unanimidad entre todos ellos acerca de la caída de la tasa de ganancia como causa de la crisis del 2008. ¿No es este evento un hecho valiosísimo en la historia del marxismo, que está sucediendo frente a nuestros ojos, en este momento de nuestra historia, y que tiene además todos los atributos de la discusión colegiada, el análisis científico y el diálogo entre distintas corrientes e interpretaciones? ¿Por qué no celebrar estos acontecimientos? ¿No representa un ejemplo de “Ilustración radical” en el seno de la reacción y el neo-oscurantismo del siglo XXI? Esto evidencia el carácter reaccionario de la crítica de Harvey, y de la corriente teórica y clasicista que es hegemónica desde el nacimiento del marxismo occidental, y de la cual él es heredero. Los economistas que están trabajando los problemas empíricos de la tasa de ganancia o del problema de la transformación, deben solidarizarse contra estos ataques del mismo modo en que están de acuerdo en la precisión empírica de la caída de la ganancia. El resto del marxismo (incluyendo el marxismo teórico mismo, e incluido el propio Harvey en la medida que decida darle la bienvenida a estos desarrollos) debe celebrar la existencia de estos eventos y de esta generación de autores como uno de los momentos más altos del desarrollo del marxismo. Sin duda uno de los sucesos más emocionantes en un mundo doloroso lleno de noticias e informaciones horrendas provenientes desde todas partes y que no queremos ni siquiera ver más. Pero no podemos perder la cabeza y darle demasiados aires: frente a nosotros tenemos la mordaz crítica de Harvey. Un leviatán en la forma del clasicismo marxista. Haciendo la labor de supresión y sepultamiento. ¿Por qué? Admito que no lo sé.

Harvey por supuesto no es considerado clasicista. Pero sus aportes no se desmarcan de éste en ningún modo. Su ‘nuevo imperialismo’ es simplemente un recuento de eventos históricos recientes, y su ‘acumulación por desposesión’ es simplemente el cambio de estrategia por parte de la burguesía, en la solución de la contradicción entre relaciones de producción y fuerzas productivas a través de un neoliberalismo de corte más clásico (o heredero de éste sin lugar a dudas) en vez de un liberalismo keynesiano o social: en vez del capitalismo de Estado (Varga) se escoge el toyotismo (Lipietz), o en vez del capitalismo monopolista el capitalismo tardío, etc. Este cambio de estrategia burguesa se da precisamente no por el neoliberalismo, sino que el neoliberalismo es su consecuencia: es la caída de la tasa de ganancia la que obliga a este reacomodo. No por nada esa comprobación empírica del marxismo que se da precisamente hoy (gracias a los debates entre todas las interpretaciones del problema de transformación y la tasa de ganancia, o la relación entre las medidas empíricas de ganancia y acumulación, etc) es la que niega Harvey. Y no por nada el ‘nuevo imperialismo’ de Harvey comparte con el último libro de Smith publicado este año, el simplemente insistir en la validez de esquemas clásicos mientras el estudio concreto de la realidad los contradice: para Harvey solo existe una diferencia en la acumulación flexible (Piore y Sabel), cuando incluso ésta flexibilización que él proclama se basa precisamente en romper con el esquema clásico del marxismo (e.j.: la desindustrialización de las metrópolis que el mismo Harvey señala con su ‘desposesión’), o solo existe una financiarización à la Chesnais, cuando la realidad muestra la entrada de las periferias del Sur en la competencia frente a los mercados monopólicos en el mercado mundial (e.j.: la exportación de capitales y las multinacionales del “Tercer mundo” que vemos hoy). ¿Por qué sucede esto? Esto por supuesto no se explica.

Por último: Harvey tiene la razón en un aspecto, y nos colocamos de su lado. La defensa de Roberts parece implicar una defensa de la monocausalidad. Pero esto se debe al problema de la ley de la caída de la tasa de ganancia como tendencia, y su relación con contratendencias. Tanto Harvey como Roberts asumen que la ley es absoluta en un sentido general, solo que uno la critica y el otro la defiende. Harvey señala que el tomo III y precisamente los capítulos sobre contratendencias a la ley, se salen del ámbito del capital en general, y por lo tanto son contingentes y no pueden representar una ley absoluta. Roberts contesta correctamente que el asumir el consumo de la totalidad de las mercancías más bien implica el carácter no-contingente de la ley (lo que quiere decir que la competencia por sí misma no es diferente de la perspectiva de capital en general, y más importante aún: que la competencia y la anarquía de la producción no es la que produce la sobreproducción y el subconsumo). Pero Roberts no explica los elementos (señalados desde Rosdolsky) que se salen del capital en general, y pertenecen al nivel de abstracción de “muchos capitales” o competencia. La razón es muy sencilla: hay un trayecto desde lo abstracto hasta lo concreto en los tres tomos de El capital, pero también existe un paso desde la ley del valor-trabajo y el plusvalor en el tomo I, y la mistificación de la ganancia y precios de producción. Rosdolsky señala precisamente cómo el tomo II es un primer paso en el trayecto que va desde el plusvalor (en el tomo I) hasta la ganancia (en el tomo III). Esto contradice la famosa proposición del trayecto de lo abstracto a lo concreto, y es lo que hace a Harvey preferir el tomo I sobre el tomo III, ya que parte de la forma general del capital hacia su complicación aparencial (y también propiamente formal, como lo cita Rosdolsky), y esto significa que parte de la determinación del plusvalor hacia su mistificación a través de la ganancia y precios de producción, etc. Pero Harvey cree que esto quiere decir que el capital en general del tomo I es el único con valor de ley, cuando más bien es la interrelación dialéctica de los tres tomos de El capital lo que permite anclar las disquisiciones del tomo III con las del tomo I. Por esto no hay sistema dual bortkiewicziano (precisamente el que engañaría a Sweezy): el tomo I y el tomo III no están separados, sino que son parte de un mismo proceso de desarrollo. Esto lo defiende en su último libro Moseley, con la pequeña diferencia que considera el capital en general del tomo I como equivalente de su totalidad, y el tomo III de la competencia como su particularidad, etc. Pero más allá de este detalle, es la mejor formulación de la continuidad entre los tomos, y no su separación. La ley entonces no es absoluta en un sentido total, sino en el sentido de Engels: una ley que es absoluta no por ser invariable ni abarcarlo todo, sino por ser real, y que en sentido hegeliano, implica también una relatividad de su indeterminación, etc.

Solo diremos lo siguiente: creemos que los aportes del marxismo empírico deberían ser acogidos precisamente porque dan validez al marxismo frente al keynesianismo o el neoclasicismo o cualquier otra corriente. No dije ni siquiera que el marxismo fuera superior ni una ‘ciencia primera’: digo que demuestra su validez para utilizarse como método tanto como cualquier otra perspectiva. En ese sentido, si se quiere crear un diálogo ya no solo entre corrientes marxistas, sino también entre distintas corrientes económicas y posicionar los aportes de Marx, entonces se vuelve necesario darle cabida a todas las propuestas. Pero también sabemos que tiene que poderse criticar los posicionamientos: ese es precisamente el objetivo de este pequeño texto.

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